¿Quién dijo que un cristiano debe ser perfecto? ¿Quién dijo que esa vida es color de rosas? Esta tan alejado que ni se acerca, y pensándolo bien, la perfección no existe, solo es un estereotipo impuesto por las personas para llegar a un determinado lugar que todos desean.
¿Yo? Soy una de las personas más imperfectas que puede existir, aunque por mucho tiempo quise aparentar lo contrario... ¿Por qué? Tal vez por el testimonio, o para no ser señalada por los demás.
Siempre aparente ser una cristiana ejemplar, que refleja a Dios en su vida, pero detrás de eso se esconde una frágil y vulnerable chica, que a sufrido en su vida más de lo que le hubiera gustado, y a pecado, una y otra vez, a tal punto de no poder avanzar más.
Pero no termina ahí, porque Dios no quiere hijos perfectos, quiere hijos con un corazón humillado ante él, personas que deseen ser transformados, cambiados y renovados por su Espíritu, y yo, en medio de la oscuridad profunda que me rodeaba, sentí que todo cobraba vida, Dios me estaba rescatando, no me dejaría en el suelo, porque si me caigo siete veces, ocho me levanto, y esta vez no lo haría sola, porque había mandado a la persona ideal para mí.
Aquellos bonitos ojos verdes que me dan esperanza cada vez que recorren mi cuerpo y alma, y me alientan a seguir, y ser mi mejor versión.
Dios me buscaba, para destruir todos los pensamientos que atentaban contra mi vida y mi espíritu, él estaba para recordarme, que, a pesar de mis debilidades, su gracia era mayor.
Yo soy digna de ser llamada su hija.All Rights Reserved