El miedo de Drox © [✔]

By Issealis

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En las sombrías calles de Dunkeld, un tranquilo pueblo donde las sombras esconden secretos y sus habitantes s... More

El miedo de Drox - Sinopsis
[1] El misterioso Drox
[2] Jugando con su mente
[3] Otorgando castigos
[4] Creando el fuego
[5] Avivando el fuego
[6] Expedición de almas
[7] Confundiendo mi esencia
[8] La rabia es color carmín
[9] La venganza de un demonio
[10] Entierro Desdichado
[11] Mínimamente me importas
[12] Lo peor no es el bosque
[13] Mundo contenido
[14] Esto no es sentir
[15] Irreverente
[16] Reducido a cenizas
[17] Ellos tres eran uno
[18] Obedéceme y grita
[19] La hipocresía tiene dos caras
[20] Menos miserable.
[21] Júpiter
[22] La SBCC
[24] Looren-2001
[25] La hija del pastor
[26] La paloma y la corneja
[27] El mal y el olvido
[28] No tengas miedo
[29] Nada fue real
[30] Retorno al caos
[31] Angustia y oscuridad
[32] Tanto dolor
[33] Pacto Sangriento
[34] Quédate Conmigo
[35] Maldición o bendición
[36] Drogas y Alcohol
[37] Condenada
[38] Deseo y tortura
[39] Todo y Nada
[40] Intercambio de Almas
[41] La otra cara de Catalina
[42] Exquisitamente delicioso
[43] Mentalmente estable
[44] Masacre en el bosque
[45] Cinco días
[46] Padre Celestial
[47] Las lágrimas del mal
[48] Looren Teybor
[49] Vínculo Sangriento
[50] Infierno Terrenal
[Cap. Final] Rosas y Jazmines
[Epílogo]
Importante
SEGUNDA PARTE
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[23] Encarcelada

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By Issealis

[Vlots Black]

Encarcelada.

El 24 de septiembre a las 6:15 de la mañana el autobús de la iglesia partió con destino a Perth.

Al primer infierno que iba a pisar en mi vida.

Poco después descubriría que ese no era el peor.

—¿Todo bien, chicas? —preguntó Tavish sentándose junto a nosotras en los asientos del centro, entre todas las personas que cotorreaban a nuestro alrededor, él era el único hombre, además del conductor y que nos hablara directamente no hizo más que sorprenderme.

—Sí, gracias... ¿y tú? —le respondió mi mejor amiga que estaba sentada del lado del pasillo. Yo, por otro lado, dirigí la mirada hacia la ventana, fijándome en los árboles que bordeaban la carretera.

—Estoy bien —Se inclinó hasta nosotras, pero yo no tenía real interés por hablar con él, así que Evaleen fue quien le prestó atención.

—Me alegro por ti.

El camino desde Dunkeld hasta Perth consistía sólo en pasto, hierba, árboles, montañas y hojas.

Se podía ver por momentos pequeños montículos en el horizonte y por la ventana podía percibir lo rápido que pasábamos los árboles que yacían a nuestros costados, luego de ruedas y ruedas, el camino pasó a convertirse en un lugar plano con un bonito pasto que parecía ser buen lugar para acampar en el verano, pero al final se quedaba en lo mismo, el color verde reinando por todas partes y la amplia y larga carretera que simulaba no tener fin.

—¿Estás bien, Vlots? —La voz de Tavish consiguió que apartara mi cara del cristal y que enfocara mis ojos los suyos.

«¿Realmente era posible que algún día fuera mi cuñado?».

Eso sólo pasaría de Drox y yo tener una relación formal, y eso se veía tan lejano, tan imposible, tan distante.

Sería increíble poder acomodarme con él sobre el césped en el jardín de la iglesia a leer un libro de fantasía con la cara apoyada contra su pecho, sintiendo los latidos de su corazón y el silbido de su respiración, mientras él absorbe el aroma de mi pelo y de mi cuello.

