Aiden me deja recostada en la parte trasera del vehículo, me recomodo aún aguatando mi mano en el vientre debido al dolor de los golpes, una vez abrochada él se sube de piloto y arranca su caro y cómo siempre lujoso auto.
Pasan cinco minutos y no puedo quitarle la vista de encima, parece qué está demasiado metido en sus pensamientos, eso me asusta, se encuentra con una mano tensa en el volante y las cejas medio encorvadas haciendo una casi mueca de enfado. Con el otro brazo apoyado en la ventana repicotea los dos dedos del medio neguitoso. Sin duda está tenso, no me gusta cómo puede acabar eso. Antes de que me de cuenta él y yo conectamos las miradas a través del retrovisor, sus ojos verdes con los míos color miel, no aparto la vista. Él se ve obligado a fingir su sonrisa más pícara, sin embargo, a mi no me engaña su fachada, lo conozco lo suficiente cómo para saber que no quiere que le pregunte sobre el tema, pero, también sé que lo voy a hacer de todos modos.
–¿En qué pensabas tan serio? –Rompo el hielo.
Desvía la vista hacia la carretera, su cara de disgusto es notable en estos instantes. Eso me confunde.
–¿Ahora te preocupas por mí? Eso es nuevo, niña. –Vuelve a fingir en una sonrisa.
–Vamos, ¿Qué te pasa? –Intento ser cortés, si tengo que pasar una noche con él es mejor que sea de buen rollo, sólo para tolerarlo un poco mejor.
Aiden aprieta más sus manos contra el volante mientras cambia de marcha y toma la segunda salida en una rotonda, es de esas personas que conducen cómo si la carretera fuera suya, sin control, rápido y imprudente, a esos qué tu madre le gritaba cuando se saltaban un semáforo en rojo a toda velocidad, bueno en mi caso mamá lo hacía hasta que se marchó, claro.
–¿Por qué tan pesada? –Sus labios se curvan ligeramente hacia abajo. –¿Sabes? Me caes mal cuando eres odiosa y irresponsable, pero cuando eres amable y vas con la fachada de " soy una niñita buena y feliz qué se preocupa por todos", aún me caes peor. –Espeta con total honestidad.
Una oleada de rencor y rabia me llena las venas.
–¿Sabes qué? Mejor muérete. –Respondo.
Él espera unos segundos a contestar, luego sonríe. –Eso está mejor, niña.
Decido no responder, pasan alrededor de unos 15 minutos, aunque no lo sé con certeza porqué me he quedado casi dormida ya que llevo un día sin dormir nada y mi cuerpo pide a gritos un descanso. Me despierto por el sonido de la puerta del coche abriéndose. Nos encontramos en un gran garaje repleto de coches lujosos y caros, toda una colección ordenada por colores, aunque la mayoría son rojos o negros. Salgo del coche de Aiden y me paro frente a él, sin mirarlo, sólo detallo nuestro entorno.
–¿Todos son tuyos? –Pregunto examinando la sala.
El rubio hace un ademán con la mano para restarle importancia. –Algunos míos, otros de mi padre, aunque él no los usa nunca, sólo los tiene para quedar bien ante otros ricos y revistas, hipocresía. Es una de tantas colecciones. –Responde.
Cosas de ricos, Layla.
Asiento con la cabeza, a medida que pasa el tiempo el dolor disminuye. Ahora me siento más aliviada, aunque los recuerdos de las chicas pegándome son constantes en mis pensamientos.
Aiden se gira sin decir nada y empieza a andar hasta unas escaleras, yo lo sigo en silencio por detrás.
Llegamos a su habitación, ya estuve aquí ese día de la fiesta, en el que jugamos al juego de la botella y me tocó precisamente con él. Me quedo unos segundos examinando la sala y recordando los sucesos de ese día, fue un descontrol total, creo qué ese fué el primer día que me besó.
Un susurro en la oreja me saca de mis pensamientos. –Yo tampoco puedo dejar de recordarlo cada vez que pongo un pié dentro de la habitación.
