SOCIEDAD LIMITADA

By inmymangoera

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Una nueva vida. Un pasado oscuro. Viejas promesas. Reencuentros. Palabras no dichas. Sentimientos inesperados... More

Nota del Autor
Capítulo 1: Libertad
Capítulo 2: Enemigas
Capítulo 3: Me jode no vivir como yo sé vivir
Capítulo 4: Rencor
Capítulo 5: Amargo reencuentro
Capítulo 6: Melancolía
Capítulo 7: Perdonar no es fácil
Capítulo 8: Jugando con fuego
Capítulo 9: Un cordón que no hemos podido cortar
Capítulo 10: Sociedad
Capítulo 11: Planes
Capítulo 12: Como en el póker
Capítulo 13: La línea roja
Capítulo 14: Déjate llevar
Capítulo 15: No somos nada
Capítulo 16: Tregua
Capítulo 17: El atraco
Capítulo 18: Secuelas
Capítulo 19: Distancia
Capítulo 20: Segundas oportunidades
Capítulo 21: Tentación
Capítulo 23: Heridas abiertas
Capítulo 24: El ying y el yang
Capítulo 25: Cuando la magia se rompe
Capítulo 26: Soledad
Capítulo 27: La puta vida duele
Capítulo 28: A partir de ahora
Capítulo 29: Un amor que no se olvida
Capítulo 30: El tiempo no perdona
Capítulo 31: Lo más sencillo es complicarlo todo
Capítulo 32: Siempre regresamos al lugar donde fuimos felices
Capítulo 33: Feliz año
Capítulo 34: Año nuevo, vida nueva
Capítulo 35: De cara al pasado
Capítulo 36: Que jodido es el amor
Capítulo 37: Rabia, dolor y celos
Capítulo 38: Con todos tus demonios
Capítulo 39: Mi futuro eres tú
Capítulo 40: Construyendo una vida
Capítulo 41: La vida que nunca imaginé
Capítulo 42: Apuesto por ti
Capítulo 43: Contigo hasta el fin del mundo
Capítulo 44: La vida siempre da sorpresas
Capítulo 45: Por encima de todo
Capítulo 46: El comienzo de una nueva vida
Capítulo 47: Un futuro desconocido
Capítulo 48: Nada dura para siempre
Capítulo 49: Hasta las últimas consecuencias
Capítulo 50: Dispuesta a todo
Capítulo 51: Sacrificio de amor
Capítulo 52: Mientras haya vida
Capítulo 53: Te espero con los brazos abiertos
Capítulo 54: Después de la tormenta
Capítulo 55: Cuando todo encaja
Capítulo 56: Amor a primera vista
Capítulo 57: Caóticamente hermosa
Capítulo 58: Nuestro pequeño escorpión
Capítulo 59: He cambiado
Capítulo 60: Necesidad
Capítulo 61: Deseo
Capítulo 62: La mejor Navidad
Capítulo 63: Cada día es una aventura
Capítulo 64: Primer aniversario
Capítulo 65: El resto de nuestras vidas
Capítulo Final: Sociedad Ilimitada

Capítulo 22: No puedo resistirme a ti

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By inmymangoera


Con la aceptación interna de sus sentimientos vinieron las dudas, los miedos y las luchas contra ellas mismas.