Sentarnos en la heladería de los Cromwell a tomarnos una malteada de chocolate mientras conversamos de todas esas cosas que aún nos faltaban por conversar, como el tipo de música que escucha o el champú que le gusta usar para lavarse el cabello en las mañanas, cuáles son sus sueños y que tan imposibles son. Sobre lo poco que le agradan las personas y lo mucho que extraña tener a su madre en casa, aunque no tenga recuerdos de ella curándole una fiebre o acompañándolo hasta que se durmiera.

Caminar cogiéndole la mano por la orilla de una calle abarrotada para no perderlo entre la aglomeración y llevarlo al cine a ver una película de terror.

Quedarme con él y escuchar los susurros de su voz en la oscuridad, mientras dice cosas sarcásticas que seguramente me harían sonreír o enojar, porque nunca sé que cosas son las que saldrán de su boca, y sin importar nada lo quería todo con él.

Quería todo eso.

—Sí, estoy bien —respondo tranquila aun pensando en él—. Tu hermano tenía fiebre anoche, ¿sabes si se sintió mejor?

Tavish frunció el ceño analizando mis palabras.

—No sabía que tenía fiebre —responde cruzándose de brazos—. Con razón estaba tan extraño en la mañana.

Lo miro de reojo, que preguntara por él no comprobaba que me interesara.

—Él siempre es extraño —dice Evaleen a mi lado como quien no quiere la cosa, envolviendo bien la bufanda rosa que llevaba en el cuello—. ¿Cómo podrías haberlo adivinado?

—No digas eso —le recrimino—. Es una gran persona, sólo que ustedes no lo entienden.

—¿Y quién dice que la gente extraña es mala? —pregunta mi amiga—. Yo no dudo de su bondad —insiste sarcástica y pongo los ojos en blanco.

—Eres hija del pastor, no deberías estar criticando al hermano del presidente del grupo de jóvenes —Intento defenderlo—. Ni a nadie, en realidad. ¿No escuchaste el mensaje de Iver el domingo?

Ella se ríe.

—Cálmate, ¿por qué te pones así cuando se trata de Drox? —Me quedo frisada ante su pregunta.

Me había olvidado por completo de que Tavish nos escuchaba, así que no me sorprendió demasiado que estuviese mirándome con ambas cejas elevadas, entretenido con la burla que me hacía mi supuesta mejor amiga.

¿Cómo me preguntaba algo así frente a Tavish?

Él no conocía la afinidad que existía entre Drox y yo.

—¿Así cómo? —Elevo la barbilla mirándola con dignidad—. Lo haría por cualquier otro miembro, ¿no lo sabes?

—Sí, por supuesto —dice la rubia soltando una risita que oculta bajo la bufanda, luciendo tiernísima.

Si no fuera tan susceptible le pegara.

—¿Trajeron celulares? —cuestiona Tavish cambiando de tema—. No son permitidos, deberán entregarlos en la entrada.

Eso me deja atónita.

Evaleen y yo compartimos una corta mirada y para Tavish debió ser fácil adivinar la respuesta.

—Tavish, necesito tener mi celular —le comento, sabiendo que sólo él podría ayudarme y que sólo lo decía por Drox—. Hay alguien urgente con quien debo comunicarme esta noche.

—Es cierto —asegura mi amiga—. Estará en silencio y no nos meteremos en problemas, por favor, ayúdanos.

—De acuerdo, llegaremos en una media hora —murmura el castaño—. Apáguenlos y dénmelos, se los devolveré cuando ya estemos adentro, a mí no me los quitan porque sólo estaré esta noche y como confío en su prudencia.

—Me agrada el Tavish menos estirado —suelta mi amiga—. En otros momentos nos hubieras delatado y castigado.

—Respétame, era chismoso, pero no chivato.

Me río mientras busco mi celular dentro de mi mochila, haciendo lo que él me había pedido.

Si debía usar a su hermano como burro de carga para poder hablar con él, claro que lo haría.

Tavish guardó nuestros móviles en los bolsillos más pequeños de su mochila negra, nadie dijo nada e incluso se alejó de nosotras cambiándose de asiento para que no pareciera sospechoso.

