Capítulo 5.
—Entonces fuiste despedida —levante la vista encontrándome con Salma, me miraba fijamente mientras entra a mi habitación. La sonrisa en su rostro es de pura felicidad.
Asentí, y continué haciendo la cama.
—Buenos días —saludé, con la cabeza gacha.
—¿Qué fue lo que hiciste? Lisa, ni yo soy tan tonta para solo durar tres días en un trabajo —se burló ella.
—Si tú no trabajas —murmuré, bajito.
—¿Qué es lo que dijiste?
—Nada, olvidalo.
Era verdad, Salma jamás ha trabajado, papá es quien se encargaba del dinero de la casa cuando estaban juntos. Era ella quien se encargaba de las tareas domésticas y me cuidaba, es lo que puedo recordar. Y cuando se separaron, tampoco lo hizo, y continuamos recibiendo la pensión de papá.
Lo que sí es un misterio es lo que hace todos los meses que estoy en el internado. Ni papá ni yo sabemos.
—No te atrevas a compararme a ti, yo soy muy diferente.
Suspiré, ignorando su comentario. Sinceramente me siento decaída y con pocas ganas de hablar. Me siento peor cuando recuerdo que no dure ni una semana y he vuelto a donde empecé.
Necesito un nuevo empleo con urgencia.
—¡Oye! —exclamé, sobresaltada. Salma me tiró una almohada, no lo vi venir y me cayó en la cara.
—¿Qué?
—¿Cómo qué? Me he asustado —dije, me puse de cuchillar y recogí la almohada que yacía en el piso.
—Es lo que pasa cuando no prestas atención a mamá. Te estoy hablando, responde cuando hago una pregunta —Salma me regaño. Hice un puchero.
—¿No es lo que siempre dices? —alce los hombros, luego me dejo caer sobre la cama—. Cuando hablas, no tengo que interrumpir.
—Por esta vez, sí. Responde a lo que pregunto —enfatizó. Salma pestañeó tres veces.
—Ok —es lo único que respondo sin alargarlo más.
—Voltea, sienta bien —me ordenó. Giro hacia mi mesita de noche y deslizó con su mano lo que había sobre. Voltee los ojos, tendría que ordenarlo después.
—¿No era más sencillo sentarse también en la cama? Hay mucho espacio aquí —entendí mis manos mostrando que había espacio de sobra.
—Tu cama es muy suave. No ayuda a mis dolores de espalda —Salma arrugo la nariz.
—Procura no usar tanto los tacones... tal vez sean la razón de tus dolores.
—Eso no mi cielo, los usaré cuanto quiera. Me veo fabulosa y así me quedaré —dijo, orgullosa. Salma sonrió.
Encogí los hombros.
—Entonces... ¿De qué querías hablar? —pregunte, cambiando de tema.
—Ah, sí. ¿Por qué te despidieron? No es que me importe, pero me gustaría saber.
—La cosa es, una clienta me acusaba de engañada con un vino y repetía varias veces que era una mentirosa. Cuando le explique los hechos lo negó rotundamente. Después de eso me abofeteo y solamente se lo devolví — expliqué, apenada.
Tal vez si no hubiera devuelto la cachetada no estaría desempleada. Joder, me quiero pegar a mi misma.
Actúe por impulso y caí en la provocación.
—¿Te abofeteo?
—Sí.
—¿Y tú le diste otra bofetada? —Salma levanto una ceja, su expresión era seria. No sé cómo debía tomarlo, así que únicamente esperé a que terminará de hablar.
Sonrió ampliamente y me asusté.
—Bien hecho.
Abrí la boca, impresionada. Proceso sus palabras, rara vez estamos en la misma sintonía y me dice que hice bien. En general recibo regaños o solamente no habla al respecto. Por un momento mi mente se desconectó.
—¿Ah?
—Como lo oyes, Lisa ¿Cómo esa vieja va a golpearte? ¿Qué le pasa? —sus cejas están fruncidas, y mira a otra dirección. Luce enojada y pensativa—. Dime su nombre, la iré a buscar.
Sonreí.
—No es necesario, ya estoy despedida —le resté importancia al tema. Encogí los hombros.
—Soy la única quien puede corregir a mi hija —dijo, alzó el puño al aire y lo apretó.
Inmediatamente se me eriza la piel. Escuchar a Salma tan protectora conmigo me hace recordar que a veces tiene sus momentos y no siempre es tan gruñona.
