••┈┈┈••✦ ᴍᴀᴅᴀʜɪɴᴀ ✦••┈┈┈••
"Y si te quemas por jugar con mi fuego,
Estate atenta y no te quejes luego"
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~En el presente~
Muchas mujeres en la situación de Hinata se habrían sentido desventuradas ante el cambio repentino que había sufrido su vida matrimonial; pero mezclada con el rechazo de Madara a su hijo estaba su nueva ternura hacia ella. Nunca hablaban del hijo y, sin embargo, Hinata sabía que ambos estaban muy conscientes de su existencia.
Durante tres días vivieron en aquel estado romántico. Hinata se sentía llena de una gran serenidad interior. Corría ansiosa a recibir a Madara, cuando éste llegaba por las noches. Ambos estaban ansiosos del momento en que podían cerrar la puerta de su dormitorio y olvidarse del resto del mundo.
Eso no podía durar por mucho, por supuesto, y la intromisión llegó en forma de una llamada telefónica de su hermana.
— ¿Y bien? —Preguntó Shion sin preámbulos—¡No me digas que Madara sigue en viaje de negocios!
¡La invitación a cenar! Se había olvidado por completo de ella.
—Pues... no...
—Entonces, ¿por qué no has llamado? —Preguntó Shion con impaciencia—Ya sé que no va a ser la más agradable de las veladas —reconoció con un suspiro—pero, por el bien de la familia, no podemos seguir posponiéndola.
Cuando Neji había pasado a visitarla durante breves momentos la tarde anterior, había dicho que a él la situación le parecía bastante graciosa. Y que no veía el gran problema, que ellas lo complicaban.
—No —reconoció ella con suavidad— Está bien. Hablaré con Madara sobre ello esta noche.
—¿Me quieres decir que ni siquiera se lo has dicho?
—Tú y Naruto no han sido nuestro principal tema de conversación estas últimas fechas.
—Es una lástima. Tú y Madara han sido el nuestro.
— ¿Por qué?
—Naruto dice que te ha visto por el hospital un par de veces, recientemente, y que parecías muy distraída.
Hinata sonrió.
—Así que tú y él han estado especulando sobre si la "luna de miel" ha terminado o no —dijo sin rencor.
—Bueno... no exactamente —la breve incomodidad de Shion se reflejó en su voz—Pero hemos estado preocupados por ti, eso sí.
—No necesitan estarlo —le aseguró Hinata con rapidez—Madara y yo somos muy felices juntos. Sin embargo, hay algo que quiero contarles cuando estemos ahí —añadió con tono enigmático, disfrutando del placer de bromear con su hermana. Sabía la impaciencia que Shion sentiría de saber lo que tenía que decirle.
De niña, a Shion siempre le había sido imposible guardar un secreto, ya fuera suyo o de otra persona. Y en ese momento no había cambiado mucho con los años. Todavía detestaba tener que esperar por algo.
—Dímelo ahora —pidió como era de esperarse.
—Prefiero no hacerlo —contestó Hinata con tono ligero. La travesura brilló en sus ojos, mientras sonreía para sí misma. Iba a tener que ir a ver a sus padres esa tarde, después de trabajar, para decirles lo del bebé; la cena con Shion y Naruto sería el momento ideal para decírselo a ellos también— Es más bien... personal —añadió con tono confidencial, todavía sonriendo.
— ¿Quieres que vaya esta noche? —Sugirió su hermana con ansiedad—No sería una gran desviación de mi camino y si es tan urgente...
—Oh, no es urgente —le aseguró Hinata con suavidad—Puede esperar hasta que Madara y yo vayamos a cenar.
Dudaba mucho de que su hermana pudiera esperar hasta entonces, reconoció al colgar el teléfono. El esperar hasta que Hinata fuera a cenar para saber de qué quería hablar, iba a ser algo terrible para Shion.
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Sus padres, como Hinata lo había anticipado, se pusieron felices ante la idea de ser abuelos. Y mientras hacían comentarios sobre el emocionante acontecimiento, ella se alegró de poderles dar algo, además de su amor, a cambio de todo lo que ellos le habían dado. Su madre tenia el cabello largo y negro azulado como el de Hinata y todavía era muy hermosa. Tenía ya cerca de cincuenta años, pero conservaba la elegante esbeltez que su hija había heredado. El amor entre ella y su esposo también, era una cosa tangible. Ese amor había rodeado a Shion, Hannabi, Neji y Hinata mientras vivieron en la casa; pero, como todos los padres, ellos comprendieron cuando llegó el momento, que tenían que dejar que sus hijos buscaran sus propios amores. Hinata sabía que consideraban a Madara un poco arrogante, que lo veían con respeto, pero lo aprobaban y se alegraban de la felicidad que había proporcionado a su hija. Y los llenó de alegría la noticia del hijo.