—Está cambiando Tavish, ¿no es así?

—No lo creo —respondo mirándolo al frente hablando con las otras chicas—. Seguro Drox le dijo algo sobre nosotros, ¿no viste que ni se sorprendió de lo dijiste?

—¿Drox? —Se ríe—. No creo que vaya por ahí hablando de chicas. Se ve muy serio para caer en eso.

—Yo no soy cualquier chica —digo observando el guardapelo en mi cuello.

Ella también lo mira.

—¿Y eso? —Abre los ojos sorprendida—. ¿Él te lo dio?

—Sí, ¿qué pasa?

—Hace tres años lo vi en el puesto del señor Bowie —insiste—. Me pareció encantador y quise comprarlo.

—¿Y por qué no lo hiciste? Es muy bonito.

—Porque me dijo que era una promesa de amor eterno y que sólo podía comprarlo un hombre realmente enamorado para regalárselo a la mujer con la que pasaría el resto de su vida. No es cualquier colgante, Vlots, no puedes perderlo por nada del mundo. ¿En serio ustedes dos se aman tanto? Ni siquiera puedo creerlo.

—Tampoco yo —respondo, pero la ilusión ya estaba palpable en mi ser para ese momento. Según él no era nada, no obstante, significaba más de lo que él habría esperado, ¿será que ya sabe lo que expresa? Drox no es una persona caracterizada por ser romántica, o al menos cariñosa, pero suponía que si lo había comprado era porque el señor Bowie le había contado la historia.

Entonces las fechas no concordaron con nosotros...

—¿Sabes cuándo lo quitaron de la vitrina?

—Hace como dos años —Parece ilusionada—. No puedo creer que estuviera enamorado de ti durante tanto tiempo.

O tal vez no lo había estado...

Me quedé en silencio soltando la gargantilla en mi cuello, sintiéndome un tanto decepcionada.

El frío metal contra mi pecho sólo había aumentado el dolor que me hacía experimentar aquella revelación.

Yo lo había preferido a él ante cualquiera, ¿pero él realmente me había elegido a mí?

Quince minutos más tarde pasamos por la rotonda de Perth, luego de hacer una parada en un baño público porque Bedelía estaba desesperada por hacer aguas menores. Rodeamos las calles de la ciudad, pasamos por unos parques saturados con palomas, por varias tiendas de altas construcciones con muros antiguos y fue cuando llegamos al convento en el que se realizaría el retiro.

Un grupo de siete monjas nos esperaba en la puerta, paradas sobre el césped una junto a la otra, como si hubieran ensayado sólo para aquel momento. La madre superiora se encontraba en el medio de todas y estaba encorvada, obteniendo un aspecto mucho más demacrado y el doble de mayor que el de la señora Houston.

Todas bajamos del autobús de forma organizada, llevando nuestras maletas en mano hasta quedar formadas en hileras frente a ellas, sólo para ser observadas minuciosamente como si fuéramos la prueba viviente del pecado.

Ninguna de nosotras se atrevió a decir nada y fue entonces cuando Tavish se acercó saludando con naturalidad y con una sonrisa a todas y cada una de las religiosas, extendiéndoles su mano.

Incluso yo que era cien por ciento devota sentía miedo ante la mirada de las siete ancianas.

—Bienvenidas —dice la anciana apoyándose de su bastón, mirándonos con los ojos entrecerrados, sus ojos estaban grises como si estuviera ciega, pero estaba claro que no lo era—. No se permiten comida, celulares ni ningún otro tipo de aparato que no sea más que su ropa, su biblia y su crucifijo. ¿Está claro?

Excelente acogida, señora...

—Sí, madre Katriona —respondimos todas sin atrevernos a mirarla a los ojos.

¿Será que se ofendería si se le mira fijamente?

Todas las chicas pasaron al frente dejando sus pertenencias en una caja y mi corazón volvió a latir con naturalidad cuando no se lo pidieron a Tavish.