Para Macarena no había sido tan sencillo aceptar que estaba enamorada de Zulema, la misma mujer que alguna vez la hizo sufrir tanto. Podría parecer que lo había olvidado todo, y que lo pasado se había quedado donde correspondía; en el pasado. Pero lo cierto era que una parte de ella se reprochaba a sí misma que se hubiera permitido sentir esto que sentía por la mujer mayor. Ni siquiera sabía en qué momento sus sentimientos habían cambiado tanto y pasó del odio intenso a un sentimiento inexplicable que la quemaba por dentro recordándole que en cuestiones del corazón nadie manda. A causa de la obsesión de la morena por su libertad sufrieron demasiadas personas, incluida toda su familia. También perdió un hijo a manos de Zulema, y durante mucho tiempo la odió con todas sus fuerzas y demasiadas veces quiso verla muerta. Por eso ahora no entendía cómo es que de sentir eso, en estos momentos lo único que quería era abrazarse a ella y que sus brazos no la soltaran jamás. Se preguntó si había algo mal en su cabeza, tal vez era una predisposición suya ir siempre a por la persona que iba a joderle el corazón hasta dejárselo hecho mierda. Lo mismo le había pasado con su antiguo jefe, por el que entró a la cárcel y toda su desgracia comenzó. Desde el primer momento Maca supo que esa relación no le convenía, y aún así se lanzó de cabeza a ella y al final terminó pagándolo muy caro. Quizá con Zulema estaba repitiendo la historia, cayendo en la tentación de lo prohibido, lo complicado, lo tóxico. Probablemente algún día se arrepentiría de querer estar a su lado, como lo hacía todos los días de haberse dejado enamorar por aquel hombre. O tal vez no, quizá esta vez fuese diferente y las cosas no terminarían tan mal. En realidad no podía saberlo, porque este sentimiento por la morena era tan inesperado como todo lo que había pasado en su vida desde que puso un pie por primera vez en Cruz del Sur. Desde ese día su vida había sido una jodida montaña rusa de eventos y emociones donde muchas veces terminó con el corazón hecho cachitos. Las dudas ahora la invadían, se preguntaba si Zulema era capaz realmente de estar con ella como le había dicho que quería. No podía negar que le asustaba pensar que tarde o temprano algo saldría terriblemente mal y sufriría las consecuencias de haberse dejado llevar, e ir incluso por encima de esa parte de su cerebro que le enviaba señales de alerta. Pensó en sus padres muertos y se sintió muy mal, se cuestionó qué sentirían ellos al saber que estaba traicionando sus recuerdos por entregarse en cuerpo y alma a la persona que directa o indirectamente había sido la causante de su muerte. Sin embargo, todas esas dudas y sentimientos de lucha contra sí misma quedaban a un lado cuando miraba los ojos de la morena y se perdía en ellos como si allí se encontraran todas las respuestas del universo. Luego cuando sus labios cálidos la besaban se sentía incapaz de pensar más y simplemente se dejaba llevar, no siendo capaz de resistirse a esa fuerza casi magnética que la otra mujer ejercía sobre ella.

Las dudas de Zulema no eran muy diferentes a las de Macarena, claro que, eran vistas desde otra perspectiva y eso por supuesto cambiaba un poco las cosas. La morena era consciente del daño que le había hecho a Maca, y era precisamente esa consciencia lo que la distinguía de los monstruos. No se consideraba a sí misma uno, porque al menos reconocía cuando hacía algo mal y hasta se sentía mal por ello. Siempre decía que la culpa era el sentimiento más inútil de todos, pero eso no significaba que fuera incapaz de sentirlo. En su vida había jodido a mucha gente, de manera directa e indirecta, a veces a posta y en otras ocasiones como simple daño colateral. Pero en su paso por la tierra había hecho sufrir a demasiadas personas. Su hija, su gitana, Hanbal, y Macarena. Eso por mencionar solo algunos, porque sabía que eran muchos más de los que podía contar. No era buena para las relaciones, y eso lo tenía muy claro. Cada una de las que tuvo con las personas antes mencionadas las había arruinado de alguna manera u otra. La mayor parte del tiempo no se le daba bien hacer de madre, ni de novia, y tampoco de amiga. Por eso temía a lo que ahora estaba sintiendo por la rubia, estar enamorada de ella podría ser un problema si no lo manejaba bien. El último novio que tuvo había terminado muy mal, y ella había sido la culpable. Su miedo era que terminara dañando a Macarena de alguna forma, bueno, de hacerle más daño del que ya de por sí le había hecho. Se arrepentía de haberla hecho llorar y sufrir tanto en el pasado, realmente hubiera querido echar el tiempo hacia atrás y cambiar todo lo que hizo. Pero a la misma vez sabía que la parte animal de sí misma probablemente no dudaría en volver a lastimarla si llegara a ser necesario. Porque así era ella, había nacido con el veneno adentro y la vida tan jodida que había tenido se había encargado de sacarlo todo hacia afuera. Lo que más le aterraba era entregarse a una relación con la mujer más joven y que si las cosas se ponían difíciles, ella acabara haciéndole algún daño. Eso no se lo perdonaría jamás, no ahora que su corazón latía diferente por la puta rubia que tenía junto a ella. La había hipnotizado con esos ojos tan bonitos y los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando sonreía. Por momentos la miraba y todas sus dudas y temores parecían desaparecer. Era como si en ella hubiera algo tan bueno y bonito que complementaba su maldad y el veneno que llevaba por dentro. Casi como el antiguo concepto del taoísmo del ying y el yang; dos fuerzas opuestas que se complementan para crear un círculo perfecto.