Me aparto de él rápidamente, tiene los brazos cruzados por detrás de la espalda, en postura ruda. Dejo la mochila en el sofá negro que hay al lado de su enorme cama.
–¿Quieres hielo, para las heridas? –Pregunta tumbándose en la cama, no parece que tenga intención de traérmelo.
La verdad es qué con los brazos detrás de su cabeza se ve jodidamente sexy.
Me percato de qué al lado de su cama hay una mesita con un dibujo, de hecho un dibujo de él con un niño, está bien hecho, muy bien hecho, me acerco rodeando la cama para agarrarlo y verlo de cerca.
–¿Me vas a dibujar cómo a una de tus chicas francesas? –Ironizo.
Aiden expresa una mueca de confusión. –¿Qué?
Ruedo los ojos, dejando ya el dibujo dónde estaba. –Ya sabes, Titanic.– Aclaro.– ¿Es tuyo el dibujo?
Él mantiene la misma expresión. –Nunca he visto Titanic. –Evita mi pregunta.
Me giro noventa grados con los ojos abiertos cómo platos, no me lo puedo creer. –¿No te has visto Titanic? Eso es imposible, TODO el mundo se la ha visto, es la mejor película romántica de la historia del cine.
Aiden se encoge de hombros. –No me va mucho ese estilo, cómo mucho cincuenta sombras de Grey, pero para eso mejor veo porno. –Rasca su cabeza pensando unos momentos. —Prefiero las películas de terror, cómo, el padrino o el resplandor, eso sí son buenos clásicos.
–Nunca las he visto. –Reconozco.
Pega un bote de la cama y abre los ojos cómo platos. –¡¿Qué?!
–No me gusta pasar miedo, no le encuentro la gracia. –Me defiendo.
–Tienes que verla, vamos a verla. –Espeta.
Yo me percato de que me está tomando ya de la mano cuando me separo de golpe. –No, no pienso mirar esa cosa, luego tengo pesadillas y no puedo dormir. – Me giro otra vez hacia el dibujo. –Tú tampoco te has visto Titanic y eso es casi ilegal.
–Bien vamos a hacer una cosa, vamos a mirar primero la del resplandor y otro día miramos la de Titanic. –Intanta negociar, mientras enciende su televisor.
La verdad la única película que me he visto de miedo es Coraline y desde entonces no he vuelto a ver ninguna, me quedé traumatizada, estuve un mes sin dormir bien por los putos botoncitos en los ojos, qué grima. Pero no tengo ganas de discutirme con Aiden y sé que él también es muy cabezota e insistente, hasta qué no consiga qué veamos la maldita película no se quedará quieto.
Asiento rendida y suspiro desanimada. –Bien, veámosla. –Acepto. –Pero, ¿Puedo ducharme antes?
Huelo un poco mal, he hecho deporte y la sangre seca aún está en mi vientre. Aiden me indica el baño después de una broma un poco indebida, sé que está contento porque he cedido ante su petición, esta vez le dejaré ganar sin rechistar. Llego hasta el baño, él me deja una sudadera y unos pantalones cortos, también unos bóxers rojos de tira negra, no es la mejor ropa del mundo pero me valdrá para pijama mientras la mía se lava.
Me doy un largo baño debajo de la ducha a chorro fuerte y calentito, champú, acondicionador y jabón para el cuerpo, dejo que el agua resbale por mi desnuda piel mientras gozo de placer, me encanta la sensación de estar debajo del agua, me llena de paz. Dibujo una carita feliz en el vidrio empañado antes de salir, envuelvo una toalla blanca en mi cabeza mientras me visto con su ropa, luego me revuelvo un poco el pelo dejándolo aún húmedo.
Vuelvo a la habitación de Aiden, ahora me lo encuentro tumbado en la cama con el control a distancia, las luces led azules prendidas y el televisor con la portada del resplandor deslumbrando la pantalla, nunca la he visto y tan sólo a juzgar por la imagen ya sé que esta noche no voy a dormir.
Aiden se para unos instantes a mirarme, sus pupilas ahora se dilatan en grande, su vista recae sobre mis piernas, luego sobre mis caderas y por último en mis pechos qué no llevan sujetador, se humedece un poco los labios y después se encuentra con mis ojos de nuevo. Qué descaro tiene.