—Escojan sus parejas, las habitaciones serán divididas en grupos de cuatro personas —informa, y Evaleen y yo al instante nos cogemos del antebrazo.

No me quedaría sola en una habitación con ninguna otra chica de la iglesia, a penas las soportaba cuando estábamos en el pueblo.

En total éramos veintiocho chicas, así que cada monja se hizo cargo de cuatro de nosotras.

—Sigan a las hermanas hasta sus habitaciones —Todas accedimos a obedecer las palabras de la madre Katriona y nos adentramos por los oscuros pasadizos formados con divisiones entre los muros tallados en piedra antigua.

Todo se veía muy lóbrego, mi piel incluso se había erizado en repetidas ocasiones, si bien era religiosa nunca me había alojado en un convento, ni tan lejos de casa, era la primera vez que dormiría sin mis padres cerca.

El monasterio tenía forma rectangular, o eso creía yo, debido a que así se admiraba a simple vista, el pasillo estaba totalmente cementado y bordeado por columnas llenas de enredaderas que seguían un camino hasta unos matorrales que bordeaban todo el convento, donde surgían unas preciosas rosas blancas justo al frente de un estanque circular centralizado en el que flotaban unas cuantas hojas con flores de loto, blancas y rosas, en un jardín al que al parecer invertían mucho tiempo.

Había árboles que rodeaban todo el lugar, pero no parecía tan alejado de la ciudad como lo estaba Dunkeld, si bien todo se sentía muy extraño, no me sentía atrapada por los bosquejos, sin embargo, me sentía aprisionada por los muros antiguos.

Un cementerio reposaba al fondo de la gran estructura arquitectónica, pero en él no había bancos, sólo un grupo de tumbas y mausoleos adjuntados unos a otros, como si el hecho de morir te quitara la independencia de tu persona; eso me disgustó demasiado, no obstante, no sería algo que comentaría, simplemente continué con mi camino junto a las demás.

—Mi nombre es Mora Borland —informa la monja de aspecto robusto mientras caminamos por los oscuros túneles con techos ovalados que nos llevarían hasta las habitaciones. Sólo podía ver como el hábito se movía en su cabeza a cada paso que daba, no era demasiado alta, pero marchaba frente a nosotras tan rápido como un rayo de luz—. Pueden llamarme hermana Mora, durante estos ocho días yo estaré a cargo de ustedes y de su estadía.

—Gracias, hermana Mora.

—A las seis de la mañana nos levantamos para hacer la oración, todas deben estar despejadas y aseadas con quince minutos de antelación, así que sería bueno que a las cinco y media ya estén levantadas de sus camas, no se preocupen, yo me encargaré de que así sea.

—¡Sí, hermana...!

La única que parecía realmente emocionada de esto era Cecile, con quien nos había tocado grupo, junto a Bedelía.

—A las siete, cuando hayamos culminado nos juntamos todas en la cocina para preparar el desayuno, siempre será de dos en dos y para eso las turnamos, cuando lo hagan estarán bajo mi supervisión. Recuerden que no son las únicas en este lugar, el convento se hace cargo de un orfanato, de una granja, de un hospital y también de una escuela, así que esto es un hogar para todas esas personas y a las ocho todos estaremos sentados en el comedor que está ubicado en el área sur —Su mano regordeta se extendió de espaldas a nosotras y todas la seguimos con la mirada viendo hacia un pasillo. No entendí. Seguir todas esas reglas a tiempo sería difícil, tomando en cuenta que nos encontrábamos prácticamente en un laberinto—. A las diez de la mañana, tras fregar todos los platos nos dirigiremos al jardín, allí vamos a limpiar los matorrales de las malas hierbas y esto nos servirá como metáfora para arrancar las malezas de nuestras vidas.

—Pero el jardín está perfecto... —Comenzó a decir mi mejor amiga frunciendo el ceño.

