Landrem || Joerick

By ohhmycnco

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En un universo donde el mundo se divide según la pureza de tu alma; Joel, capo de una de las mafias más conoc... More

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PRÓLOGO
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EPÍLOGO
EXTRA

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By ohhmycnco

Tal vez su padre le había guardado en una burbuja toda su vida, aislando el peligro y llevándolo lejos de su entorno. Erick creó una idea donde todo estaba demasiado alejado a lo que la vida era, pues la realidad era el lugar donde el verdadero peligro podía llegar a tí más veces de las que uno se podía imaginar, o donde el pasar miedo algunas veces era necesario para saber ponerle sentido a la simple emoción. 

Vivió protegido del sentimiento. Nulo de información, jamás creyó que el peligro le tocaría un mísero pelo. Lo hizo. Lo arrasó de lleno como el novato que era en ese campo. 

“Te protegeré siempre”, le había repetido Richard infinidad de veces. No debió creerlo. No debió ser tan iluso, o por el contrario tan vulnerable en todos los sentidos. Tal vez era un maniquí al que podían mover al gusto, o puede ser que su casta le había hecho fácil de manipular. ¿Dónde estaba Richard? Sin duda necesitaba un abrazo. Necesitaba ese consejo para esquivar una mirada vacía y demente, o un llamado para sacarlo de ahí como si en realidad él no estuviera relacionado con el tema. 

Erick cerró sus ojos con fuerza y bajó la cabeza. 

Aún sentía esa mano áspera sobre la suya, tan caliente sobre el hielo de su cuerpo que casi parecían formar la temperatura perfecta. Escuchaba su voz resonando grave y profunda en lo más hondo de su cerebro, y sentía los latidos descabellados de su propio corazón en las yemas de sus dedos. ¿Acaso Joel podría sentirlas también? Por primera vez no le daría vergüenza. 

—Erick— Dijo con el ceño algo fruncido. El nombrado levantó la mirada, tan sorprendido como si fuera la primera vez que veía a ese ser que ya sentía algo sospechoso llamado instinto en el pecho— ¿Podemos ver a las almas puras antes de firmar o no? 

No fue capaz de hablar, pues sabía que cualquier palabra acabaría con su vida. 

Desvió sus fanales esmeralda hasta el Señor Deneuve, que levantó su cabeza con orgullo y no emitió palabra o movimiento alguno que pudiera darle una pista de lo que quería. 

Cuando le dijeron que estaría completamente solo, en ningún momento pensó que se referían a tener en sus manos la vida de los más de veinte hombres de Landrem que habían entrado con ellos. 

La fidelidad les llevaría al infierno, donde la corona de laureles ahora lucirá orgullosa en los buenos luchadores.

—Joel...— Dijo en un susurro. 

Su incomodidad era más que notable, pero cuando Joel soltó su mano y lo agarró de la mandíbula, él se dejó hacer. 

Sus dedos fuertes se afianzaron a su piel con fuerza cuando levantó su cabeza, mirándolo a los ojos y recorriendo su rostro entero en busca de algo que pudiera hacerle entender. Erick mostraba el miedo que desembocaba de su pecho en el iris claro de sus luceros; y Joel lo vio. 

—¿Qué pasa, cachorrito? ¿Qué te ha dicho? 

Y sería mentir el asegurar que Joel no se estaba quedando sin paciencia al ver que nadie le decía lo que pasaba, pero también lo sería el asegurar que el miedo de Erick no se colaba en su interior alimentando su furia y, sobretodo, cegando las demás emociones.   

—Erick— Dijo firmemente— Was ist los? (¿qué pasa?)

Fue ese alemán claro lo que le hizo tener algo de esperanza, aún cuando vio a los almas venenosas de alrededor tensarse al no entender el idioma, el Señor Deneuve incluido. 

Alabó una vez más la inteligencia de su padre, al haberle enseñado ese idioma que al parecer, no era usual entre los mafiosos de alto rango. 

Entonces, con sus ojos fijos en los de Joel y con el nudo más grande que jamás había experimentado en su garganta, Erick temió de nuevo por su vida cuando abrió la boca y cuando lo máximo que pudo hacer fue susurrar, antes de que una verdadera guerra estallara. 

Das ist eine Falle, wir sind umzingelt... (es una trampa, estamos rodeados…) 

Y fue en ese segundo, en ese mísero segundo en el que las palabras se escaparon de sus labios y Joel miró sus ojos, que Erick temió de verdad. Si alguna vez creyó saber lo que era la rabia, la dilatación en las pupilas de Joel le aseguró que estaba equivocado. 