Pone su mejor sonrisa y hace un gesto para qué me siente a su lado. Hago caso, no voy a discutir. Él pone play a la película y susurra algo antes de que empiece.
–Cómo me gusta tener el control y ganar por encima de ti, niña. –Empiezo a balbucear unas palabras de protesta pero antes él me interrumpe. –Shhh... la peli va a comenzar, no lo estropees con tus bobadas infantiles.
Dicho esto la película empieza.
Pasa media hora.
Luego una hora.
Y os voy a poner en situación.
Aiden está estable, tranquilo, y lo más importante, no tiene miedo.
A mí por otro lado me va a dar un infarto, ya estoy empezando a ver sangre hasta en las paredes de su habitación, la película es espantosa y lo estoy pasando realmente mal. Tenía una almohada en la cara para no ver las escenas de miedo y los sustos, vamos que he estado media película con la cara tapada, hasta que Aiden me la ha quitado para que "disfrurara" de todas las escenas. A los pocos minutos la película termina y yo me encuentro con la cabeza enterrada en el brazo de Aiden, clavándole las uñas hasta en los huesos y rezando porque un espíritu no venga a comerme por la noche. Mis piernas enrollan las suyas con fuerza y sacudo la cabeza para quitarme esos pensamientos del corazón, sentir el contacto humano creo que es lo único que me ha mantenido cuerda durante todo el tiempo.
Al enterarme de la posición comprometida en la que estamos me separo de él inmediatamente.
Esboza una media sonrisa llena de victoria. –Y bien. ¿Te ha gustado?
Eres idiota, Aiden.
Lleno mis pulmones hasta que casi revientan. –¿¡Qué si me ha gustado?! Un poco más y me muero en el intento. ¿No te ha dado nada de miedo?
El chico se encoge de hombros. –Nah, he visto cosas peores, lo que pasa es que tu eres una miedica.
Eso me enfurece. –No soy una miedica.
–Bueno, las marcas de tus uñas en mis brazos dicen precisamente lo contrario. –Sonríe.
Le odio cuando tiene razón. Bueno, lo odio en general.
–Voy al baño. – ANTES DE EMPEZAR A DISCUTIR.
No le dejo responder antes de marcharme, mientras me lavo la cara no se paran de pasar esas tenebrosas imágenes por la cabeza, siento un frío escalofriante cuando centro la mirada en el espejo, siento que hay alguien detrás de mí, el miedo me inunda y salgo casi corriendo del baño.
Entonces ya voy con intenciones de volver a la habitación de Aiden, pero me freno en medio del pasillo dónde unos ojos se encuentran clavados en mí. Agacho la cabeza para encontrarme con ellos, es un niño. Un niño rubio, también con ojos marrones, parece más o menos de la edad de Lía. Creo recordar qué es el mismo que había en el dibujo de Aiden, en su mesita de noche. Unas ligeras pequitas se encuentran en sus mejillas, y sus también rubias cejas se arquean en una mueca de asombro.
–Hola. –Digo sonriendo.
Él no me responde, se abraza a si mismo con sus brazos.
–¿Cómo te llamas? –Pregunto.
–¿Qué haces en mi casa? –Él responde con otra pregunta.
Hay algo en sus ojos que me resulta familiar.
A los pocos segundos un grito se escucha en el fondo del pasillo.
–¡Unai! ¿¡Qué haces aquí!? –Aiden grita al final del pasillo.
Viene a zancadas grandes y agarra al niño por la mano brutamente, en el acto se lo lleva a no-se-dónde bajando por las escaleras, estoy un poco confundida pero no los voy a seguir, eso ya sería pasarse.
A los dos minutos Aiden regresa, ahora sin el niño rubio de ojos grandes. ¿A dónde se lo ha llevado? El rubio mayor se dirige hacia mí, parece prender fuego a cada paso, está furioso y yo no sé porque, este me coge de una mano y me hala de ella hasta llegar otra vez a su habitación dónde ahí cierra de un portazo muy fuerte detrás de él, yo me sobresalto girándome para observar atentamente lo que pasa por su cabeza, él me mira con desagrado y desaprobación.