—Eso es lo que creemos todos de nosotros mismos, autoevalúate, niña —le soltó con expresión severa, callándola al instante—. Si no hay nada que hacer en el jardín nos trasladaremos hasta la granja. A las once volvemos a la cocina para preparar el almuerzo, pero no se preocupen, si les tocó preparar el desayuno no tienen que hacerlo, el turno será para otra de sus compañeras. De una a tres de la tarde es período de reposo, todas pueden descansar en sus habitaciones o en el jardín, nadie va a interferir con eso, pero a las cuatro debemos estar todas rezando en la capilla, hasta las seis de la tarde, hora en la que se comienza a preparar la cena, si no son las encargadas de prepararla deberán esperar en el comedor atendiendo a los niños y luego acompañándolos a sus camas. A las ocho de la noche se cierran las puertas, nadie puede entrar o salir, están prohibidas las visitas, a menos que sean los padres y está prohibido deambular por los pasillos luego de las ocho treinta, en caso de que alguna desee ducharse debe hacerlo antes de esa hora. Dicho esto, les presento su habitación.

«¿Por qué nadie dijo que esto sería como estar en una prisión?».

Para mi suerte, aquello sólo duraría ocho días, podría soportarlo y se vería bien en mi carta para la universidad, una maestra con experiencia en un orfanato y un convento estaría bien.

—Dios... —Escuché que dijo Evaleen a mi lado.

Por supuesto, aquello no era admiración.

Cuatro camas pequeñas individuales se encontraban pegadas a los cuatro extremos de la oscura habitación, una ventana pequeñísima de forma ovalada se encontraba al fondo en el centro, por la que entraba un patético rayo de luz que no iluminaba el cuarto completo, a la izquierda había un armario de madera que casi llegaba hasta el techo y a cada lado de las camas se encontraba una mesita con un velón.

La pared sobre la ventanita estaba decorada por una cruz de madera, tan grande que parecía ser de mi tamaño, no había lavado y tampoco algo con que ventilarnos.

Era como estar en una jaula, pero sin rejas.

Tuve esa extraña sensación de lo desconocido, como cuando vas por un sendero la primera vez o estás a punto de dormir en la fea casa de esa tía que tienes cinco años sin ver.

—Traeré jabones para ustedes y también pasta dental, si necesitan algo más sólo déjenmelo saber.

—Gracias, hermana Mora.

—Deben estar listas en quince minutos, estaremos en la capilla agradeciendo por su llegada.

La hermana se dio la vuelta dejándonos solas en la minúscula habitación.

—Esto es perfecto —dijo Cecile dejando su maleta junto a la primera cama del lado izquierdo—. Jamás podría estar más feliz.

«¿Esta tipa estará loca?».

Evaleen y yo caminamos en silencio hasta el lado derecho y cogimos las camas que estaban una junto a la otra, yo la del fondo y ella la que quedaba junto a la puerta.

—Sí, coge tú esa —Señalo sentándome en la cama—. Si viene el espíritu de una monja en la madrugada te matará a ti primero.

Cecile se rio, pero Bedelía me miró como si fuera una imprudente.

—Respeta este lugar, Vlots —me suelta disgustada—. Últimamente estás muy cambiada, tú no eras así.

—¿Y a ti que más te da? —le dice Evaleen frunciendo el ceño, malhumorada, que la monja la riñera la había puesto de muy malhumor—. Atiende a lo tuyo.

—Tú tampoco eras así.

—¿Te importa? —Mi amiga parecía de verdad dispuesta a pegarle un zapato en la cara.

—Ay, ya cálmense, niñas —intermedió Cecile—. Disfrutemos de este lugar y hagamos de nuestra estadía un bello recuerdo.

—Si sigues vomitando arco iris y meteoritos te lanzaré por la ventana —le respondió Evaleen justo antes de salir por la misma puerta que se había ido la monja.

—¡No quepo por ahí! —Escuché que gritaba Cecile al tiempo que salía tras mi mejor amiga, apresurándome a seguirla, no me quedaría sola en ese lugar.

Cuando estuve en el primer túnel me sentí perdida, estaba desértico y se percibía un ambiente apesadumbrado, miré hacia ambos lados y me debatí entre darme la vuelta y volver a la habitación con las chicas, pero ya no sabía cuál era y mis ganas de encontrar a Evaleen fueron más grandes que la de encontrar la habitación. Ella estaba demasiado enojada y yo no comprendía por qué.

