La tenía de frente. Después de tantos años, finalmente la tenía frente suyo. Se veía tan distinta. Su cabello ya no era castaño, ahora era color vino. Sus ojos habían perdido aquel tono marrón que siempre le había inspirado tanta tranquilidad, ahora eran escarlatas con motas doradas. Sin embargo tenía una manera de mirarlo que lo hacía quitarse de dudas por completo. Solo una madre era capaz de mirar de esa manera. No entendía que hacía en el infierno. ¿Por qué nunca la había visto por el pentagrama después de tantos años? ¿Qué demonios estaba sucediendo?
El silencio en la oficina era abismal, ninguno de ellos sabía que decir, era una extraña sensación.
—¿Por...—Se aclaró la garganta. Ni siquiera podía hablar correctamente.—Por qué estás aquí...?
A lo cual la mujer soltó un suspiro y sus orejas se bajaron levemente. No le gustaba recordar su vida pasada. Su marido siempre había abusado de ella. Golpes e insultos eran el pan de cada día. Y todo frente a su pequeño. Alastor siempre había presenciado los abusos constantes de su padre hacia su madre. Desde el principio hasta el final. Inclusive había presenciado su muerte.
—Yo...lo maté...—Admitió sintiendo una gran culpa caer sobre sus hombros. Ni siquiera era necesario mencionar su nombre para que el pelirrojo entendiera de quien estaba hablando. Entornó los ojos sorprendido. No podía creer lo que estaba escuchando. Eso no tenía sentido, él mismo se había encargado de acabar con la vida de aquel miserable alcohólico. No entendía nada.—¿recuerdas...aquella vez que te prohibí comer de la jambalaya que había preparado para tu padre...?—Dijo con la mirada baja. Ni siquiera podía sostenérsela, se sentía terrible por ello. El demonio ciervo se limitó a asentir con la cabeza sin decir una sola palabra hacia la mujer de cabellos color vino y mirada triste. Era como si una gigantesca oleada de recuerdos que yacían en lo más profundo de su cabeza se hubieran descarrilado y ahora los estuviese reviviendo.
Ahora las cosas comenzaban a tomar sentido. Pero entonces eso quería decir...
—Siempre pensé que ese mérito me correspondía a mí...—Admitió haciendo que la mujer alzara la vista y lo mirara con terror. Eso le había helado la sangre. Su hijo estaba en el infierno por ella.
—Pero...eras tan pequeño cuando sucedió...—Se llevó ambas manos a la boca con terror.
—Mi edad no fue un impedimento....—Admitió mirándola fijamente.
—Yo...lo siento tanto...—Bajó la mirada nuevamente y unas lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos.—de haber sabido que también estabas aquí...has estado solo todos estos años...—Sollozó.
El demonio ciervo se quedó en silencio absoluto y chasqueó los dedos haciendo que un pañuelo apareciera en las manos temblorosas de su madre. La mujer alzó la vista sorprendida y lo miró.
—No lo he estado—Dijo con seguridad. Al menos ya no lo estaba.
La mujer limpió sus lagrimas con el pañuelo y luego una leve sonrisa comenzó a aparecer en sus labios. Por supuesto. Tenía hijos, los cervatillos. Hace unos momentos le había gritado por ello. Sin embargo, una nueva incógnita le llegó a la cabeza. ¿Acaso su hijo había conseguido pareja? Examinó la oficina con la mirada en busca de alguna pista y no tardó mucho tiempo en encontrar lo que buscaba. Sobre el escritorio del demonio radio habían un montón de portarretratos, en todos y cada uno de ellos aparecía la misma mujer. Si no se equivocaba era la rubia que había visto actuar de esa manera tan efusiva cuando recién cruzo la puerta del hotel.
—¿Es la madre de los niños...?—Preguntó mientras tomaba uno de los portarretratos y lo examinaba a detalle. La hermosa súcubo infernal posaba con una gran sonrisa y un leve sonrojo en sus mejillas. Debía admitirlo, era encantadora. Al menos en apariencia lucía muy amigable.
El demonio ciervo tensó sus orejas levemente y se aclaró la garganta. Nunca había creído que tendría que hablar sobre Charlie con su madre. Ni en sus pensamientos más rebuscados llegó a imaginarse si quiera un escenario como ese. Asintió con la cabeza y trató de descifrar su gesto.
—¿Cuál es su nombre...?—Entrecerró levemente los ojos mientras miraba la fotografía.
—Charlotte...—Respondió con cierto tono de incomodidad, por alguna razón estaba nervioso.
[...]
Alastor y esa mujer habían estado hablando por horas y aún no salían de la oficina. Tanto fue así que incluso los pequeños ya se habían quedado dormidos en los sillones del lobby. La demonio de mejillas rosadas no tenía la menor idea de quien era esa mujer. Ni siquiera le había visto la cara. Confiaba en Alastor, así que no le preocupaba que hablara con otras mujeres. Pero esta en particular había conseguido dejar sin palabras a su esposo. ¿Debería estar preocupada por ello?
