Alex posa su mirada en mí y yo me veo obligada a apartarla de sus brazos. Sigo pensando que no le hace falta ni una sesión de gimnasio. Es que de hecho, parece natural; como si hubiese nacido ya con esos brazos pegados al cuerpo desde bien bebé. -Eh, Jazz. Vuelvo a mirarlo fingiendo, o intentando, mejor dicho, algo de indiferencia. Como si escuchar su nombre en ese acento francés tan sexy no me afectase lo más mínimo. -Bienvenida a París.
5 parts