Anduve de forma absurda por los pasillos intentando encontrar una salida, pero todo parecía llevarme al mismo lugar, por algún momento incluso me sentí asfixiada y no me imaginé a mí misma recorriendo esos pasillos en la madrugada; eran terroríficos y me cargaban de pavor, sentía como si los recorriera con algo pesadísimo sobre mi espalda.

Cinco minutos más tarde, tal vez, miré hacia la izquierda encontrando el jardín con el estanque y caminé hasta ahí intentando encontrar alguna persona que me dijera hacia donde quedaba la capilla, supongo que hasta ahí había ido Evaleen, pero no había nadie, todas las monjas parecían haber desaparecido.

Bordeé el pequeño pozo de agua, repleto de hojas y flores y al no encontrar ni inicio ni cola me di la vuelta volviendo al pasillo del que creía había salido.

Por un instante me detuve y miré hacia atrás, por algún motivo desconocido me sentía observada, di una vuelta sobre mis pies intentado ubicarme y sentí un ligero mareo, que me obligó a detenerme en medio del pasadizo, era imposible ubicarse en aquel sitio tan siniestro.

Me di la vuelta dispuesta a abrir la primera puerta que encontrara y entonces choqué con algo.

O alguien.

¿Iver?

—¿Qué haces aquí? —cuestiono confundida, mirándolo asombrada. Él no había venido con nosotros.

—Kendrick está adentro con Tavish —me dice como si debiera rendirme cuentas—. Vino a despedirse de la madre superiora, volverá en dos semanas a Inglaterra.

—¿Qué?

—¿No te lo dijo?

—Creí que volvía en dos meses.

—Así era, pero al parecer las cosas no salieron como él esperaba —informa encogiéndose de hombros.

—¿Lo dices por el compromiso?

—Sí, descubrió que te gusta alguien más.

—Eso no es cierto —Intento negarme.

—Si lo es —asegura cruzándose de brazos mirándome fijamente con sus ojos grises, como los de Kendrick, él era muy bonito, pero el hecho de ser predicador lo hacía demasiado serio para llegar a simpatizarme—. Te gusta Drox.

—No... ¿De qué hablas?

—Todos lo saben.

—¿Qué? —Eso fue como si un balde de agua helada cayera sobre mi cabeza—. Es una mentira, a mí no me gusta Drox, él está...

—Vlots —La voz cálida de Tavish a mis espaldas interrumpió lo que estaba a punto de decir, él no parecía estar contento—. Ven conmigo.

Le dediqué un asentimiento de cabeza a Iver, despidiéndome y me di la vuelta dispuesta a seguir a Tavish.

—¿Por qué está Kendrick aquí?

—Era uno de los huérfanos —dice tranquilamente—. La madre superiora lo cuidó por cinco meses antes de que se fuera a Inglaterra, siempre que está en Escocia viene a verla.

—¿Tú dónde estabas? ¿Dónde está Evaleen?

—En la habitación, acabo de darle sus celulares —asegura—. No salgas por estos pasillos sola. Y es cierto lo que dijo Iver, todos saben lo tuyo y lo de Drox, tu madre acaba de llamar, dice que te quedarás en el convento hasta que cambies de opinión.

—¿Qué? ¿Cómo es que lo saben?

—Aparecieron unos videos de ustedes en la cámara de seguridad del destacamento. Guarda bien el celular, Evaleen se quedará contigo —Sentí como mis ojos comenzaban a picar de forma inclemente dentro de sus cuencas, nada parecía estar bien, me había tranquilizado porque sólo sería una semana, descubrir que mi estadía en este lugar era algo indefinido sólo consiguió poner mi alma por el suelo—. Prometo venir a verte, todo estará bien, no te preocupes.

—¿Y Drox?

—Aún no lo sé —Sus ojos me miran verdaderamente preocupados—. Él no contesta mis llamadas.

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