126 años esclavizado por las ordenes humanas de la casa del vaticano, mi deber, cazar a las criaturas malignas que rompen la ley. Nunca me sentí cansado por las cadenas que arrastro, nunca sentí necesidad de escapar, no hasta que llego el, dándome la razón para quitarme el collar, la razón para buscar mi libertad.