Su sonrisa se transformó en un ceño fruncido durante el regreso a casa, mientras se preguntaba cómo decirle a Madara lo de la cena con Shion y Naruto. Sabía que la idea no iba a gustarle mucho. No había olvidado todavía que ella era pareja de Naruto cuando los dos se conocieron. Sus amargas acusaciones cuando le dijo lo del niño eran buena prueba de ello. Pero no podía continuar evitando a su hermana y a su esposo durante el resto de sus vidas, a menos que desearan continuar haciendo las cosas desagradables para toda la familia.
La señora Chiyo se había ido ya, la cena estaba casi lista, cuando Hinata oyó la llave de su esposo dar vuelta en la cerradura. Se puso tensa, como si se dispusiera a una pelea.
—Huumm... —Madara se apartó un poco después de aceptar el beso de bienvenida—¿Cuánto tiempo puede esperar la cena? —preguntó con voz ronca.
—Casi nada... ya está lista —contestó ella con tristeza.
— Qué lástima...—murmuró él, mientras se dirigía al dormitorio a refrescarse, con el brazo alrededor de la cintura de ella.
Tal vez era muy pronto en su matrimonio para que el deseo de Madara por ella se hubiera apagado, pero aun así, la forma en que siempre la hacía sentirse deseada la llenaba de satisfacción.
Lo observó, con descarado placer, mientras se desvestía, quitándose el traje hecho a medida, para ponerse ropa más cómoda. Le encantaba la belleza de su cuerpo. Un excitado calor empezó a subir a las mejillas de Hinata.
Sus miradas se encontraron con frecuencia en el espejo del tocador, mientras Madara deslizaba los pantalones por su cuerpo. Las miradas encendieron un devastador fuego de deseo. Madara, por fin, se dio la vuelta para tomarla en sus brazos y conducirla al deseo.
—No me importa que se eche a perder la cena —murmuró, mientras le quitaba la ropa con la facilidad nacida de la práctica— No puedes mirarme así y esperar que me siente tranquilamente a cenar... —gruñó.
Este hombre jamás había sido tibio en nada y ella disfrutó de su feroz manera de hacerle el amor. La pasión de ella estaba a la par de la de él y fue ella quien los llevó a ambos a ese vórtice giratorio en el que tenía que aferrarse a Madara, para no perder por completo la conciencia.
Se vistieron con tranquila lentitud, compartiendo sonrisas íntimas, y rieron con suavidad mientras se servían el pollo, que se había secado, y las verduras, que se habían cocido demasiado. Hinata estaba segura de que ninguno de los dos notaba lo que estaban comiendo.
— ¿Fuiste a ver a tus padres? —le preguntó en tono de conversación.
—Sí —contestó ella.
—¿Quieres un pedazo de tarta quemada? ¿O vamos a la sala a tomar un poco de té?
Ambos rieron. Ella asintió y se puso de pie.
—Por lo menos el té estará caliente.
Madara estaba mirando algunos papeles de su trabajo cuando ella entró en la sala con las cosas del té. El hizo los papeles a un lado en cuanto la oyó acercarse, aunque tomaría un poco más de tiempo que hiciera a un lado su papel de abogado, como ella sabía por experiencia. Era un poco deprimente vivir con un hombre que podía ser lo mismo un brusco desconocido que un tierno amante. Sin embargo, ella estaba aprendiendo a manejar la situación.
—Mamá y papá te mandan todo su cariño —empezó a decir, mientras servía el té—Papá está realizando una venta importante y mamá se está encargando de que termine con ella sin derrumbarse. Papá es el peor vendedor que he conocido en mi vida —sonrió con aire indulgente y notó que la tensión empezaba a desaparecer del rostro de Madara—Pero, de modo increíble, parece tener éxito en su profesión. A los cuarenta y cinco años, su padre se vio obligado a cambiar de profesión. Y en los últimos cinco años se había dedicado a la venta de bienes raíces. Era un hombre tranquilo y encantador que hacía sentir a gusto a la mayor parte de la gente. Sin embargo, parecía desplomarse cada vez que hacía una venta importante.
—Tu papá tiene carisma —dijo Madara con sequedad.
—Si, supongo es por mamá—ella se puso seria y lo miró con incertidumbre—Les dije lo del hijo.
El asintió con la cabeza.
—Me imaginé que eso harías —dijo con aire distante.
—Están muy emocionados —añadió ella, con cierta torpeza.
—También esperaba eso —contestó él, con una ligera inclinación de cabeza.
