En mi vida hice daño a muchos solo por placer. Me fascinaba escuchar los gritos de dolor y de auxilio de mis víctimas, y cuando rogaban por sus vidas suplicándome piedad. Con cada persona que asesinara me hacía más fuerte y ya no solo podía matar en sueños sino también en la realidad, aunque en esta era más consciente de lo que hacía y por lo tanto me daba cuenta de cosas que tal vez no debía, que me hacían pensar: "Si todo era necesario". Hasta que...