—¿Por qué tardan tanto...?—Dijo caminando de lado a lado mientras se mordía el labio inferior.
¿Quizás estaban cerrando un trato como recompensa por haber traído a ambos niños con vida? No tenía idea. Charlie le había pedido a los demás que subieran a sus habitaciones, pues quería tener privacidad para cuando ambos salieran de la oficina. Así que se había quedado sola con sus cervatillos. Miró las manecillas del reloj y soltó un suspiro. Estaba comenzando a idear un plan en su cabeza que consistía en pegar el oído en la puerta para escuchar lo que decían, pero el chirrido de la puerta de la oficina de Alastor al abrirse hizo que volviera a la cruda realidad. Una mujer a la que no había visto nunca salió por la puerta pero, de alguna manera, supo quién era al instante. El parecido que ambos tenían era innegable, y lucía como una señora refinada.
—Alastor, este es un lecho muy acogedor...—Dijo con un acento tan marcado como el de su hijo.
<<Esto...no...puede...estar...pasando..>>—Pensó la súcubo infernal mientras se quedaba estática. Estaba petrificada, y a pocos segundos de entrar en pánico. Era la madre de Alastor...
—¡Qué dicha! ¡Tú debes ser Charlotte!—Dijo con emoción tan pronto la vio y caminó hacia ella.
Alastor salió pocos segundos después. Su cara era un poema. La bella súcubo dejó de mirarlo y se centró en la demonio ciervo que se le acercaba con los brazos abiertos. No podía moverse.
—¡Eres preciosa!—Exclamó emocionada mientras le daba un abrazo. La rubia se lo devolvió en silencio y miró al demonio pelirrojo como si estuviese pidiendo una explicación, estaba atónito.
<<Bienvenido al club...>>—Pensó mirándolo con sarcasmo.
La demonio de cabellos color vino apretó el abrazo un poco más y él por fin masculló:
—Ya ha sido suficiente,...madre—Dijo con dificultad. Tenía tanto tiempo sin llamarla así que ahora le parecía tan difícil hacer la simple mención de esa simple palabra.—no la atosigues.
La mujer sonrío y soltó a la demonio de mejillas rosadas sin dejar de mirarla con atención.
—Tienes razón. Discúlpame, Charlotte. Es solo que estoy muy contenta de conocerte. Mi muchacho sólo me ha hablado maravillas de ti...—Dijo con un tono afectuoso hacia ella.
Charlie notó que se le encendieron las mejillas, Abigail sonrío y dio un paso hacia atrás al darse cuanta que estaba invadiendo el espacio personal de la rubia. Bueno, al menos ya sabía de donde había sacado Alastor su mala costumbre de acercarse demasiado. La rubia miró por inercia al demonio ciervo y él desvió la mirada con incomodidad. ¿Enserio habían estado hablando de ella todo ese tiempo? ¿por eso se habían tardado tanto en salir de la oficina?
—¿Eso hizo?—Consiguió decir a pesar de tener un nudo en la garganta.
La mujer río y soltó un suspiro, pero luego su hijo comenzó a hablar:
—¿Nos...disculpas un momento?—Dijo mientras se acercaba a Charlie y tomaba su muñeca.
La mujer de cabellos color vino asintió con la cabeza y les dedicó una pequeña sonrisa. Posteriormente el demonio ciervo chasqueó los dedos y ambos aparecieron en una de la puerta de una de las habitaciones de la planta baja del hotel. La rubia estaba más que desconcertada.
—¿Podrías explicarme que demonios está pasando?—Preguntó en voz baja cerrando la puerta.
Él hizo una mueca y se sentó en la cama.
—Es...mi madre...—Dijo tallándose el entrecejo como si estuviera tratando de procesarlo.
—Si, ya lo noté—Respondió sarcásticamente.
—No me malentiendas, querida...estoy tan desconcertado como tú—Dijo poniéndose de pie.
—¿Cómo es que nunca la habíamos visto antes en el infierno?—Preguntó posándose frente a él.
Alastor se pasó una mano por el cabello y soltó un suspiro.
—Tal parece que se ocultaba la mayor parte del tiempo por cuestiones de supervivencia—Dijo.
—Por Satán...—Se pasó las manos por el cabello. Ese gesto se lo había pegado el demonio pelirrojo.—Y ¿ahora qué se supone que debemos hacer?—Preguntó.—¿le ofreciste vivir aquí?
—Rechazó la idea tan pronto se lo propuse...—Informó.—al parecer tiene su propio recinto.
—Será mejor que salgamos—Suspiró y abrió la puerta.
—Ya tuve suficiente por un día querida...—Dijo en voz baja.
No sabía si le agradaba la idea de estar a solas con la madre de Alastor, pero sabía que el demonio ciervo necesitaba tiempo para hacerse a la idea de volver a tenerla en su vida. Respiró ondo y salió por la puerta. Cuando se dirigió al lobby, la mujer la miró desde los sofás del lobby.