Ni siquiera tuvo que esperar un milisegundo más para que el primer tiro del día sonara contra su oído, haciendo retumbar su mente. 

Joel lo empujó con fuerza, tirándolo al suelo y colocándose sobre él mientras maldecía y se movía agarrando el arma que llevaba escondida en su pierna. 

Lo que en algún momento fue un despacho, no tardó en convertirse en un campo de tiro del que Erick vio venir, pero del que sin duda no estaba preparado. Todos disparaban, todos luchaban por permanecer vivos y Erick solamente podía esconderse bajo la mesa y tapar su cabeza con sus dos brazos como si eso pudiera aislarlo. 

Los cuerpos caían a su alrededor y el sonido hueco que hacían contra el suelo era demoledor, pues las paredes que formaban su mente se quebraban con cada bala, hasta que ni siquiera controló cuando comenzó a llorar y mucho menos cuando pidió a quién sabe qué, que Landrem no saliera perdiendo. 

Sabía que estaba hiperventilando, que se estaba mareando por la intensidad con la que quería retener sus sentimientos y que su estómago ya le pedía vaciar alimentos, pero era imposible retenerlo. Era imposible cuando el aroma metálico y repugnante de la sangre parecía concentrarse en sus papilas gustativas, cuando sus ojos veían cada vez a más gente caer y cuando sus oídos no podían escuchar más que pólvora estallando en plena batalla. 

Su mente circulaba rápida, pues si Joel no le hubiera empujado como lo hizo, en ese segundo Erick tendría una maldita bala perforada en su cráneo. No era algo con lo que quería vivir, pero sinceramente no veía un futuro de esa pelea. 

—¡Para, para!— Se escuchó proveniente del Señor Deneuve, en un idioma igual al suyo tan claro que Erick se sintió patético. 

Las balas se detuvieron, pero Erick vio desde su posición como Landrem no bajaba la guardia, y mucho menos dejaba de apuntarlos y reprimir su rabia. 

—Está bien— Dijo de nuevo— Tú ganas. Simplemente quería ver si estabas en forma, Pimentel. 

—Querías matarme— Gruñó afianzando su agarre al arma entre sus manos. 

—Ambos sabíamos que este acuerdo era arriesgado… Vete ahora y le diré a mis hombres que se retiren y te dejen vía libre. 

Joel los miró sin entender absolutamente nada, lo que le provocó entrecerrar sus ojos y humedecer sus labios con levedad mientras pensaba. Su aparente calma destacaba descabelladamente con el cuerpo que temblaba bajo la mesa. 

Al final, el arma que afianzaba entre sus manos acabó en el lugar donde empezó. Joel levantó la cabeza con orgullo, tragó la saliva aglomerada en sus fauces debido a la adrenalina y giró a mirar a Harry. 

—Cuenta las bajas y carga con los heridos. Zayn, llévate a Erick. 

Erick por poco se altera cuando escuchó su nombre de nuevo, pero más lo hizo cuando la cabeza de Zayn se asomó y su mano se extendió, dándole una ayuda extraña para salir del lugar donde se había ubicado. 

Harry miraba a Joel con incredulidad y, entre susurros, le pedía que acabara con ese hombre que por poco los mata a todos. Erick no pudo ver más, pues la mano de Zayn se mantuvo en su espalda cuando lo llevó por la mansión hasta la salida, mientras su otra mano agarraba con fuerza el arma cargada y sus ojos se paseaban por el lugar a cada instante. 

El aire fresco fue como un golpe de realidad que llegó a gustarle, pues a pesar de verse rodeado de almas venenosas que por orden estricta ya no atacaban, se dio cuenta de que estaba fuera de peligro. 

Iluso ser, ilusa alma. 

Zayn le abrió la puerta del coche, dándole un ligero empujón donde Erick cedió, sentándose al fin entre los asientos traseros. Fue cuando el alma venenosa fue a cerrar, cuando Erick lo frenó de lleno. 

—Z-Zayn— Llamó haciéndolo parar— ¿Va a…? ¿V-Va a matarlo? 

Zayn se quedó en silencio por más segundos de lo normal. Le dio tiempo a apartar la mirada, contar aproximadamente a todos los hombres que en ese segundo ya le apuntaban y suponer los francotiradores. Erick fue incapaz de respirar hasta hallar la respuesta. 

—No pienses en eso. Te van a llevar fuera de la mansión, pero no volverás al hotel sin nosotros. 