–¿¡Qué crees que estabas haciendo?! –Me grita, acercándose.
–Yo... me lo he encontrado en el pasillo y...
No entiendo nada, sólo he hablado con ese niño unos segundos, ni siquiera me ha saludado.
Sus cejas se fruncen y suelta un gruñido, está alterándose.–Ahg... ¡DIOS! ¡¿No te han enseñado modales?!
Retrocedo unos pasos mientras él avanza, los suyos son fírmes y fuertes, en cambio los míos débiles y miedosos.
Supongo que a la mierda lo de no discutir.
–No entiendo porque te pones así, yo so–
–¡NO! ¡Tú no entiendes NADA! ¡Ese es el problema!
Ya me estoy empezando a cabrear, no tiene ningún sentido que se esté enfadando a este nivel sólo por esa tontería. –¡NO! ¡Si no me lo explicas no lo voy a entender, imbécil! ¡No sé porque te pones así! –Rujo gritándolo y empujándolo contra la pared, por un momento la película de miedo ya no me importa una mierda.
Aiden es más habilidoso que yo y logra darme la vuelta, intento escaparme pero con sus dos manos me agarra las muñecas y las clava contra la pared, me duele, está apretando demasiado fuerte, acerca su rostro a centímetros del mío, su cara está casi roja por la rabia y sus ojos destilan dolor y resentimiento por todos lados.
–¡ERES UNA NIÑATA ENGREÍDA! –Me grita.
Podría intentar calmarlo y hacerlo entrar en razón, pero yo ya estoy tan consumida por la rabia que no puedo frenar la lengua.
–¡PUES TÚ ERES UN TÓXICO DE MIERDA!–Respondo ahora yo también furiosa.
El chico vuelve intentar forcejear, hasta que le meto un empujón y logro tirarlo en la cama, yo me apresuro a salir de la habitación pero antes de tocar el pomo su voz suena gravemente detrás de mí.
–¿Vas a huir verdad? Cómo siempre haces, porque eres una cobarde. Una niña. –Su tono emana frialdad y lo peor, puede que tenga razón, no sé lo que ha causado que se enfurezca de este modo, pero yo no tengo porque aguantar todo esto.
–Aiden, no sigas por ahí.– Me quedo inmóvil al escuchar sus pasos rondando por la habitación.
–¿No? Venga vamos a hablar de tus problemas, ¿tú siempre me retractas los míos verdad? –Si va a tomar ese camino no acabará muy bien. –Pero claro, puedes correr sin mirar atrás y no enfrentarte a tus problemas, puedes ir a cortarte, eso parece ser lo único que se te da bien, aparte de follarte a Jack. Porque eres aún una niña inmadura y no sabes como sobrellevar tus malditos problemas.
—Para... –Le ordeno. Mis ojos se empiezan a cristalizar.
–¿Por qué? ¿A caso estoy mintiendo? Vamos, era yo el malo de la película, voy a cumplir con mi papel. ¿Qué te pasó Layla? ¿QUE TE HA PASADO ESTE VERANO?
¿Que te ha pasado este verano?
¿Que te pasó?
¿Dónde estabas?
Mamá.
Llena de rabia me giro rápidamente contra él, no me gusta que se introduzcan en mis recuerdos sin mi permiso. Esbozo mi mejor sonrisa, pero no una agradable, una siniestra una de, te voy a matar hijo de puta.
–Ya veo, Aiden. ¿Quieres hablar de verdades? Hablemos. –Deja de llorar estúpida. –Hablemos del hecho de que estés devastando toda tu ira acumulada en mi porque tu no sabes cómo manejarla, de como vas de yo-soy-el-mejor pero en realidad te pasas los días con ganas de morirte, de como estás tan desesperado en buscar alguna cosa en la que aferrarte a la vida que con eso te la estás arrebatando, de cómo vas viendo poco a poco que te haces más popular y más famoso, pero esa no es la realidad, la realidad es que te sientes solo. Por muchos amigos que tengas, por muchas chicas a las que utilices, ese vacío que tienes a dentro, nunca se va a llenar. Y esa es tu condena, vas a tener que vivir el resto de tu vida con esa desesperante agonía en el pecho, hasta la muerte.