...
Se habían quedado en silencio después del beso tan amoroso que habían compartido. Ninguna se las dos dijo nada cuando separaron sus bocas, solo se quedaron allí abrazadas y mirándose sin hablar. Luego de algún tiempo Maca volvió a desnudarse ante la atenta mirada de Zulema y se recostó en la cama junto a ella, metiéndose ambas bajo las cobijas. Sus cuerpos se buscaron como dos imanes y se fundieron en un abrazo. Algunos minutos pasaron y ellas todavía no hablaban, a veces no hacía falta, pues en ocasiones el silencio puede decir más de lo que las palabras pueden expresar. Macarena tenía la cabeza recostada sobre el pecho de Zulema, y la morena la tenía rodeada con sus brazos mientras pensaba en lo bien que se sentía tener a alguien a quien abrazar. Durante mucho tiempo creyó que no le hacía falta nadie para vivir, que solo se necesitaba a sí misma, pero hoy comprobaba que no existía mayor mentira que esa. Nacimos solos, sí, y solos vamos a morir. Pero en el camino la soledad nunca es buena compañera, siempre hace falta el calor humano para conectarnos con nosotros mismos.

—Te has quedado muy callada. —dijo la rubia siendo consciente de que ella también había permanecido en silencio durante mucho rato. —¿En qué piensas? —le preguntó girando un poco la cabeza para poder mirarla sin tener que alejarse de ella.

—En todo, y a la vez en nada.

—Nos pusimos profundas eh. —bromeó Maca con una risita, Zulema sonrió.

—En realidad estaba pensando en nosotras. —comenzó a explicar causando que Macarena saltara de gusto por dentro al escuchar que de alguna manera existía un nosotras. —En todo lo que hemos pasado desde que nos conocimos, en su mayoría cosas malas, y no sé... supongo que estoy tratando de entender cómo fue que llegamos hasta aquí. —miró a la rubia a los ojos preguntándose qué había hecho para merecer esa mirada tan dulce de parte de ella cuando la había jodido tanto en el pasado. —¿Tú de verdad quieres estar conmigo a pesar de todo lo que te hice?

Maca pareció pensarlo, pero la respuesta no tardó en llegar a ella cuando vio en los ojos de la morena una ternura que nunca antes había notado en su mirada.

—Una parte de mí me dice que estoy loca y me envía señales de alerta advirtiéndome que corra ahora que todavía puedo. Pero otra me grita que me deje llevar, que no piense en nada, que me entregue a lo que quiero. —su barbilla descansó en un seno de Zulema y sus labios quedaron muy cerca del pezón, el cual besó con suavidad. —Y estar contigo es una de ellas. —a cambio de la confesión fue recompensada con una sonrisa dulce de parte de la otra mujer. —¿Y tú, quieres estar conmigo a pesar de haberme jurado que me matarías algún día? Dijiste que una promesa era una promesa, y aún no la cumples. A menos que todo esto sea un plan para cortarme el cuello mientras duermo. —se rio un poco y vio a Zulema hacer lo mismo.

—Podría ser... pero no. —la besó muy suave en los labios. —No quiero matarte. Se me quitaron las ganas de hacerlo cuando me di cuenta que me gustabas más estando viva.

—Te sale como el culo ser romántica.

—No soy buena para las relaciones, ya te lo dije.

—Me dijiste que no estabas interesada en tener una... —lo dudó un poco antes de continuar. —¿Es por Hanbal? —la sintió tensarse ante la mención del nombre. —¿Tienes miedo que otra relación termine como esa?

—Sí. —confesó con voz suave. —Siempre jodo todo lo que quiero. Cada vez que siento algo por alguien termino cagando las cosas y destruyendo a esa persona sin motivo. Por Hanbal sentí muchas cosas, y aun así acabé jodiéndolo a cambio de algunos millones y mi libertad.

Macarena cerró los ojos y respiró profundo embriagándose con el aroma cítrico del perfume de Zulema. Era la primera vez que se detenía a estudiar el olor y a disfrutar de su fragancia. Olía a frutas frescas con un toque floral y a bambú recién cortado. Le encantaba.

