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"En los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencia mas desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él [...] Desde otro punto del espacio, intelectos fríos y calculadores, observaban la Tierra con ojos envidiosos mientras formaban con lentitud sus planes contra nuestra raza"

"La Guerra de los Mundos", H. G. Wells.

Hagex caminaba deprisa por los pasillos de la nave, pronto iniciaría la que seria la ultima reunión antes de la invasión y los detalles eran importantes. Debía continuar por el ala este hasta encontrar el elevador, que la llevaría hasta la sala de reuniones, una habitación gigante en la que los principales generales y el Rajac*, debatían los temas importantes. Cada vez que se detenía a pensar por unos segundos lo que implicaba lo que se avecinaba, una sonrisa de satisfacción recorría su rostro en señal de plena felicidad. Doblo una esquina hacia la derecha, su largo cabello azul ondeaba tras ella, su caminar ligero y su figura delgada, la hacia casi invisible. Esa habilidad de pasar desapercibida, su forma egoísta y su mente maquinadora, fueran tres de las cosas que la abrieron camino para formar parte de lo que es conocido como gobierno, aunque sobre todo lo que mas caracterizaba a Hagex era un amor incondicional a los suyos, a su pueblo y un odio hacia la Gemela de la Tierra.

"¡Oh Bigtang*, Bigtang! Pronto dejaras de ser el refugio de los Marbehrianos, te volverás a convertir en el planeta sucio, frió y vació que eras, antes de nuestra llegada", pensó Hagex cuando presiono, con unos de sus largos dedos amarillos, la tabla de control del elevador. Y no era la único que pensaba de esa manera, todos los lakuos*, wanitas* y kenak* pensaban de la misma forma, inclusos de las mentes los pequeños kenakos* brotaban pensamientos de guerra y destrucción.

Con el rostro impasible entro en la sala, saludo a los demás generales con un asentimiento y tomo lugar a la derecha del gobernador, su rey, el Rajac.

Pronto acabaría su sufrimiento, pronto dejarían de ser los derrotados, aquellos que habían rechazados. Se vengarían del Creador, destruyendo su mas preciada creación.

Los humanos.

*

La luz se filtraba por las ventanas de la habitación de Gabriel, recordandole que las horas pasaban, que el sol iba descendiendo y pronto llegaría la noche. Esa noche, la que había estado esperando con ansias. Se calzó los pies con unos tennis, recogió uno de los polos que tenía esparcido sobre la cama, se lo llevo a la nariz para comprobar el olor, aparentaba limpio así que se vistió con el.

Habían pasado muchos meses de la ultima vez que su casa se encontró organizada. Nada la importaba, los sonidos le parecían estridentes o muy graves, nada era melodioso, los colores eran o muy opacos o muy brillantes, habían perdido su equilibro. Para Gabriel, hasta la comida había perdido su sabor y todo por culpa de una mujer. Y le costaba admitirlo, nunca diría en voz alta lo que su interior sabia, el día en que partió se llevo la parte viva de su ser. Ahora era un hombre escuálido, que cada día se sumía mas en el letargo de su dolor, que se hundía en el interior de un mar depresivo que terminaría ahogándole.

Pero pronto su sufrimiento acabaría, estaba a pocas horas de unirse a su amada, de echarse a los brazos de una oscura amiga.

Gabriel tomó las llaves, salio de su casa siguiendo por instinto el camino que había estado recogiendo todos los días por dos meses. Acostumbraba a salir a partir de la cinco de la tarde, cuando el sol comenzaba a decender y las sombras se alargaban en el camino. Solía caminar siempre dando le la espalda a la gigantesca estrella que se encargaba de definir los días y las noches, el solo le interesaba la oscuridad donde nada ni nadie lo podría persuadir de no continuar su cometido.

Llegaba al puente San Vicente siempre faltando quince para las seis, daba algunos pasos por el camino peatonal, se apoyaba en la segunda viga, sacaba un cigarrillo del bolsillo de su pantalón y mientras lo fumaba miraba a las personas, que caminaban de un lado a otro siguiendo una rutina. Se giro con pesar, miro el horizonte, siempre era lo mismo. Las mismas personas, los mismos lugares, los mismos carros que pasaban día tras día a la misma hora, los mismo negocios que comenzaban a cerrar sus puertas. Bajo su vista hasta el agua, allí abajo se llevaba acabo la vida de millones de organismos, tranquilos y serenos sin importarle los afanes del mundo.

Pronto, pronto el formaría parte del agua, se arrojaría al rió en busca de descanso, en busca de su Erika. La esposa que le dejo aquejada de una maldita enfermedad, aquella que amo y que amara hasta el final. Quizás era un cobarde por escoger la muerte, por querer que el agua llene sus vías respiratorias y hagan explotar sus pulmones, pero era lo único que deseaba.

Abrir sus brazos hacia la muerte.

Observo unos minutos mas, esperando que llegara la hora, el momento de saltar. Disfrutando en cierto modo todo lo que representaba vida en alrededor, tiro la colilla del cigarrillo al suelo, la aplasto con un pie. Miró a su derecha donde una pareja de jóvenes se besaban como si no existiera mañana, cuan cerca estaban de no tenerlo.

Cuando volvió su atención al frente, vio que algo había cambiado allí en el fondo del tranquilo rió. El agua burbujeaba como si estuviera hirviendo, subía como boca de un volcán en erupción.

A los pocos segundos comenzó la explosión.





N/A

*Rajac: rey o gobernador de Marbeh.

*Bigtang: planeta donde viven los Marbehrianos.

*Lakuos: hombres.

*Wanitas: mujeres.

*Kenak: jovenes.

* Kenakos: niños.

Hola, buena esta historia esta participando en el Desafió Sci-Fi de Concursos Watty, espero que sea de su agrado. Que voten y comenten que les parece, el próximo capitulo lo traeré pronto.

Besos.

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⏰ Last updated: Oct 05, 2019 ⏰

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HagexWhere stories live. Discover now