Estoy llorando, sus ojos también están casi cristalizados, pero los suyos de rabia.
Sabe que es cierto, y sé que lo que me ha dicho él también lo es. Por eso duele tanto.
Por un momento mirada se deja de sentir, no veo expresiones, no veo sentimientos, sólo el vacío del qué le hablaba antes. Está totalmente dominado por el lado oscuro de su alma, y eso deja que te diga, me da más miedo que cualquier película.
Y a ese demonio que ahora tengo delante de mí, lo he invocado yo.
Sus brazos se destensan, su mandíbula se afloja y hay una lágrima desciende por su mjilla, esa que estaba llena de ira y dolor.
Abro un poco mis ojos y lo miro detalladamente, sé que lo que vaya a pasar a continuación puede ser un golpe duro. Él sigue mirando cómo si yo ya no estubiera delante y sin más rodeos pronuncia aquello con tanta facilidad que parece una flecha que se clava en mi estómago:
–Sé que tu madre os abandonó a tu hermana, a tu padre y a ti. –Susurra.
Y mi mundo se viene a bajo.
Sé que tu madre os abandonó.
Oírlo en palabras ajenas es distinto, duele más, la herida arde más.
No reacciono cómo yo esperaba, en este momento pensaba que estaría llorando, pero resulta ser que en estos momentos, el rencor que siento por mi madre y la ira que siento contra él se juntan gracias a sus detonantes palabras y me niegan la consciencia por completo.
–Eres un hijo de puta. –Murmuro.
Lo siguiente a estas palabras ya es un escándalo, me lanzo contra él empezando por un empujón en el hombro.
Comienzo a darle golpes en el pecho, una más fuerte que otro, mientras, él intenta pararme con sus manos, pero yo ya estoy cegada por la rabia. –¡TE ODIO, HIJO DE PUTA! –Repito una y otra vez, su cara vuelve a la enfadada de antes, sin saber cómo acabo empotrada contra la pared mientras le araño y pego golpes en el pecho, este dolor que me consume el corazón tengo que gastarlo de alguna manera. –¡TE ODIO!
Mis nudillos empiezan a doler de tanto esfuerzo, Aiden lucha contra mi para controlarme, aunque él también parece enfadado, pero yo lo estoy más.
–¡PARA LAYLA! –Lo oigo gritar pero no le hago caso, sigo golpeándolo con todas mis fuerzas. Una y otra vez. –!LAYLA!
Lo odio, odio su forma de ser, odio su prepotencia, odio que sepa tantas cosas de mí, odio sentirme tan jodidamente identificada con él, lo odio con toda mi alma.
Mis lágrimas me nublan la vista y ya casi no puedo respirar por la ansiedad. Los pulmones se quedan a medio camino al inhalar, pero sigo arañando y golpeando todo lo que puedo. Mis codos van chocando contra la pared mientras Aiden va acortando el espacio.
–¡PARA LAYLA! –Sígue repitiendo– ¡Nos vamos a..... AHH!
Y en ese grito seco los dos nos hemos caído al suelo, entre golpes y patadas.
Yo cierro los ojos con fuerza para prepararme para el impacto pero antes, unos brazos rodean mi espalda para amortiguar la caída, tengo el mismo recuerdo de mi madre en la cabeza constantemente y ahora que ya lo había olvidado él lo ha sacado a la luz, sólo para hacerme daño. Yo sabía dónde me estaba metiendo pero nunca pensé que Aiden llegaría hasta tal punto. Esto es enfermizo.
Abro los ojos para encontrarme tumbada en el suelo y a Aiden a una distancia lo suficiente corta de mi cara, su cuerpo está presionando el mío para que no me pueda mover, ahora sus manos agarran las mías, paro de luchar por unos instantes.
Nos miramos a los ojos con ese desorden tan habitual en nosotros.