Se siente agradable, aunque sea por poco tiempo.
—Entonces conocí a Sofía Wolf —solté. Salma enfocó toda su atención.
—¿Y, cómo es ella?
—Fue poco lo que hablamos pero es agradable.
—Y como no lo sería. Es hija de Rosa Wolf, la abuelita es un encanto. Además es dueña de grandes cadenas de restaurantes por todo el estado y parte de Europa —me contó, entusiasmada —. ¿Conociste al esposo de Sofia Wolf?
Negué con la cabeza.
—¿Por qué?
—Por nada, no es importante —dijo Salma, relajada—. Y Lisa, ¿Buscarás otro empleo? Necesitas el dinero.
—Sí. ¿No te opondrás, no?
—Para nada, mientras aceptes a Omar. Por mi bien —Salma se tomó un segundo para pensar, y aquí vamos otra vez con lo mismo. Juraba que lo olvidaría, me equivoque—. Te sacaré del internado si me desobedeces.
Suspiré.
—Por eso buscaré otro empleo.
—No tendrás tiempo.
—Haré que alcance.
—¿Estás segura? Las vacaciones son cortas.
No lo sé.
—Sí.
—¿No es más sencillo aceptar lo que te dije? Solo es decir si y ya. No es necesario que aún te guste Omar —me cuestionó, bastante segura.
—Lo conseguiré.
—¿Es tu última palabra? No tocaré más el tema de ahora en adelante.
—Sí.
—Perfecto —se puso de pie y salió de mi habitación dejándome sola.
El resto de la mañana me dediqué a ordenar la casa, limpie todas las lunas existentes, el piso y los baños del primer y segundo piso. Incluso preparé el almuerzo. Todo, excepto la habitación de Salma, ese estaba prohibido y era ella la única que podía hacerlo.
Fue un alivio, menos por hacer.
Pero a pesar de hacer todo me sigo sintiendo inútil, que he hecho nada productivo.
—Mierda —hice un quejido. Solté la cuchara encima de la mesa, sople mi labio. Me queme con el pedazo de carne.
Me levanté de mi silla y fui a servirme un vaso de agua. Lo bebo de a poco hasta que noto a Salma ingresar a la cocina. Dejó el vaso en el lavado.
—¿No almorzarás? Hice para las dos. —ofrecí, con cortesía.
Ella le echó un ojo a mi plato y arrugo la nariz.
—No se ve apetitoso, dudo que tenga buen sabor.
—Pero para poder saber si esta apetitosa tienes que probarlo, no solo verlo —expliqué, me acerqué a la encimera y preparé una cucharada.
—No es necesario, te conozco Lisa. En definitiva la cocina no es lo tuyo... —Salma sonrió.
Suspire.
—Como sea.
—¿Qué te pasó en el dedo?
—Me corté —dije, viéndome la herida. Hice una mueca se veía bastante fea la herida. Puede hasta que tenga pus.
—Se ve asqueroso.
—Lo limpiaré luego.
—Menos mal—el teléfono de Salma empezó a sonar, reviso y saco su teléfono. Una sonrisa apareció en su rostro al verlo—. Almorzaré afuera por estos días, estaré de vuelta el lunes.
—¿Te vas?
—Adiós —eso fue lo último que dijo y salió de la casa. Intente alcanzarla, pero no pude, y termina dejándome atrás. Observe por la ventana como sube a una minivan polarizada, enciende el motor y se pierde en la carretera.
Gire media vuelta para volver a la cocina, la idea de quedarme sola hasta el lunes sin duda es grandiosa.
Ya sentada en la mesa me dispuse a continuar la mesa antes de que interrumpieran y me quemara el labio.
—Pollo, papas y ensalada. Nada mal.
Mi teléfono vibró a un lado sacándome de mis pensamientos, lo alcance con mi mano y conteste la llamada.
...
El fin de semana llegó, y como lo prometió Salma no apareció. Cabe la posibilidad que esté saliendo con alguien, fue lo primero que pensé, pero también puede que se haya ido a un viaje por trabajo. De inmediato descarte lo del trabajo porque ella no tiene empleo, o tal vez lo tenga y no sabía.
—Mmmm... Me gustaría saber.
Bostece, agite la cabeza. No quería dormir aún.
Tome en mi mano el control remoto del televisor y empecé a cambiarlo a lo loco buscando una buena película para ver. La saga completa de crepúsculo o la de Harry Potter, las dos me fascinaban, pero me tenía que decidir por una. La otra la dejaría para el siguiente fin de semana.