—No está disgustado conmigo, ¿verdad? No era mi intención importunarlos—Dijo en tono dulce.
—No, claro que no. Es sólo que...aún no se hace a la idea de verla de nuevo—Dijo sin ataduras.
—Comprendo. Sé que a veces puede ser algo temperamental...—Tenía una sonrisa comprensiva.
La rubia tomó asiento en un sofá que quedaba justo frente a dónde se encontraba la mujer. Hizo un ademán y un vaso de agua apareció en su mano. La necesitaba para tranquilizarse un poco.
—Me cuesta acostumbrarme a lo preciosa que eres. Me dijo que eras la más mujer más encantadora que había conocido, y tal parece que no estaba haciendo exageraciones.
Con menos elegancia que la mujer más encantadora que un hombre hubiese conocido, escupió el trago de agua de vuelta al vaso. <<¿Alastor había dicho qué?>> Quería pedir que se lo repitiera, pero bebió otro trago para intentar disimular su inapropiada y pésima reacción.
La demonio ciervo se echó a reír.
—Me alegra haberte conocido, Charlotte. No tienes idea de cuánto significa para mí verlo así.
—¿Así?—Consiguió preguntar.
—Feliz—Sonrío nostálgicamente.
Charlie arqueó una ceja. Alastor era literalmente el más sonriente que jamás hubiera conocido.
—No quisiera contradecirla, pero...él siempre está sonriendo—Dijo con un poco de vergüenza.
Abigail la miró con comprensión y negó levemente con la cabeza.
—Siempre oculta lo que siente detrás de su sonrisa, es muy orgulloso...desde niño—Suspiró.
Charlie asintió con la cabeza. Por fin sentía que estaba congeniando con su...suegra.
—Probablemente se moleste conmigo por decírtelo pero...la razón es porque su padre...—Sus orejas se bajaron levemente y Charlie levantó la mano mientras negaba con la cabeza.
—Conozco la historia, no es necesario...—La tranquilizó para subir su animo otra vez.
Abigail abrió sus ojos de par en par y la miró sin poder creérselo.
—¿Te lo dijo?—Parpadeó un par de veces.
—Sé todo sobre él...—Se encogió en hombros.—siempre ha sido sincero...o al menos eso trata.
La mujer de los ojos rojos miraba con atención a la rubia. Eso lo juzgaría ella.
—¿Comida favorita?—Preguntó y entrecerró los ojos.
Charlie parpadeó un par de veces y soltó una pequeña risa.
—¿Está hablando enserio, señora?—Sonrío juguetona, pero al ver como arqueaba una ceja y se cruzaba de brazos supo que iba enserio. Oh vaya. ¿Acaso la estaba probando o algo por el estilo?—Jambalaya...—Respondió con una sonrisa nerviosa. Abigail asintió y se inclinó hacia el frente.
—¿De dónde es?—Volvió a aseverar su mirada.
Charlie sonrío de lado y río. Esa era fácil.
—Luisiana, Nueva Orleans—Dijo como si fuera lo más obvio del mundo.
—¿Pasatiempo?—Le regresó la sonrisa. Tal parecía que si lo conocía bien.
—Siempre está transmitiendo o escuchando la radio...—Río levemente.
Abigail ensanchó su sonrisa y asintió con la cabeza.
—Tal parece que conoces bien a mi muchacho después de todo...—Dijo con entusiasmo y una gran sonrisa.—es una lastima que no lo hubieras visto de niño, si que era todo un encanto—Río.
—Dudo que lo hubiese sido más de lo que lo es ahora...—Negó con la cabeza mientras reía.
Abigail arqueó una ceja y la miró con interés.
—¿Por qué lo dices, querida?
A lo cual, Charlie soltó un suspiro y comenzó a hablar:
—Aún después de casados, sigue teniendo vergüenza de invitarme a salir...—Levantó un dedo.
La pelirroja sonrío levemente y miró con diversión a la rubia.
—Aún sigue sumbiendo la barriga cuando me ve entrar a la habitación...—Levantó otro y no pudo evitar reírse.—no se porqué lo hace, ni siquiera lo necesita de por si ya es muy delgado.
La madre del mencionado no pudo evitar soltar unas risitas de complicidad con Charlie.
—¿Necesito decir más...?—Agregó mientras trataba de no subir tanto el volumen de su voz para no despertar a sus cervatillos.
La pelirroja volvió a reír, negó con la cabeza y levantó ambas manos a modo de rendición.
—Y con un gran sentido del humor además...—Dijo la mujer con una gran sonrisa.
La rubia sonrío de igual manera. Definitivamente este sería un buen cambio en sus vidas. Un nuevo integrante de la familia. Sin duda tenía muchas cosas que deseaba compartir con la madre de Alastor. Era mucho más agradable de lo que parecía. Definitivamente sería bueno visitarla con frecuencia. Las risas nunca faltarían, además le gustaba mofarse del pelirrojo con su madre. Era como si hubiese conseguido una nueva cómplice para cuando quisiera desahogarse de Alastor.
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<<THE END>>