El de ojos marrones espero pacientemente en la puerta del departamento de Chuuya, este último había aceptado a regañadientes salir, y en ese momento se estaba cambiando en su habitación. Dazai había terminado la llamada con Kunikida hace unos minutos y no se arrepentía de haber sacrificado su día libre en su cumpleaños, con tal de salir esa tarde con el pelinaranja de ojos azules.
Entre tanto, nuestro adorado mafioso tenía problemas técnicos en su habitación, había accedido a salir con el castaño solo por impulso; lo que implica que no pensó en nada, nada, nadita. Solo fue cuestión de cerrar la puerta de su cuarto, para darse cuenta de lo que había pasado, había aceptado salir toda la tarde con Dazai, lo vieras desde el punto de vista de una salida de amigos, de compañeros o una cita, todas implican vestirse decentemente, cosa que Chuuya sabía hacer relativamente bien, pero al ser una salida con su querido "rival", entró en pánico. No sabía que ropa ponerse, si debía tratar de arreglarse el cabello, si debía llevar botas para aparentar medir unos cuantos centímetros de más, estaba entrando en una crisis que jamás había tenido. Kouyou siempre le decía, al verlo sentado de piernas abiertas en una silla o haciendo cualquier otra cosa indecentemente, como decía ella, que cuando decidiera tener pareja, iba a salir corriendo hacia sus brazos buscando consejos para no quedar mal. Efectivamente, su crisis en ese momento le indicaba que tendría que llamarla, dejar atrás todo el orgullo y marcarle a su figura maternal para que le diera consejos de vestimenta y un poco de etiqueta.
En un abrir y cerrar de ojos el pelinaranja agarró su móvil y le marco a la pelirroja. Después de sonar varias veces, su salvadora contestó.
-Chuuya? ¿Ocurre algo? Es tu día libre, no deberías marcarme- le dijo la mujer del kimono al otro lado de la línea. La voz del ojiazul comenzó a temblar de la vergüenza y el nerviosismo.
-L-lo se Ane-san, pero... era para pedirle un favor...- le dijo tímidamente este.
-Claro, pero me temo que tendrás que hablar rápido, tengo que ir a una misión y...-
-No tardaré más de diez minutos! - le interrumpió, cosa que molestó un poco a la mujer, pero decidió dejárselo pasar esta vez.
-Entonces...? -. Chuuya suspiro hondo y contra todas las fuerzas de su orgullo y su ego que le decían constantemente que esto era cavar su propia tumba, logró pronunciar esas palabras.
-Necesito consejos...de vestimenta...y...et-etiqueta- Un silencio se produjo, cosa que incomodó y torturó lentamente al mafioso. Luego unas pequeñas risas se escucharon ¿su dueño? La pelirroja, que no había logrado contenerse ante tal favor.
-Es en serio? -.
El pelinaranja no dijo nada.
-Bien, mañana hablaremos de la razón de tu solicitud, por ahora, déjame ayudarte-.
Dazai se estaba impacientando cada vez más, el más bajo se estaba demorando más de lo normal, estuvo muchas veces tentado a ingresar a su cuarto, pero decidió contenerse, no quería ni imaginarse que le haría Chuuya si llegaba a entrar y se estaba cambiando. El de vendas iba de un lado para otro, tratando de quemar tiempo pensando en un lugar al cual llevar a su ex compañero, cuando finalmente, este salió de su cuarto.
"La espera valió toda la pena" fue lo primero que le llegó a la cabeza cuando el de sombrero apareció. Al salir de su habitación, Dazai pudo ver su vestimenta. Tenía una camiseta totalmente blanca con botones negros y encima de esta traía una chaqueta color rojo. Esto hacía juego con un pantalón marrón oscuro suelto y unos zapatos formales, claro, también traía su sombrero puesto. Mientras que, al castaño, este atuendo lo había dejado con la boca abierta, Chuuya se sentía patético. Tuvo que obedecer a Kouyou a regañadientes porque sí que lo había salvado, sin embargo, se sintió como si estuviera siendo muy elegante para la ocasión. En especial por esa chaqueta, era demasiado formal y la utilizaba para ceremonias importantes, y a pesar de que se lo había dicho repetidas veces, su Ane-san había insistido que haría un contraste lindo con el resto de su ropa, así que no tuvo otra elección más que ceder.
