Un templo encantador │YA EN L...

By Heatherdelrey

9.2M 1M 1.6M

¿Qué harías si por error traes 3 atractivos demonios a la tierra? * 🕯️ * Val no cree en... More

꧁ Sinopsis ꧂
01. Invocamos al demonio a las 3 a.m. (Sale mal)
02. Arde el convento
03. Tres contra uno
04. +666
05. UPD
06. Sueños
07. A su servicio
08. Nuevos amigos
09. Descontrol
10. Enfrentamientos
11. Llamadas del infierno
12. Val odia las mentiras
13. Pintura
14. Murphy
15. Pergamino
16. Invitación
17. Noches mágicas
18. Puedo ayudarte
19. Dulces
21. ¿Sabes quienes son?
22. Ahogarme
23. Deberíamos tener miedo.
24. Tan oscuro como lo recordaba
25. Están aquí
26. ¿Puedo confiar en ti?
27. Somos una familia encantadora
28.Como en el ajedrez lo es la reina
29. Tarde de estudios con demonios, un día normal
30. Ser poderoso
31. Es importante llevar un disfraz
32. Fiesta de Halloween
33. Cocina
34. Valiente
35. El infierno es su más pura esencia
36. Si tan solo hubiéramos estado preparados
37. La cita
38. El plan de As
39. Todo
40. Gracias por no haberme matado
41. Los cuadros del infierno
42. Lo que todo demonio quiere
43. Era divertido hasta ahora ¿No?
44. Si eres valiente
45. Siempre he sido yo, traicionándolos
46. La trampa
47. Ahora que somos enemigos
48. No te quiero tanto.
49. Quienes te aprecian no te dejan solo
50. Mucha suerte, Val
51. Hierba mala
52. Cumplí mi promesa
53. Cuatro elementos
54. Oro
55. Por hoy
56. Muéstrame el paraíso
57. Declaración o...
58. Despedida
59. Muéstrame el paraíso
60. Ese que llamas infierno
Epílogo: Un mensaje divino
Extra puro
Extra: Halloween demoniaco
Contenido demoníaco
Preguntas, zodiaco y divague
Agradecimientos
Extra: Halloween diabólico
EXTRA: Día de brujas
EXTRA: Hell-oh, Val + PREVENTA
EXTRA: HALLOW33N

20. Como una cita

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By Heatherdelrey


El convento estaba sumido en el más absoluto silencio cuando llegamos. Todas las monjas estaban dormidas.

Nuestro siguiente reto sería entrar en el edificio y acceder a mi cuarto sin que nadie nos escuchase.

No había ni rastro de Leviatán. Me preocupaba en lo que pudiera estar metido; estaba en contacto con humanos, brujas y otros muchos peligros. Dejarlo vagar solo no era buena idea.

Nos acercamos a la entrada del convento, y Mam me sujetó cuando el lodo que cubría los senderos se volvió demasiado espeso y mis tacones se convirtieron en una dificultad añadida. Una vez dentro y ya frente a mi puerta, me disponía a girar el pomo cuando algo revolvió mi cabello. Me extrañó que los chicos bromearan en aquel momento, pero cuando me aparté y me giré para mirarlos, ninguno parecía haberse movido.

Tuve un mal presentimiento al instante y apoyé una mano en la pared para no caerme. Me llevé la otra a la cabeza y descubrí una pluma brillante entre mis rizos; claramente procedía de una de las alas de Agus. La dejé caer a causa de la sorpresa.

Mam y Amon se acuclillaron para examinarla y el primero la tomó entre sus dedos, sintiendo lo sedosa y especial que era. Resultaba evidente que no procedía de una simple paloma.

Las pupilas de ambos se clavaron en mí como flechas y Mam dejó escapar una larga exhalación. Los faroles del pasillo se apagaron, las cortinas se cerraron por completo y quedamos sumidos en una oscuridad absoluta. Mam se levantó y luego puso una mano en mi cintura con suavidad, la otra en mi cuello para atraerme hacia él.

