Siempre me han gustado los principios, pero nunca los finales. Supongo que a nadie le gustan. Pero yo soy el tipo de chico que cuando está viendo una película se salta el final. O que cuando ya está por terminar un libro decide parar de leer y lo deja para "más tarde". Quizás por eso hasta ahora no había tenido un novio, al menos no uno oficial. Había conocido a un par de chicos, todos diferentes. Uno alto, el otro gordito y una vez uno pelirrojo. Pero nada había funcionado. En algún punto era como si nada tuviera sentido y terminaba por dar terminada la relación o lo que fuera que tuviéramos. O simplemente desaparecía. Les dejaba de contestar y nunca más volvía a saber de ellos. No sabía si tenía que ver con todo lo anterior, pero hasta ahora, aquello llamado amor, no lo había experimentado. Me sentía un novato en todo eso. No había sentido aquellas dichosas mariposas, no me había faltado el aire al mirar a sus ojos y mi corazón no se había agitado al tomar de su mano. Nada. Aun así, creía en el destino. Creía que todos estábamos destinados a conocer a alguien especial. Y que por eso aún no había sentido todo esto, porque no había sido con mi persona especial. O al menos eso esperaba, sino estaba realmente jodido. Por lo general, Greta, mi mejor amiga, solía decir que estaba jodido. Que era un maldito que evitaba el amor. Pero yo creía lo contrario. O al menos eso fue hasta ese día. Suelo llamarlo el día M. Porque todo se fue a la mierda. Y todo gracias a él. Estúpido él. Desgraciado él. Mal nacido él. Él. Y entonces mi vida se acabó.