—¿T-Te vas? 

—Sí. 

Erick sintió que no daba más de sí. 

Sus manos fueron a sus hebras cuando enredó sus dedos entre su pelo suave y estiró buscando paciencia; buscando algo que no le llevara a la desesperación instantánea o a la demencia vascular por culpa de los infartos que a cada segundo amenazaban con darle. 

Zayn se acercó un poco más, apoyado contra la puerta abierta del coche y con la atención completa sobre él. 

—Erick, no me iría sin saber que estás protegido. Joel nunca me permitiría dejarte sin seguridad, así que tranquilízate y haz lo que te dicen. Volveremos en unos minutos. 

Sin embargo lo que Zayn juró que serían simples minutos, acabaron siendo dos horas donde Erick desperdició más de un billón de lágrimas encerrado y solo en ese auto fuera de la mansión Deneuve. 

Veía a los guardias de Landrem escoltando el vehículo donde se encontraba, pero la ansiedad que recorría su organismo cegaba cualquier movimiento que quisiera realizar. 

Era como si un fantasma demoníaco le hubiera puesto una mano en la nariz y le hubiera tapado la boca. Sentía que le regalaba escasas ráfagas de aire que no eran compatibles con sus pulmones, porque estos ardían por la falta de oxígeno y exigían más de lo que él podía darles. El dolor entonces se expandía; como la demencia en los débiles y el fuego en los bosques secos. Quemaba su mente. Mataba su mente y rompía su alma, dejándolo como simple polvo que se volaba con el viento. 

Erick lloró, pero más lo hizo cuando vio salir a todos de la mansión, con manchas de sangre y muchos hombres nuevos a su espalda, pues por falta de líder ahora se quedarían con el que les había arrebatado la libertad. 

****

Nada más llegar al hotel, el primer avión lleno de hombres que ahora trabajarían para Landrem y algunos heridos salió rumbo a Londres. Fue así durante toda la noche, hasta que todos los supervivientes de la masacre en la mansión Deneuve estuvieron en su nuevo hogar. 

Erick necesitaba descabelladamente hablar de todo eso. Desahogarse le sentaría tan bien, que estuvo a punto de pedirle el teléfono a Harry para que llamara a la mansión y así hablar con Louis, pues no era muy consciente si Chris o Niall podrían ayudarle cuando ellos mismos ya le habían avisado de a qué se enfrentaba. No quería represalias, era lo último que su cuerpo soportaría esa noche. 

En ese momento algunos guardias le acompañaron hasta su habitación en el excelso y elegante hotel, sin embargo Erick se quedó parado en la puerta cuando Joel se encaminó hacia él, con una mueca en su rostro. 

—No dejéis que entre alguien a su habitación, no estoy seguro aún de si los nuevos son de confianza y podrían arremeter contra él. 

Erick se quedó en silencio y, como si fuera un imán y el cuerpo frente a él el mismísimo metal, Erick desvió la atención hasta el brazo de Joel. Estaba ensangrentado y se mezclaba con la tela que envolvía su torso. 

Movió levemente su cabeza para intentar saber si era profundo o no, pero fue pillado en el intento y de una manera poco sutil. 

—Vete a dormir— Le dijo Joel moviéndose levemente. 

—Te han disparado. 

—Es un roce, lo miraré cuando llegue a Londres. 

—Podría infectarse… 

—Me han hecho cosas peores, esto no me matará. 

Erick levantó la mirada entonces, fijando sus dos esmeraldas brillantes debido a la luz del pasillo en los luceros de Joel, que casi parecían dulces y azucarados. 

Todo estaba en silencio, por lo que Erick comenzó a temer porque no solo él escuchara el descontrol en el que se había convertido su interior. 

—Seguro que en el baño hay algo para curarte. Pasa… 

Joel se quedó en silencio, los dos rodeados de guardias que ya miraban a su líder expectantes de una respuesta, y sobretodo sorprendidos por esa propuesta que incluso a su portador le había tomado de imprevisto. 

—No creo que sepas curar esto. 

Erick desvió la mirada, suspirando profundamente y haciéndose a un lado cuando abrió la puerta de la habitación y entró en ella. 

Fue puro instinto dejar la puerta abierta, al igual que caminar hacia el baño como si supiera que sus pasos eran seguidos por alguien más, y que ese alguien estaba admirando lo que ese pequeño cuerpo frente a él era. 