El más bajo noto como el de ojos chocolate lo miraba de una forma que lo aterraba, y decidió hablar para poder evitar pensar en cómo Dazai se asemejaba a un acosador y no disimulaba nada.
-Y bien? -.
-Esto no es justo- replicó el detective, enredando a su ex compañero. -Yo sigo estando con la misma ropa y Chuu se arregló bien-.
Otra vez ese apodo.
-Y qué propones? - le preguntó el mafioso tratando de sonar intimidante, pero intimidar a Dazai era casi imposible.
-Podríamos pasar por mi casa, no me demorare y luego podemos ir al distrito comercial ¿Te parece? -le contestó sonriente, para nada afectado por su tono intimidante.
El mafioso asintió, no tenía otra opción más que seguir al castaño, pero tampoco le parecía tan mala opción.
-Bien-.
Después de caminar unos cuantos minutos arribaron a su primer destino.
-Si te demoras mucho, me iré yo solo- le informo con un tono frío el más bajo al de vendas.
-Está bien, sólo tomará unos minutos- le manifestó este antes de irse prácticamente corriendo adentro del edificio. Después de perder de vista al más alto, Chuuya suspiro y espero, no podía hacer más. Estaba tratando de perderse en su amplia mente para quemar el tiempo, cuando escucho a alguien llamarlo.
-Chuuya-san? ¿Qué hace aquí? -. El pelinaranja volteo rápidamente para ver al emitente, quien terminó siendo Ryunosuke Akutagawa, el perro de la mafia.
-A-Akutagawa-kun... yo espero a alguien- le respondió rápidamente al mafioso.
-Está esperando a Dazai-san? - indago el azabache, fue directo y sin tapujos, iba directo al grano. La pregunta hizo que Chuuya entrara en pánico ¿en serio podía ser tan evidente?
-Por qué piensas eso? - le respondió con firmeza.
-En este edificio vive Dazai-san, solo...Lo supuse- repuso este un poco más nervioso por el tono con el que le había respondido Chuuya, si bien Akutagawa no era del tipo que se intimidaba por sus mayores, conocía que Nakahara enojado era algo que no quería siquiera volver a ver, con una vez es suficiente. El pelinaranja no quería responder, no quería mentirle a su subordinado, pero tampoco era como si pudiera decirle la verdad ¿qué le diría? "Oh, claro que sí, estoy esperando a ese bastardo, ¡vamos a salir y estoy emocionado como si fuera una colegiala enamorada simplemente por el hecho de que esto parece una cita!"? no, eso sonaba muy, muy mal incluso en su cabeza. Así que haciendo su mayor esfuerzo por cambiar de tema, respondió su pregunta con otra pregunta.
-Por cierto ¿tú qué haces aquí? - preguntó el más bajo sin quitar la firmeza de su tono de voz.
- Trabajo; pasaba por aquí, lo vi y decidí acercarme debido a que me acaban de confirmar que la misión ha sido ejecutada con éxito- le respondió con seriedad el más alto.
-Eso no es habitual en ti, digo, es lindo el gesto de que pases a saludar...pero no es muy... ¿cómo decirlo? No es muy Akutagawa ¿comprendes? - le dijo quitando, para alivio del pelinegro, todo rastro de firmeza de su voz pasando a un tono un poco más relajado. El azabache suspiró hondo y contestó las preguntas.
-Si comprendo, Chuuya-san- le replicó mientras tosia levemente tratando de evitar revelar la verdadera razón por la cual se había acercado; cosa que no se le escapó de la vista del mayor, quien se quedó mirándolo como si esperara que le dijera algo más. Ante esto, Akutagawa no tuvo más opción que responder.
-B-bien, la razón por la que me acerqué a usted fue porque, lo vi con Dazai-san...- le confesó este. La declaración del de ojos platinados no sorprendió para nada a Chuuya, lo había especulado desde que el azabache le había dicho que estaba trabajando. La razón es simple, Akutagawa prefiere dar órdenes desde la distancia, así que no acababa de llegar al lugar, si no que siempre estuvo ahí y por ende lo vio llegar junto con su antiguo superior, no era extraño que varios interrogantes se abrieran en la mente de este después de ver llegar juntos al ejecutivo de la mafia y al traidor de la mafia a la casa de este último. ¿Enojado? No, no podía enojarse por algo tan simple, sabía que al salir con Dazai se expondría a esta clase de situaciones, al contrario, estaba agradecido de que hubiera sido Akutagawa el que lo hubiera descubierto, sería más difícil explicarle a Hirotsu por ejemplo, o a Kaji.