Aquí es dónde me doy cuenta de que Aiden y yo no somos compatibles, esto es demasiado tóxico. Siempre discutimos, siempre peleamos, siempre termino yo dañada o él roto. Nos estamos haciendo daño el uno al otro y poco a poco nos estamos destruyendo aún más. Por un momento pensé que esto podría llegar a ser divertido, que sentirme tan identificada con alguien al fin me ayudaría a superar mis problemas, pero él sólo lo ha empeorado todo, ahora él es otro problema.
Aiden no es cómo Jack.
Aiden me hace daño.
–Layla yo...–Su tono de voz ahora es más frío y tranquilo, veo un poco de arrepentimiento en su voz, sabe que se ha pasado.
–No. –Lo interrumpo. No le miro a la cara. –No quiero saber cómo te has enterado, sólo quiero que te apartes de encima de mí.
–Lay–
–No. No me vengas con eso de que sómos iguales, porque ya no me trago tus estúpidos juegos de mierda. Eres un enfermo de mierda.
Lo intento apartar con los brazos pero el me retiene más fuerte. –¡AIDEN SUÉLTAME! –Le grito.
–¡No! ¡Escúchame! No huyas esta vez, joder. –No me queda otra que quedarme en el suelo con él encima de mi. —LO SIENTO, ¿Vale? Lo siento. Me he pasado, soy un capullo, lo sé, puedes enfadarte y puedes irte si quieres, pero quiero que tengas claro que tú me devolviste todos los besos.
Tú me devolviste todos los besos.
Es verdad se los devolví. ¿Por qué se los devolví?
–Me haces daño Aiden, siempre me haces daño. –Le repito. –Te pedí que te alejaras.
Miro a su cara, al acto sus ojos verdosos se clavan en los míos, por primera vez, veo sinceridad en su expresión, sigo sintiendo que no puedo confiar en él, pero algo en mí me obliga a no moverme.
–Bien. Lárgate.
Se separa de encima de mí y me da vía libre para qué me marche.
Me pongo de pie junto a él y me giro para salir.
–Layla.
Su voz resuena en mi cabeza cómo un recuerdo doloroso.
–¿Qué? –Mi voz suena aún quebrada.
–Si sales por esa puerta, te prometo que nunca jamás te volveré a molestar, me voy a olvidar para siempre de ti, cueste lo que cueste.
El mundo se vuelve sordo a mi alrededor por unos segundos, mi mano ya en el pomo de la puerta tentada a girar y a salir de su grande y oscura habitación, sin embargo no puedo moverme de dónde estoy.
Si me voy, no lo volveré a ver, no me volverá a amenazar, no volveré a sufrir por su culpa, sólo tengo que salir. Es sencillo. Me lo está poniendo mu fácil.
Mi cerebro envía órdenes de salir de aquí y alejarme de él, de todos sus rollos mentales sin sentido, sin embargo mi cuerpo se niega a andar. Sé que si me voy él se va a hundir con sus problemas, sé que si me quedo, me voy a hundir con él.
Tengo que marcharme de aquí ahora. No puedo quedarme con él. Tengo que mirar por mi misma por una vez en la vida, Aiden no me conviene, me está consumiendo poco a poco y me está arrebatando el tiempo y las pocas energías que tengo para salir de mis malestares.
El blanco de la puerta está delante de mis ojos.
Layla estás tan sólo a unos pasos de salir de tus problemas.
Layla, sólo tienes que abrir la puerta y caminar.
No me muevo, no puedo moverme, no quiero moverme.
¿Qué haces, Layla?
¿Por qué no te largas?
Un susurro en mi oído a conjunto con una rozada en mi cadera me sacan de esta discusión interna.
Su voz, otra vez. – No te puedes ir ¿Verdad? –Me murmura al oído.
La seguridad con la que habla me descoloca por completo.
–Me voy. –Le digo aún de espaldas.
–Vete.–Afirma.