—¿Qué hiciste, Valentine? —Percibí su aliento sobre mi piel—. ¿De dónde sacaste eso?

—Puedo explicarlo.

Su voz cambió, se volvió más dura.

—Entonces hazlo —ordenó.

No reaccioné hasta que su boca estuvo cerca de la comisura de mis labios. Deslizó la lengua desde ahí hasta la mitad de mi mejilla y se detuvo, como si quisiera paladear mi sabor, como si tratara de identificar algo en él.

En mi mente, yo ya estaba planeando qué decir para que no me asesinasen o cómo llamar a Agus para que me sacase de allí.

—Sabes a miedo —declaró Mam al fin.

Lo empujé, indignada.

—No pueden tratarme de esta forma y pretender que no les tenga repelús.

—¿Quién dice que no puedo? Dame el pergamino —dijo girándose hacia Amon.

Este se lo lanzó y Mam lo agarró en el aire. Entonces lo desplegó, tomó la pluma entre sus dedos como si fuera un lápiz y empezó a escribir. Abrió los ojos como platos al trazar la primera línea, que brilló con un reflejo dorado.

Mam siguió dibujando hasta esbozar una estrella de seis puntas en medio de un cielo estrellado que parecía haber sido hecho por un niño. Miré por la ventana y comprobé que las nubes grises se estaban diluyendo.

Sin embargo, aquel nuevo descubrimiento se vio interrumpido de pronto cuando una puerta de fuego se abrió en la pared. Al verla, sentí un deseo incontrolable de tocarla, pero, por fortuna, el impulso desapareció cuando una figura oscura pasó a través de ella.

Levi se fue materializando a medida que cruzaba aquel umbral llameante. Nos quedamos en silencio al ver el cuchillo plateado que sostenía en una de sus manos.

Sentí que ya había tenido demasiadas emociones fuertes por un día y, cuando vi que avanzaba en mi dirección, retrocedí aterrada para tratar de esconderme.

Cuando me miró, mi corazón empezó a latir con tanta fuerza que creí estar al borde de la muerte. Dos figuras se interpusieron entre nosotros. Al alzar la vista, me percaté de que Mam y Amon estaban tan desconcertados como yo. No había ni rastro de la pluma o el pergamino; debían de haberlos ocultado en algún sitio con su magia.

Levi nos observó extrañado como si fuéramos nosotros los perturbados y entró al cuarto sin más. Luego se sentó en la cama con gesto desenfadado, se recostó sobre las almohadas y sacó un mechero de su bolsillo. Esbozó una media sonrisa torcida al ver el pánico reflejado en mi rostro.

—¡¿Cuál es tu jodido problema?! —lo confrontó Mam—. ¡Es peligroso que aparezcas con objetos así!

—Se escapó —lo interrumpió Leviatán.

—¿Qué?

—Asmodeo no está en el infierno, Belfegor dijo que está aquí con nosotros.

—Es imposible —rebatió Mam—. Vinimos solos.

—¿Cómo de seguros podemos estar de ello?

«Oh, por Satanás».

—¿Asmodeo está aquí? —indagué—. ¿Tan peligroso es como para que estén tan preocupados?

—Mira —Mam se frotó la mandíbula—, no creo que te tranquilice tener más información.

—¿Por qué tiene Levi un arma? ¿Va a hacernos daño? —continué. Estaba demasiado alterada.

Sin girarse a mirarme, ambos dijeron lo mismo al unísono:

—Nadie va a hacerte daño.

—Pues entonces, si van a usar mi cuarto como sala de reuniones, ¡al menos invítenme!

—Eso no... —empezó Levi.

—Silencio —nos ordenó Mam—. Si Asmodeo nos ha seguido, eso explicaría las energías que hemos estado percibiendo. ¿Está cerca? —cuestionó.

—Anda rondando por aquí —respondió Levi, que parecía bastante informado.

—¿Cómo que "rondando"? —Me crucé de brazos y me acerqué con pasos cortos hasta mi colchón—. ¡¿Qué significa eso?!