—¿Y por mí sientes algo? —la pregunta salió de sus labios sin que pudiera detenerla, aunque en realidad no estaba segura de haber querido evitarla, tal vez era necesario hacerla.

Zulema sintió la sangre que corría por sus venas detenerse de golpe provocando que su corazón dejara de latir por lo que pareció ser una eternidad. De sus labios no salió una sola palabra, pero su cabeza se movió de manera afirmativa a modo de respuesta. Sí, sentía algo por ella.

—¿Y tú, sientes algo por mí?

La cabeza de la rubia se movió igual que la de Zulema segundos antes. La respuesta era la misma; sí. Pero ninguna de las dos fue capaz de pronunciar las palabras. Y por esa noche no hizo falta. Dieron más de lo que cualquiera imaginó que podrían dar. Pedir otra cosa hubiera sido exigirse de más, y por ahora no hacía falta. A veces es suficiente con menos.

Esa noche durmieron tranquilas sabiendo que ambas compartían un mismo sentimiento. No hubo necesidad de ponerle un nombre ni de decirlo con todas sus letras, las dos sabían de lo que estaban hablando.

...
La mañana se hizo presente y con ella los primeros rayos de luz se colaron por las cortinas abiertas de la habitación de Zulema. No acostumbraba a cerrarlas, porque le gustaba la sensación de libertad que le proporcionaba sentir el sol golpeando su cara cada amanecer. Le recordaba que era libre y que ya no vivía en una cárcel que parecía más un puto contenedor de metal que una prisión. Cuando el sol golpeó la cama esa mañana la luz no iluminó su rostro como siempre. Esta vez alcanzó a la preciosa rubia que tenía a su lado, y la morena creyó que podría llorar de gusto por lo hermosa que se veía siendo iluminada por la luz del amanecer. Joder, nunca en su vida había visto un rostro tan perfecto como el de Maca. La mujer más joven dormía con la boca un poco abierta, pero su cara era demasiado linda como para prestarle atención a los ruiditos de ardilla que hacía mientras descansaba. No era la primera vez que la veía dormir, pero sí era la primera que sentía que el corazón se le saldría del pecho al verla. Estaba jodida en todo el sentido de la palabra, enamorada de esa rubia pija como una adolescente con su primer amor.

—Apaga la luz. —se escuchó la voz somnolienta de Macarena que se negó a abrir los ojos cuando sintió la claridad en la habitación.

—No se puede apagar el sol, rubia. —bromeó la mayor dándole pequeños besitos en toda la cara, se sentía como una gilipollas actuando así, pero no podía resistirse a ella.

—Entonces cierra las cortinas. —suplicó escondiendo su rostro en el cuello de la morena para evitar que siguiera entrando a sus ojos la luz que amenazaba con terminar de despertarla.

—No me da la gana. —respondió girándose sobre su costado para quedar de frente a la rubia y así poder mirarla a la cara, aunque eso significara que el sol iba a continuar golpeando su rostro y probablemente terminaría por cabrearla; si algo había descubierto las veces que llegó a dormir junto a Maca cuando follaban y después se quedaban juntas, era que la rubia no tenía el mejor humor por las mañanas.

—Todos los días me levanto temprano para ir a la puta lavandería, y hoy que es mi único día libre no puedo dormir un poco más porque eres incapaz de cerrar las cortinas. —entre protestas sacó la almohada que tenía debajo de su cabeza y se la colocó por encima para taparse del sol, Zulema no pudo evitar reírse pensando que la rubia a veces se comportaba con una chavala, era como si todas las tragedias que vivió, más la cárcel, no le hubieran robado del todo esa parte inocente y dulce de sí misma que tenía antes de que toda su desgracia comenzara.

—Está bien, duerme otro rato si quieres.

Macarena gruñó realmente cabreada, odiaba despertarse tan temprano y menos si no tenía que ir a trabajar. Y ahora con tanta plática más la luz del exterior ya no podía dormir.

—Te odio. —le dijo a la morena golpeándola de repente con la almohada y abriendo por completo sus ojos resignada a que ya no iba a dormir más esa mañana. —Me despertaste.

—Perdóname, lo lamento. —dijo con pena fingida.

—Mentirosa, no lamentas una mierda.

—Puedo hacer algo para que se te quite el mal humor. —ofreció mirándola con ojos traviesos y una sonrisa juguetona en los labios.