Erick se acercó hasta el lavabo, donde encontró una pequeña caja en uno de los muebles que contenía lo que estaba buscando. Supuso que esa era una de las ventajas de quedarse en los hoteles de más alto rango. 

Escuchó a Joel sentarse en el retrete, pero no hizo comentario alguno ni siquiera cuando lo escuchó suspirar con cansancio, sino que siguió buscando lo que quería. 

—¿Sabes de medicina? 

—No soy una persona muy sociable— Admitió mientras seguía buscando— Cuando mi mejor amigo se iba de la mansión siempre me traía libros de todo tipo. Aprendí varios cursos, pero profundicé en la medicina porque me gusta curar a la gente. 

Joel se quedó en silencio, pues necesitó de varios segundos para ubicar esa información y sobretodo para ordenar las preguntas de su mente de más a menos prioritarias. 

—¿Qué más sabes hacer? 

Erick sonrió levemente, sin saber que Joel lo estaba analizando en el reflejo del espejo frente a él, atento a cualquier reacción. 

—Sé cocinar, coser y algo de carpintería… ¡Oh, y tocar la guitarra! Quise intentarlo con el piano también, pero mi padre no me dejó— Encontró unas gasas y desinfectante, así que comenzó a guardar algo del desastre que había hecho mientras volvía a hablar— Vas a tener que quitarte la… Bueno, ya sabes, no puedo curarte con la camiseta puesta… 

Joel suspiró de nuevo, pero Erick no lo volvió a mirar hasta que agarró los materiales con ambas manos y se giró. Fue un acto reflejo desviar la mirada, pues Joel ya estaba sin camiseta aunque con el chaleco antibalas sobre su torso. 

Sus pasos se detuvieron, pero cuando intentó andar de nuevo demostrando que no le había afectado en lo más mínimo, Joel chasqueó su lengua con sorna. Erick ya se preparó para el golpe en su orgullo y en su dignidad. 

—Vamos cachorrito, no me digas que nunca has visto a un hombre sin camiseta antes. 

El menor entonces retomó sus pasos, sin decir palabra alguna y sin pensar en hacerlo. 

Abrió una de las gasas y la bañó en desinfectante con aparente concentración totalmente falsa, pues la mirada fija y sorprendida de Joel sobre él no le dejaba centrar del todo a sus neuronas. 

El aroma contrario se colaba en sus fosas nasales debido a la cercanía y si la mirada penetrante y eso no lo conseguía intimidar, lo hizo cuando Joel giró quedando enfrente de él, aunque sentado todavía. 

—Nunca has visto a un hombre sin camiseta antes— Confirmó sin dejar de mirarlo. 

Erick tragó el nudo en su garganta, pero sonrió débilmente y apretó sus labios cuando encogió sus hombros con una inocencia no buscada, pero sí hallada. 

—Te he dicho que no soy muy sociable… 

Fueron leves segundos en silencio en los que simplemente el pestañeo de ambos llenó de vida esa pequeña sala. Joel nunca experimentó un aura donde la calma reinara tanto, y Erick no sintió vergüenza alguna cuando se dejó observar. 

—¿Ni siquiera un beso? 

Erick negó con su cabeza, sin embargo se vio obligado a desviar la mirada cuando se situó frente al brazo herido de Joel. 

Tembló un poco cuando llevó su mano a su ardiente piel, colocándolo a su gusto y comenzando su labor. Sabía que debía de escocer, pero Joel simplemente miró al frente sin ninguna mueca audible en su rostro. Era alma venenosa, pero el dolor no lo bordeaba. 

—Si te hago dañ-… 

—No duele— Le cortó con relajación, mirando al frente aún— Tu padre realmente te educó para la mafia. 

—¿Por qué dices eso? No sabía que mi padre se dedicaba a eso hace poco más de un mes. 

—Por eso mismo. Aprendiste todas esas cosas porque te gustaban, no porque tenías que aspirar a algo. Si no hubieras tenido el conocimiento que tienes para los idiomas, hoy todos nosotros estaríamos muertos. 

Erick se quedó algo bloqueado ante esa declaración, porque aunque podía ser incluso un cumplido, Joel seguía sin mirarlo y ahora había cambiado su neutralidad por algo de seriedad. 

No tuvo que buscar las palabras en su mente para responder a eso, pues Joel le arrebató el trabajo cuando soltó una carcajada sarcástica y negó con la cabeza. 

—Encima el hijo de puta de tu padre me entrega a un virgen como si no me conociera. Ese desgraciado sabe jugar bien…

El silencio reinó por su parte, pues en vez de sentirse ofendido o molesto, algo de vergüenza consiguió instalarse en sus mejillas en un tono carmín. 

