¿Quién diría que por ser tan sensible con los animales sellaría mi propio destino? No debí de tener compasión ante aquella criatura, ante mi animal favorito; el lobo, pero se encontraba en una trampa y, lamentablemente no me resistí y lo liberé, para luego correr lejos de él. Creí que esto sería como esas tantas veces donde ayudé a un animalito y más nunca en mi vida volvía a saber de ellos. Maldita sea, yo y mi buena alma. Ahora estoy entre las fauces del hombre lobo.
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