—¿Ah sí? —la piel de Macarena se erizó toda al ver la insinuación en la mirada de Zulema. —¿Qué cosa?

La mayor no dijo nada, solo dejó que su mano se perdiera debajo de las sábanas hasta tocar el cuerpo desnudo de la rubia y llegar justo donde sabía que haría que cualquier rastro de mal humor se esfumara de ella. Dejó que sus dedos se deslizaran sobre los pliegues suaves y tibios que parecían haber estado esperando la caricia desde mucho antes que los tocara. La vio abrir la boca y dejar escapar un gemido mientras su cuerpo comenzaba a removerse un poco sobre el colchón. Pronto comenzó a gemir y a jadear más fuerte disfrutando de las caricias que le hacía, y notó que sus pezones se volvían duros. Zulema aprovechó para llevar su boca a la protuberancia erguida y chuparla mientras continuaba masturbándola con calma. La rubia se arqueó al sentir el placer entre sus piernas y ahora también sobre su pecho izquierdo que recibía pequeñas succiones y mordidas por parte de la mujer mayor. No pasó mucho rato para que Macarena estuviera sacudiéndose sobre la cama sintiendo el orgasmo muy cerca y rogándole a Zulema que la hiciera correrse. La morena le dio lo que tanto quería y con sus dedos la ayudó a alcanzar un exquisito orgasmo mañanero que hizo que valiera la pena haberse despertado tan temprano.

—Para la próxima te dejo dormir más tiempo. —dijo Zulema sacando los dedos empapados del interior de las piernas de la rubia y llevándolos a su propia boca para chuparlos bajo la mirada fascinada de la más joven. —Deliciosa. —comentó como si estuviera probando el néctar más dulce del mundo. —Toma esto como unas disculpas sinceras de mi parte por haberte despertado. —dicho esto se levantó de la cama y buscó en un cajón un par de camisas anchas, una para ella y otra para la rubia. —Ponte esto, vamos a preparar el desayuno, me muero de hambre. —le lanzó la camiseta y la rubia la recibió en la cara con una sonrisa mientras intentaba recuperarse todavía del reciente orgasmo.

...
Zulema comprobó que su hija no hubiese llegado aún al departamento antes de salir del cuarto con la rubia. Al ver que todavía estaban solas se fueron a la cocina y juntas empezaron a sacar algunos ingredientes de la nevera para preparar algo de desayunar. Se dieron cuenta rápido que funcionaban muy bien en ese ambiente doméstico, casi como si llevaran toda la vida compartiendo momentos así. Probablemente la cárcel tenía mucho que ver con eso, en ocasiones les tocó trabajar juntas cuando fueron asignadas a una misma área de tareas dentro de aquel puto agujero. Cualquiera que fuera la razón, ahora estaban allí preparando juntas algo de comer y desenvolviéndose con una comodidad que resultaba bastante refrescante.

—¿Y qué has hecho en estos meses? —cuestionó Zulema luego de unos minutos de conversar de cualquier tema.

—Trabajar casi todo el tiempo, aunque a veces salía con Santiago o en ocasiones con Fátima y su novio.

—¿Iban los cuatro de paseo como en esas películas clichés de parejas? —le preguntó casi con burla.

—Un poco sí. —se rio con ella.

—Ese tío... el tal Santiago, ¿te gusta mucho?

—Está bueno y me cae bien, supongo que sí me tiene que gustar, porque si no, no habría salido con él. Pero no veía un futuro a su lado para serte sincera.

—¿Lo vas a dejar? —en los ojos de Zulema había algo de súplica.

—En realidad nunca llegamos a hablar de noviazgo, así que no somos nada. Pero de todos modos debo hablar con él para decirle que ya no vamos a seguir saliendo.

—No tienes que hacerlo si no quieres, yo lo te lo estoy pidiendo. —le dijo mientras bajaba la mirada y fingía estar concentrada en mover los huevos revueltos en el sartén.

—Lo sé, pero yo quiero hacerlo. —se acercó a ella y la besó en el hombro ganándose a cambio una pequeña sonrisa. —¿Tú vas a seguir liándote con el chaval ese con el que trabajas? —quiso saber mientras permanecía muy cerca de ella.

—Ya no hace falta. —fue lo único que dijo la morena antes de estirar el brazo para alcanzar un plato.

—¿Eso qué quiere decir?