Se alejó de inmediato en cuanto terminó, agarrando lo que había utilizado y tragando la saliva de sus fauces antes de respirar profundamente. 

—Deberías ir al médico en cuanto llegues a Londres. Tal vez necesites algunos puntos… 

Joel asintió con su cabeza y Erick no dijo nada más cuando se acercó a guardar los medicamentos que había utilizado, escuchando de fondo el movimiento de la tela sobre el torso de Joel. 

Cuando se volvió a girar, Joel ya estaba de nuevo completamente vestido, pero no le quiso dar mucha más importancia cuando salió del baño, como si ese fuera el único lugar donde se permitiría pensar en lo ocurrido. No lo consiguió, pues al encontrarse entre sus pertenencias lo volvió a hacer. 

Se quitó los zapatos y caminó hasta la salida seguido de Joel. 

Ahí, Erick le abrió la puerta y se acercó a la pared, cruzando los brazos en su pecho y sin reprimir un suspiro cuando Joel humedeció sus labios mirándolo de nuevo. 

Era más alto que él. No se le olvidaba la forma inconsciente en la que había tapado su cuerpo entero del peligro, sin problema y con tanta facilidad que en ese momento se sintió pequeño con el simple recordarlo. 

—M-Me gustaría agradecerte por lo de la protección en la mansión… Dijiste que no lo harías y… Ya sabes… 

Joel asintió lentamente. 

Erick pensó que lo dejaría ahí, pero cuando sus fanales azucarados se fijaron en los propios, sintió que sus vértebras se agitaron en un escalofrío involuntario. Joel avanzó un paso hacia él, en ese pasillo angosto que a cada segundo se reducía más con su cercanía. 

Tragó saliva, pero no se creyó inferior para desviar la mirada. 

—Estás nervioso ¿Te pone nervioso agradecerme? 

Negó con la cabeza, lenta y delicadamente, tanto que su cabello apenas se movió de su lugar. 

Joel dio otro paso. 

—¿Entonces qué te pasa, cachorrito? ¿Te crees atrevido por agradecer? 

—E-Es que no sé cómo te puedes sentir por eso y… No me gusta incomodar… 

—¿Crees que podrías incomodarme? 

Su espalda se pegó de lleno contra la pared, pues cuando Joel dio otro paso Erick retrocedió por pura inercia, chocando en un ruido sutil pero que aceleró los latidos descabellados de su corazón. 

Las dos manos grandes de Joel fueron a parar a la pared, delimitando el espacio de su cabeza. Sus fanales parecían más claros desde esa cercanía y su piel era angelical en todos los sentidos. No había maldad, y por un momento Erick pensó que nunca la habría en Joel, pues se sintió seguro por primera vez en su vida. 

Erick no contestó, ni siquiera se acordaba de alguna palabra. 

Fue entonces cuando Joel se acercó a él, dejándolo sin respiración cuando lo sintió detrás de su oreja, entre las hebras de su suave cabello, absorbiendo el aroma a jazmines y canela que a cada segundo le acompañaba. 

Su vello se erizó completamente cuando esa respiración ardiente exhaló contra su piel, dejándola cálida y preparada para más. Era como si un esclavo del demonio hubiera sido mandado solamente para soplar contra él, envenenando su piel y encadenando a sus células a la necesidad más placentera y dolorosa del querer más; esa que él nunca experimentó pero que ahí conoció como prohibida y tentadora. 

Erick juraba estar temblando, pero la posición en la que estaba Joel no le permitía comprobarlo, tampoco pensar en algo coherente. 

La cordura lo abandonó entonces; fugaz y definitivamente. 

Fue cuando la lengua ardiente de Joel chocó contra su piel, que él se tensó levemente soltando un suspiro. Cerró sus ojos cuando sintió unos dientes afilados y capaces de destrozar a su paso, mordiendo ahora su lóbulo. 

Fue obsceno y totalmente diferente a cualquier cosa que Erick hubiera podido imaginar de la vida. El cosquilleo que se posó en su estómago le hizo apretar sus párpados cerrados. 

Joel entonces lo soltó, negando con su cabeza y creando así un roce amargo cuando su nariz hizo contacto casi imperceptiblemente con su oreja. 

—Eres dulce, pero el buen veneno también lo es, cachorrito. 

Y Erick no se creyó en condiciones de responder a eso ni cuando se quedó solo en la habitación. 

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