Akutagawa seguía con la cabeza baja, no se atrevía ni a mirar a su superior, no queria enojarle, pero no podía mentirle, o su furia sería peor; al menos eso creía. De repente el azabache sintió la mano del ojiazul en su hombro, y ante esto levantó la mirada como impulso, y vio como en la cara del pelinaranja se veía una sonrisa de comprensión, cosa que lo sorprendió bastante. Ante este extraño gesto, el azabache con puntas blancas decidió preguntar.
-No está enojado? -indago el menor con un tono de confusión más que de miedo. El contrario solo hizo una mueca divertida antes de contestarle.
-Cómo podría enojarme contigo cuando me revelaste tus verdaderas razones y lo que viste es correcto? No sería muy apropiado enojarme porque has visto algo que estaba totalmente expuesto, a plena luz del día. – le respondió tranquilamente este.
-Si no le molesta que le pregunte...cuál es la razón? - le curioseo un poco más el de ojos grises tratando de ser lo más discreto posible.
-De mi encuentro con Dazai? - preguntó el mayor. Akutagawa asintió. - ¿Si te digo que ni siquiera yo sé la razón exacta, me creerías? -. El menor estaba confundido, pero decidió no mostrarlo y solo asentir.
Chuuya suspiro, ese chico a veces le tenía demasiado respeto como para cuestionar sus respuestas o sus órdenes, conocía perfectamente que Akutagawa estaba confundido ante su réplica, y al mismo tiempo sabía que no le iba a cuestionar. Al haberse quedado sin tema de conversación, ambos sintieron cierta inconformidad por el silencio, hasta que uno de los dos lo rompió.
-Yo debería retirarme- le expresó el perro de la mafia haciendo una pequeña reverencia con su cabeza.
-Ah, claro...- le susurro Chuuya quitando su mano del hombro del contrario. El azabache ya había emprendido su caminata cuando el pelinaranja le dijo, bueno, le grito con un tono de nerviosismo y sumándole un gran y notable sonrojo. - ¡Akutagawa-kun! ¡N-no le digas nada de esto a nadie! ¡Por favor! -.
Akutagawa abrió los ojos como platos, no todos los días alguien como Chuuya se sonroja hasta las orejas como una colegiala enamorada por el que llama todos los días, las veinticuatro horas su "rival", traidor y la persona que más detesta en el mundo; simplemente no lo comprendía. Dejando de lado su gran confusión, le respondió al ejecutivo asintiendo, para luego desaparecer haciendo uso de su habilidad.
Un suspiro salió de la boca del más bajo, para luego darse la vuelta y encontrarse con la causa de que en ese momento estuviera sufriendo un paro cardiaco.
-Hola de nuevo, Chuuya-.
Si antes de eso estaba sonrojado hasta las orejas, en ese momento, Chuuya estaba a punto de derramar sangre por la nariz. El castaño solo rio un poco al ver la reacción del mafioso, era la primera vez que veía como se sonrojaba y no podía ocultarlo, ni se esforzaba en hacerlo.
Dazai venía vestido con una camiseta similar a la que el pelinaranja traía puesta, solo que esta era de un tono azul grisáceo. Estaba acompañada de una chaqueta formal del mismo color, solo que esta no era grisácea y era de un tono un tanto más oscuro. Lastimosamente, el de ojos marrones no encontró un pantalón, ni unos zapatos que le satisficiera su necesidad de impresionar al ojiazul, así que tuvo que conformarse con los de siempre. Aunque, a pesar de esto, Chuuya parecía como si de repente le hubiera atacado una fiebre violenta que no hacía más que subirle la temperatura, y su aspecto comenzaba a ser preocupante a los ojos de cualquiera.
-Estas bien? -logró pronunciar el detective entre risas que, como si fuera de costumbre, molestaron al pelinaranja; aunque este último hizo su mayor esfuerzo por controlarse. Como réplica, solo trato de recuperar su aliento, y al lograrlo, se incorporó para empezar a caminar dejando atrás a Dazai.
- ¿Qué esperas, caballa? - le preguntó, a lo que el castaño aceleró el paso hasta quedar al lado de Chuuya, quien le dirigió la mirada para encontrarse con una habitual sonrisa, que, aunque ni él se lo creyera, lo hizo feliz.
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