—Eso no importa ahora, lo importante es descubrir qué pretende —explicó Levi—. En especial porque es una rata.

—¡Eso! Lo demostró cuando nos inculpó —declaró Amon.

Mi mente trataba de atar todos los cabos posibles para hacerse una idea de lo que había ocurrido realmente entre ellos y Asmodeo.

—Pues me alegro de que lo hiciera, se lo merecen —exclamé—. ¿Qué pensaban que haría un demonio, ser su amigo?

Darles una cucharada de su propia medicina con ese comentario me devolvió años de vida.

—¡Qué insoportable eres, joder! —resopló Leviatán—. ¿Por qué sigue hablando? —inquirió, dirigiéndose a sus amigos.

—Más respeto —lo regañó Amon, para mi sorpresa—. ¿Ella qué culpa tiene de que estés maldito?

—En efecto —convino Mam—. No puedes desaparecer, hacer las cosas por tu cuenta y luego venir a dar estas noticias. Me tienes harto.

—Ay, Mam, cállate.

—¿Sabes qué deberías hacer? Afrontar tus errores. ¿Cómo piensas resolver esto si no resuelves ni tu vida?

Ups. Nunca los había oído hablarse de ese modo. Parecía que había auténticos problemas en el paraíso.

O, más bien, en el inframundo.

Amon tomó a Levi del cuello de la camisa y lo levantó en el aire. De forma inconsciente, me refugié tras la espalda de Mam; no me gustaba la actitud que tenían esos dos cuando discutían entre sí.

—Si tu calenturiento amigo y tú supieran controlarse, no estaríamos en este embrollo.

—Por favor, rojito, eres el primero que se mete en problemas. Y además eres el más joven, no puedes opinar.

—Leviatán —lo interrumpió Mam, aparentemente harto de la pelea—. Tenemos una pluma de ángel.

Tragué con fuerza al recordarla. Con la llegada de Levi, me había olvidado por completo.

—¿Cómo? —inquirió él, olvidándose de todo lo demás.

—La encontré en un árbol del bosque —mintió Mam—. Debe de ser una señal.

En ese preciso momento, una tiritona se apoderó de mí y recordé que aún llevaba puesto el vestido empapado de la fiesta. Los chicos interrumpieron su conversación y se giraron para mirarme al escuchar el castañeteo de mis dientes. Sintiéndome acorralada una vez más, farfullé algo sobre ir a cambiarme y salí del cuarto apresuradamente sin que nadie intentara impedírmelo.

Con cuidado de no hacer ruido, me vestí con un pijama claro. Tardé más de lo necesario, aunque no me cepillé el cabello ni me lavé la cara; solo quería alejarme un rato de ellos.

Tenía el ánimo por los suelos cuando regresé a la habitación. Al menos habían dejado un espacio para que pudiera echarme a dormir. Intenté no establecer contacto visual con ninguno mientras me dirigía a la cama.

—¿En qué piensas cuando tienes esa cara de susto? —quiso saber Mam.

En que se tendrían que deshacer de mí cuando llegara el momento de volver al infierno y, sin duda, no elegirían un método agradable. En que me sentía mejor cuando no tenía ese peso encima. En que eran dañinos para mí y me seguían mintiendo.

—Nada, tengo sueño.

—Pobrecita —se burló Amon—. Deberíamos dejarte dormir algún día.

—Gracias, qué considerado te levantaste hoy.

—No me he levantado de ningún modo porque yo no duermo.

Di un pequeño salto a causa de la sorpresa y me golpeé la cabeza contra la pared. Él también se percató de su error e intentó disimular, pero no necesitó esforzarse mucho: yo prefería no revelarles que ya tenía esa información, así que fingí no darme cuenta de su despiste.

Me recosté y me puse a terminar algunos deberes. Si iba a desvelarme, al menos quería sacar provecho de la situación. Mordí el lápiz distraídamente, y estaba pensando en cómo resolver un ejercicio cuando Mam preguntó:

—¿A qué sabe eso que estaban bebiendo todos en la fiesta?