Ella sintió una pizca de dolor ante la falta de interés de él. Pero entonces se regañó a sí misma; era demasiado pronto para que él sintiera algo más. Pasarían meses antes de que naciera el niño.
—Shion me llamó por teléfono hoy, al trabajo—Ella y Naruto nos invitan a cenar en su casa.
Una vez más, él no demostró emoción alguna.
— ¿Aceptaste? —preguntó con simple curiosidad.
El rubor oscureció las mejillas de ella.
—No quise hacerlo sin consultarte primero —contestó.
— ¿Y eso fue lo que estuviste haciendo antes...tratando de convencerme? —preguntó con voz dura.
Los ojos de ella se agrandaron al comprender que él estaba insinuando que lo había sobornado haciendo el amor.
La boca de él se torció al notar la mirada de incredulidad, llena de dolor,que se reflejaba en el rostro de Hinata.
— ¿No es así como actúan las esposas? —Preguntó con tono de menosprecio—Dale un poco de lo que él quiere y luego puedes tomar lo que tú quieres.
Ella se sintió herida de que él la considerara capaz de una cosa así. Su primer instinto fue decirle que lo olvidara. Pero había recorrido un largo camino en los últimos tres días y no quería perder lo ganado por una mala interpretación de Madara.
—Yo no dije que quería ir a cenar con Shion y con Naruto—contestó, con los ojos fijos en él.
—¿Por qué no? —los ojos de Madara se empequeñecieron un poco.
—Tampoco dije que no quería ir —murmuró ella con tono ligero—Voy a dejar esa decisión en tus manos.
—Y a condenarme si digo que sí, lo mismo que si digo que no, ¿verdad? —preguntó él con tono triste, pero su estado de ánimo se había suavizado ya un poco.
—No, en realidad va a ser un encuentro difícil para todos nosotros. Si tú prefieres que no...
—Iremos —decidió con su acostumbrada arrogancia. —Es tiempo ya de que esas asperezas desaparezcan —añadió con decisión.
—Llamaré a Shion por teléfono mañana y se lo diré. Mientras tanto... —sus ojos brillaron de malicia— ¿me permitirás ofrecerte otro... soborno?
Madara lanzó un gemido de disgusto contra sí mismo. Se puso de pie, cruzó la habitación hacia donde ella estaba, se puso en cuclillas y acarició su mejilla con gentileza.
—Fue detestable que yo haya dicho eso —admitió con un suspiro—Lo siento, Hinata.
Ella aceptó la disculpa y pasó la mano por el cabello de él.
— ¿No Hina? —le preguntó con voz dulce.
—Siempre Hina —admitió él con tristeza—Dejemos todo esto para que la señora Chiyo lo recoja mañana y vámonos a la cama, ¿te parece?
Ella movió la cabeza de un lado a otro y se echó a reír cuando Madara expresó su desilusión frunciendo el ceño.
—Lo que quiero decir es que no le dejaré el desastre a la señora Chiyo, yo me levantaré temprano para recoger estas cosas —dijo con tono burlón, poniéndose de pie—No que pensaba que no era buena idea irnos a la cama. ¿Sabes lo que dicen sobre las mujeres embarazadas?... —se interrumpió y levantó la mirada hacia él con expresión desolada.
—No —contestó Madara con suavidad, rodeándole la cintura con un brazo mientras iban hacia el dormitorio
— ¿Qué dicen?
Hinata lanzó un suspiro de alivio. Había tenido tanto miedo... pero todo parecía indicar que el tema de su embarazo ya no era tabú. Lo único que no había cambiado era la falta de entusiasmo de Madara.
Se puso sobre la punta de los pies para murmurarle con exactitud lo que decían sobre las hormonas de las mujeres embarazadas.
Los ojos de él se agrandaron burlonamente cuando se incorporó y el humor brilló en las profundidades negras de sus ojos.
— ¿Me quieres decir que vas a ser todavía más exigente? —suspiró— Trata de recordar que soy viejo, Hinata.
Hinata sonrió al ver que recordaba lo que ella había dicho la noche en que se conocieron.
—Los hombres viejos son los mejores amantes —dijo con tono alegre, y entonces contuvo la respiración, al comprender que había dicho una vez más una cosa equivocada.
La expresión de él se suavizó al ver la angustia de ella.
— ¿Cómo puedes saber eso tú? —preguntó con voz suave—¡Tú sólo has estado conmigo!
Ella no necesitaba ninguna otra seguridad de que él creía en ella ahora.
Pero eso no iba a hacer más fácil la cena con Shion y Naruto. No esperaba con ningún entusiasmo esa ocasión...