—Lo siento Harry, el guapo de Edward Cullen ha sido mi crush desde que salieron las películas. Así, todo lo introvertido que sea me parece lindo, perdón. Pero ajá soy de Gryffindor… ¿?
Observe el peluche de Harry y le tape los ojos con una manta, mientras el de Edward lo agarre y lo acurruque en mis brazos.
Si bueno, lo que no te mata te hace más fuerte.
Al instante que estoy por darle play a la primera película cuando el timbre suena.
—¿Pero quién se atreve a interrumpir mi noche de película?
Con pereza me levanté del sofá, tomé un puñado de palomitas y caminé descalza hasta la puerta. Abrí.
—Eres tú, Eliot.
No era necesario decir lo obvio, realmente estaba parado en mi puerta.
Lo vi relamer su labio inferior, y con sus manos arregló su gorra.
—Pasa —lo invité a entrar. Solté el pomo y está se abrió.
—Hola, Lisa —me saludo por fin. Sonreí viéndolo ingresar a casa. Lleva puesto un suéter gris, un jean y unos converse negros.
—Hola, Eliot. Siéntate en el sofá, estaba por ver una película —conté, mostrándole una sonrisa—. ¿Qué te parece?
Ya sentados en el sofá se servirá lo que había en la pantalla.
—¿Vampiros?
—Vampiros sexis.
Eliot sonrió, esta vez cerró los ojos dos segundos, luego los abrió. Un gesto que tengo el gusto de ver, se ve tierno.
Oh.
—Eso sí, no está en discusión —respondió, asentí enseguida—. Pero no es por eso que vine, es por otro tema.
Tomó una bocanada de aire.
—El restaurante.
—¿Por qué no vienes a trabajar? Quiero decir, fuiste despedida injustamente.
—Fui despedida.
—Puedo hablar con mi madre.
—No es necesario, estoy bien.
—No hiciste nada malo.
—Le tiré una bofetada frente a los clientes, Eliot.
—Merecía eso, tú solo le devolviste la bofetada —alegó, con seguridad.
—También lo pensé, pero caí en su provocación y perdí los papeles —me expliqué.
—Te defendiste.
—Era una trabajadora, no debía. Suena injusto, pero no fue lo correcto.
Eliot frotó sus manos entre sí, suspire.
—Pero ajá, conseguí un nuevo empleo —levanté mis manos al aire, era una gran victoria y me sentía aliviada.
—¿Lo hiciste? Quiero decir, es genial —Eliot comentó, más relajado.
Asentí.
—Ayer a mediodía papá me llamó y hablé con él por una hora, no estoy segura. Tal vez más.
—¿Y?
—Ahora está trabajando en la portada junto a una escritora, no recuerdo el nombre, pero su apellido termina con La.
—¿La?
—Sí, es pelinegra y bajita. Papá me ha contado que no es muy conocida, pero va por buen camino. Papá habla maravillas de ella.
—Mmmm, me dieron ganas de leer sus libros.
—Lástima que esté en otro idioma —puse cara triste.
—¿Entonces? —Eliot inclinó su cuerpo hacia adelante, puso su mano sobre el sofá y se apoyó en él.
—¿Ah? Espera, aún no llegó en lo que consistirá mi empleo. Ella prácticamente necesita una intérprete de francés y tu servidora sabe francés —me señalé con mi pulgar a mi misma.
—¿Sabes francés?
—Si, me enseñaron los primeros años en el internado. Aprenderlo fue difícil, pero después de mucha práctica resulta que lo encontré sencillo.
Eliot se quedó viéndome, inclinó ligeramente su cabeza hacía a un lado y sonrió.
—Viste que tienes talentos ocultos. No exactamente talentos le diría yo, algo más acertado sería una habilidad.
—No sé.
—¿No?
—No lo veo así. No lo veo como un talento, mucho menos una habilidad —Eliot hizo una mueca, presione mis labios entre sí y finjo reír.
—Mmmm. ¿Cómo lo ves tú, Lisa?
—¿Yo? Este, como algo que aprendí y ya. Está ahí, no lo veo como algo especial.
—¿Por qué?
No supe qué responder, quedé en blanco. Intento encontrar una respuesta para su pregunta, pero no tengo nada en mente.
Eliot aclaró su garganta, — ¿Cómo está tu herida?