—Que ese niñato solo era una distracción para no salir corriendo a buscarte como tenía ganas de hacer todos los días.

Maca no reprimió su sonrisa y el deseo de comerla a besos. Por lo que estampó sus labios contra el rostro de la mayor produciendo un sonido tronado al hacerlo.

—Me dijo tu hija que has seguido haciendo algunos atracos por tu cuenta.

Zulema frunció el ceño, pensaba que Fátima no sabía de eso.

—Ella lo sabe. —dijo Macarena al notar la sorpresa en el rostro de la morena. —Pero me ha dicho que no se piensa meter en eso porque confía en ti y sabe que no harías algo que pudiera traerle problemas a ella. No después de lo que pasó en el atraco en el casino.

—Te juro que intenté hacer una vida normal lejos de todo eso el primer mes luego de lo que pasó. Pero no pude, no es una vida para mí, necesito la adrenalina. —explicó intentando hacerla entender que su necesidad de hacer ese tipo de cosas era más fuerte que ella.

—Te entiendo. —dijo para la sorpresa de Zulema, que se esperó de todo menos eso. —A mí también me hace falta. El día del atraco todo salió terriblemente mal, pero en el fondo disfruté esa descarga de adrenalina que me hizo sentir. Tal vez eso me convierte en una puta loca, pero no lo puedo evitar.

—Maca. —una idea descabellada se cruzó por su cabeza, aunque no era una ocurrencia nueva. —Seamos socias, pero esta vez en serio, tú y yo, sin terceros, sin la desesperación de conseguir un dinero para acabar con amenazas o nada de esas mierdas. Solo porque queremos, porque nos gusta y nos pone. Antes no funcionó porque estábamos demasiado preocupadas de que a Fátima le fuese a pasar algo y queríamos cuidarla, y eso nos desconcentró. Pero estando solas tú y yo todo puede ser diferente. —la miró con los ojos llenos de adrenalina. —¿Qué dices?

—Digo que vas a ser la causante de que me queme en el infierno. —respondió con un tono de voz relajado.

—¿Y? —levantó las cejas esperando una respuesta.

—Que a mí me encanta el fuego y no tengo miedo a quemarme.

Zulema sonrió y dejó todo lo que estaba haciendo para estampar a la rubia contra la encimera de la cocina. Ella detrás protegiendo su cabeza con una mano para que no se golpeara contra la madera. De inmediato comenzó a besarle la oreja y a susurrarle un montón de cosas que provocaron que las bragas de la rubia se humedecieran casi al instante. Sus manos no tardaron en acariciar el cuerpo de la otra mujer por todas partes causando en ambas un montón de jadeos entrecortados. Estaban tan metidas en su propio mundo que no escucharon la puerta del departamento abrirse. Y no fueron conscientes de que estaban acompañadas hasta que un grito de parte de Fátima las hizo separarse bruscamente.

—¡Joder! —la chica pelinegra se cubrió dramáticamente los ojos con las manos mientras se daba la vuelta para no ver más la escena que quedaría grabada en su cabeza junto a su lista de grandes traumas. —Yo me alegro que os hayáis dejado de mierdas y ahora estén juntas, pero si van a hacer eso por favor enciérrense en la habitación. —pidió sintiendo sus mejillas ponerse completamente rojas.

Zulema y Maca se alejaron lo más posible una de la otra, sus rostros igual de rojos a causa de la vergüenza. Ninguna se atrevió a mirarse entre sí o a mirar a la joven.

—Perdón, Fátima, no... perdón, de verdad, no volverá a pasar. —se excusó Zulema deseando que la tierra abriera un hoyo en ese mismo instante y se la tragara.

—Sabía que debí haber llegado más tarde. —dijo riéndose nerviosamente. —O no, porque sepa Dios lo que hubiera encontrado. —sacudió la cabeza para alejar la idea de haberse podido encontrar con algo más comprometedor entre ellas. —Para la próxima mejor llamo por teléfono antes para ver si es seguro entrar. —el comentario las hizo reír a las tres y esto alivió un poco la vergüenza en el ambiente, aunque las mejillas de las tres permanecieron de un color rojizo durante un rato más.

...
Se sentaron a desayunar juntas a la mesa luego de haber pasado la incomodidad inicial. Fátima quería preguntar si el hecho de que Maca se hubiera quedado a dormir significaba que ya estaban juntas de verdad. Pero no se atrevía, así que se limitó a comer y a platicar con ellas de temas triviales, disfrutando de el ambiente relajado que parecía haber entre las mujeres mayores.

