Como cada mañana, se sentó al borde de su cama. Miró a su alrededor y observó lo mismo que cada día. Mirando a su derecha, tenía su pequeña mesa donde reposaba una igualmente pequeña lámpara, pero eso no detuvo su mirada. Observaba como cada día su habitación y, como cada día, esta le respondía con silencio, pues, que podía esperarse de un lugar en el que el único ser vivo estaba callado. Siguió recorriendo su habitación y sus ojos reposaron en la gran estantería que guardaba una colección de libros de diversas materias. No había nada fuera de lo normal, como cada día.