—¿Eh? —balbuceé.
—La herida en tu dedo gordito —señalo mi dedo.
—¿Ah? —volví a balbucear.
Sin decir nada Eliot se acerca más a mi lado el sofá y toma mi mano entre sus manos.
—Ah, eso. Mejor que antes, ya no sangra.
Pero si sale pus.
Sonreí, nerviosa.
—¿No lo ves raro?
—¿Cómo así? —levanté una ceja.
—Aplastado, como aplastado.
Eliot reprimió una sonrisa, luego se le borró.
—Por el amor de Dios, puedo ver el pus. Lisa.
Agache la cabeza verificando lo dicho por él, efectivamente tenía razón. Tape mi boca con mi mano.
—Lo lavé hace horas, lo juro.
—¿Segura?
—Por supuesto. Si lo hubieras visto hace rato te hubiera dado asco —arrugue la nariz, recordando que hice una limpieza.
—¿Estaba peor?
—Peor no. Masomenos. No sé.
Sonreí. Eliot me fulminó con la mirada, amplié mi sonrisa, deje de sonreír cuando me note que eso no tranquilizaba a Eliot.
Por lo tanto con mano libre acerque mi dedo índice hacia la comisura de su labio y lo levanté intentando hacerle sonreír.
Se veía raro, porque todo su rostro estaba serio y solo un lado sonreía. Me reí en su frente.
—¿Sabes qué pienso?
—Dime. ¿Qué es lo que piensas?
—Pues…
El timbre sonó de repente, ambos volteamos hacia la puerta.
—¿Esperas a alguien?
Menee la cabeza.
—No realmente —respondí, el timbre volvió a sonar. Me puse de pie y caminé hacia la puerta.
—¿Quién es?
—La policía, estamos buscando a Eliot Wolf —mi mano quedó en la perilla a medio girar.
Giré la cabeza en dirección a Eliot, él encogió los hombros y se veía igual de sorprendido que yo.
Le hice señas, pero tampoco entiendo que sucede.
—¿Por qué te busca la policía?—murmuré bajito.
—No lo sé. No hice nada malo.
—¿Cómo que no hizo nada señor? Es el más buscado, salga de ahí. No sé resista a la autoridad —hablo desde el otro lado de la puerta.
Abrí los ojos como plato.
—Nos escuchó —dije, apreté mis labios.
—Si, ahora abre la puerta señorita.
Trague grueso, y abrí la puerta.
Rápidamente las dos personas afuera empiezan a reírse a carcajadas, mientras tanto Eliot se pone de pie y se acerca hasta donde estamos. Los reconozco de inmediato. Es la prima y amigo de Eliot.
—Par de idiotas.
—No estuvo tan mal —dijo Miguel, se limpió las lágrimas que salieron por reírse mucho—. ¿Viste la cara de Eliot? Joder, debí tomar una foto.
—Lo vi. Lisa tú también tienes la expresión de Eliot cuando se asusta.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —preguntó Eliot, ya con sus brazos cruzados
—Te seguimos. Pero volvimos por comida y, heme aquí—Patricia alzó sus dos manos con bolsas de un conocido local de hamburguesas—. Mira lo que trajimos.
Estoy muy segura de que mis ojos están brillando. Amo las hamburguesas con todo mi corazón.
—Pasen, pasen. Pónganse cómodos. Mi casa es de ustedes —dije, puede que haya hablado muy rápido.
Eliot volteó los ojos, pero no dijo nada al respecto por lo que no lo tomó mal.
Diez minutos después los cuatro estamos reunidos en la encimera de la cocina, las hamburguesas, papitas, ensaladas, dulces y los cuatro vasos de soda se encuentran al centro.
Relamí mis labios.
Cada uno tomó una hamburguesa y empezó a comer por su cuenta, sin decir nada. Solo disfrutando de la comida y del agradable silencio.
—¿Pongo música? —preguntó Paty.
Asentí con la cabeza
—¿Qué les gustaría?
Cuando mi boca pasó la comida respondí a la pregunta—. 1989.
—Patricia, deja que termine de comer—dijo Eliot.
—Disculpa, seré rápida.
Paty le mostró la lengua.
—¿El álbum de Taylor Swift? —preguntó Miguel, curioso.
—Si, me gusta.
—A mí también.
Sonreí.
—Ok, lo pondré —Paty me dedicó una sonrisa.
—Disfruten de la música.
Sin duda es una noche increíble.