El rubio me da la vuelta para que lo enfrente, lentamente me empuja hasta quedar contra la puerta, su dedo índice se pasea por mi cuello hasta que su mano lo rodea por completo, luego lo inclina poco a poco y me aparta el pelo de la oreja mientras a mí me da un vuelco el corazón. Ejerce una ligera presión con su cuerpo en el mío que me provoca un hinchazón en el estómago, sigue presionando hasta que el suyo y el mío quedan completamente apretados, me está retando. Su cara se hunde en mi cuello y muerde el lóbulo de mi oreja antes de murmurar;
–Demuéstrame lo que quieres, porque yo al final me voy a volver loco.
¿Cómo hemos pasado de pelear a estar así en cuestión de segundos?
Aiden me agarra de la mano y me guía hasta un sofá. Yo no digo nada me quedo callada. Para mi sorpresa él no me tumba, sólo se quita la camiseta, quedando en pantalones cortos y se sienta en él. Los abdominales se le marcan más en esta postura y los bíceps se intensifican cuando pone sus brazos detrás de la cabeza. Mi mirada no puede evitar bajar hasta su pantalón, dónde se encuentra un enorme.... ya sabemos qué.
–Ven aquí, última oportunidad. –Abre las piernas con una sonrisa pícara y hace un ademan con la mano para que me siente encima.
Sé lo que va a pasar si lo hago. Si me entrego a él esta noche ya no habrá vuelta a tras.
–Adiós, Aiden.
Me doy la vuelta pero no avanzo, una mano me toma por la muñeca y me lanza a la cama cómo si nada. En parte me agrada que no se haya dado por vencido, sé que está mal, pero no puedo resistirme si me sigue tentando. Un escalofrío me recorre cuando me giro sobre mi misa y lo veo a los pies de la cama, lleva puesta la sonrisa.
–¿Sabes? Me lo he pensado mejor. –Sus dedos recorren la tela de la sábana lentamente. –Ahora que lo pienso, esa ropa que llevas puesta es mía, la quiero de vuelta. Ahora.
Aiden se viene a cuatro patas hasta volver a quedar encima de mí obligándome a abrir las piernas para que él pueda pasar. No sé porque no reacciono, estoy totalmente bloqueada por los nervios y cegada por la tensión que se respira.
–No podemos hacer esto, nos estamos haciendo daño. –Le digo apartando su pecho del mío. –No eres una buena influencia, sólo me causas problemas, Aiden.
Ya no parece ofenderlo, sus dedos empiezan a rozar mi abdomen y yo me estremezco agarrando las sábanas fuertemente para no jadear de placer. A él le entretiene.
–¿Vas a decirme algo que no sepa todavía? —Empieza a morder mi cuello, está siendo difícil resistirme. –Sé que no está bien, sé que me odias, sé que te odio, pero también sé que cómo no follemos ya alguno de los dos va acabar muriendo de deseo reprimido.
Sus manos aprietan mis nalgas dándome, y ahora sí que suelto, un jadeo, el esboza una sonrisa mientras me vuelve a poner la mano en el cuello, esta vez aprieta un poco más.
–Aiden, tu y yo estamos rotos. –Mi respiración acelerada.
–Niña, tu y yo somos inevitables. –Muero de ganas de romperle la cara a golpes. –No estamos destinados a estar juntos, pero –para un momento. –¿Sabes una cosa, Layla? –Empieza a morderme la boca. –El destino me puede comer los huevos si quiere. Esta noche voy a hacerte todo lo que mi imaginación ha deseado tanto hacer.
Y ahí, entre caos, destrucción, problemas, toxicidad, odio, prejuicios y muchos corazones rotos, Aiden y yo sin darnos cuenta, nos empezamos realmente a destruir a nosotros mismos, y lo que no sabíamos, es que también destruiríamos todo aquello por dónde pasábamos. Tan imperfectos que encajamos a la perfección.
Pero oh amigos míos, que bonito es el amor. Sólo que en nuestro caso no había amor, o eso pensaba.
NOTA AUTORA.
Bueno primero de todo, hola y bienvenidos seáis los nuevos lectores. ❤️
Capítulo intenso jusjusjsjsjsusjs.
Agradezco el apoyo bbys. Os quieruu.💜
PD: ¿Alguien me puede explicar cómo c*ño sabe Aiden lo de la madre de Layla? Pinche enfermo.