—¿Hablas del alcohol, Mam?

Asintió; parecía realmente interesado en mi respuesta.

—Sí.

«Curioso que hayas aparecido de la nada allí, pero ahora no sepas ni a qué sabe el alcohol, dulce demonio».

—¿De qué está hecho, exactamente? —Amon era incapaz de no meterse en una conversación.

—¿Por qué quieres saberlo?

—Me gusta aprender cosas, es relajante. Y no tengo ganas de pelear.

—¿Pelear con quién?

—Con quien sea. —Me sonrió, y sentí que nunca había visto tanta tristeza oculta tras una sonrisa.

—¿Acaso no tienen alcohol allá abajo?

—Primero que nada, el infierno no está «abajo». Sería estúpido ubicarlo en un punto tan fácilmente accesible. —Encendió su teléfono—. Déjame mostrarte una cosa.

—Si me va a traumatizar, prefiero no verla.

Deslizó su pulgar por la pantalla buscando algo en su galería de fotos. Un humano racional habría pensado que averiguar dónde se encontraba el infierno podía ser potencialmente peligroso. Yo también lo pensé; sin embargo, mi curiosidad pudo más.

Amon le dio la vuelta a su celular y me mostró una foto de mala calidad: en ella se veía una puesta de sol en la que los colores de cielo se tornaban rojizos; había un par de nubes oscuras que parecían un tridente si las juntabas.

—Está más arriba de lo que jamás alcanzará a ver el ojo humano.

—Es bonito —admití—, pensé que sería diferente.

—Es más bello de lo que te imaginas. —Puso su mano en mi hombro en un gesto sorprendentemente amable—. Ahora que ya lo sabes, puedes dejar de preocuparte por si te llevaremos allí o no. No tienes que andar como si estuvieras a punto de ser atacada por un monstruo todo el rato.

—Es fácil decirlo cuando el monstruo eres tú —repuse—. En fin, creo que me voy a dormir.

—¿Para qué? No lo necesitas.

—Claro que lo necesito. Yo soy humana, y los humanos necesitan dormir.

Negó con la cabeza.

—¿No te parece raro seguir... —buscó la palabra correcta— viva a pesar de no haber comido o dormido casi en las últimas semanas?

Estiró su mano para señalar el collar en mi cuello. Las piedras habían ido ganando intensidad según pasaban los días, pero yo casi había olvidado que lo llevaba puesto. Amon levantó la gema roja y la frotó con el pulgar; esta resplandeció por un instante y luego una agradable sensación de relajación inundó mi cuerpo.

—Podemos parecer tontos, pero no te dejaríamos morir. Sabemos lo que implica para ti pasar tanto tiempo con nosotros. —Acomodó el collar en torno a mi garganta.

Aquella joya siempre me había resultado peculiar y familiar de alguna forma, pero supuse que podía deberse a mi imaginación. Pese a que me sentía mejor, aún tenía demasiadas dudas, y era evidente que necesitaba un aliado en todo este asunto. Quizá Agus podría ayudarme.

—¿Gracias? —le respondí a Amon al fin, sin saber qué otra cosa podía decir.

Mam tomó una de las bolsas de chucherías que había comprado y se sentó con nosotros. El chocolate que nos ofreció era uno de los mejores manjares que había probado en mi vida; comentamos su sabor como si fuéramos críticos y pasamos un rato agradable todos juntos. Era increíble cómo a veces se me podía llegar a olvidar quiénes eran: a veces, solo en pocas ocasiones, eran un encanto.

Se hizo de día sin que nos percatáramos, y estábamos carcajeándonos cuando el tintineo de una notificación interrumpió nuestra conversación.

Mi teléfono, que por algún motivo estaba en ese momento sobre la pierna de Mam, mostraba un mensaje que Agus me había enviado por Instagram. Nada largo, solo una petición concisa:

«¿Quieres salir conmigo hoy? Como una cita, quiero decir».

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