—Siento que me vas a atravesar con la mirada si sigues viéndome así. —le comentó Zulema a su hija después de un rato; todavía estaban en la mesa terminando de desayunar. —¿Qué coño quieres preguntar?

—Nada. —la chica encogió los hombros pensando que a su madre no se le escapaba una.

—Fátima. —pronunció su nombre casi en un tono de regaño.

—¿Puedo decirle a la gente que Maca es mi madrastra de ahora en adelante? —preguntó a modo de broma para no manifestar tan directamente su duda, esto provocó que tanto la rubia como Zulema no pudieran contener la risa.

—No digas eso delante de tu madre, que se espanta. —se burló la rubia. —Le tiene un poco de miedo al compromiso. —bromeó guiñándole un ojo a la mayor.

—Yo no le tengo miedo a nada, rubia.

—Te creeré cuando puedas probarlo.

Zulema estaba lista para responder a eso con un comentario típico de los suyos, cuando unos golpes en la puerta las interrumpieron. Alguien estaba tocando, y ni Fátima, ni Zulema se imaginaban quién podría ser. Casi nunca recibían visitas en el departamento, a excepción del novio de la chica, pero ya a esta hora debía estar trabajando.

—Voy a ver quién es. —la joven se levantó de su asiento y fue a abrir la puerta llevándose una sorpresa al ver a la persona en el pasillo.

Una mujer vestida con una burka negra, solo mostrando sus ojos por una pequeña hendidura de la tela miró a la chica desde afuera esperando a que la dejara pasar.

—Abuela, ¿qué haces aquí? —preguntó Fátima todavía atónita por la visita.

—¿No me invitas a pasar a tu casa, Fátima?

Desde la mesa de comedor Zulema suspiró apretando los puños con fuerza. Macarena alternó su mirada entre ella y la señora parada frente a la puerta sin entender muy bien lo que estaba pasando.

—¿Esa es tu mamá? —preguntó por lo bajo la rubia.

—Sí. —respondió la morena con los dientes apretados.

—Veo que tienes compañía. —dijo la mujer vestida de negro mirando hacia dentro del departamento y no pudiendo ignorar la presencia de su hija allí.

—Sí... eh, pasa. —terminó diciéndole Fátima mientras abría por completo la puerta y se movía a un lado para dejarla entrar.

Zuleima. —la saludó la mayor haciendo rabiar a Zulema, porque odiaba escuchar su nombre pronunciado de aquella manera, le traía demasiados malos recuerdos.

Zulema se levantó de su asiento enojada. Su vestimenta no era la más adecuada para recibir visitas. Llevaba una camiseta ancha y corta que apenas cubría sus muslos, estaba descalza y tenía el cabello un poco alborotado. La mujer de burka no pudo ignorar estos pequeños detalles ni evitar fijarse que la rubia que permanecía sentada en silencio a la mesa tenía el mismo aspecto. Maca notó la mirada de la mujer mayor y se sintió como si estuviese siendo juzgada por todos sus pecados por aquella señora. Lo que la rubia no sabía es que eso era lo que ella hacía siempre, le encantaba juzgar a la gente como si ella fuese una santa. Y por supuesto que no lo era. Eso lo sabía Zulema de sobra.

—¿Qué coño haces aquí? —preguntó la morena deseando que su madre se largara de una vez de allí, pues apenas llevaba dos minutos ahí y ya había hecho que todo el mundo se sintiera incómodo.

—Tengo algo muy importante que hablar con Fátima.

Inconscientemente Zulema apretó aun más sus puños y su respiración se volvió pesada. Siempre que su madre estaba presente se formaba una atmósfera muy cargada. Como si llevara consigo una mala energía que amenazaba con joderlo todo. Y algo le decía que esta vez no iba a ser la excepción, pues temía demasiado lo que fuera a decirle a su hija.


Les dejo otro capítulo. Espero que les haya gustado. Gracias por los comentarios, les mando un beso. ¿Qué será eso que tiene que hablar la madre de Zulema con Fátima? ¿Qué pasará entre Maca y Zulema ahora que han decidido de alguna manera estar juntas? ¿Formarán finalmente esa sociedad delictiva? Nos leemos pronto. 💛

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