Patrick

29 1 2
                                    

 【💐】 

—  ¡Lorena! ¡Baja ya! ¡Llevo viente minutos aquí fuera! 

  — ¡Te he dicho que me esperes unos minutos más!

Venga, eso me huele a otros viente minutos gritándole a una casa que a simple vista parece completamente vacía. Es más, todo este lugar me parece vacío, muy sobrio para mi gusto y sin gracia. 

La acera tiene algunas manchas de pintura negra seca, tanto que tengo que comprobar más de una vez si puedo sentarme o no. Muevo mi pie con impaciencia dejando que el frío aire de abril me congele por un momento la punta de la nariz.

  —  Quiero verte esta noche, Paddy. Prometo no volver a estar en ese café más de una hora. Te extraño.

Mierda, mierda, mierda.

Camino en círculos unos minutos frente a la casa de madera maciza y pintada de un magenta, opacado por manchas de humedad. Sus ventanas están remendadas con cinta aislante desde el interior de la casa; aún se ven algunas grietas. Unas cuantas tienen la bisagra rota logrando que el batiente quede colgando a su suerte. Las que sí poseen alféizar de piedra están algo destruidas. Carajo, estoy pensando muy seriamente en que mi nueva cita no esté viviendo en una casa abandonada, no esté planeando seducirme para secuestrarme y descuartizarme dentro. 

Todo en este lugar me da la imagen de un pequeño pueblo fantasma que desentona brutalmente con la cuadra contigua. La casa de Lorena,  en comparación a las demás casas, es una tacita de té preciosa. 

— Por favor, contéstame. Te he dejado un paquete con el recepcionista. Sé que te va a encantar.
 

Tengo que apurar a Lorena. 

   ¡Lorena, reservé la mesa a las 6:30! ¡Quiero llevarte a un lugar antes! 

 ¡Estaré lista en un parpadeo!Su voz empalagosa era el incentivo para seguir esperándola. 

No se escucha nada en las demás casas del lugar. Ni siquiera un televisor, una radio, voces de alguna otra persona, nada de nada. Creo que hasta mi voz hace eco cuando llamo a Lorena. Aquí todo parece que no se ha tocado en un buen tiempo, no sé a que ser humano le parece bien la idea de vivir su día a día aquí. 

Me muevo intentando ver hasta el final de la calle; todas las casas tienen el mismo aspecto descuidado. Me abrazo a mi mismo, la temperatura descendió más rápido de lo esperado. Decido seguir caminando en círculos para volver a entrar en calor. 

Estoy completamente seguro que lo que está al otro lado de calle es un niño. O una niña muy masculina. Pero me da la seguridad de que no somos las únicas personas aquí. Cruzo algo perezoso la calle, quiero comprobar si tal vez haya más personas aquí (el lugar es escalofriante ya), no es como si apareciera un auto o al menos no habían hecho acto de presencia ninguno en los treinta minutos que llevaba aquí afuera.

Un pequeño auto de juguete chocó contra mi pie apenas pisé la acera del otro lado de la calle. Me agaché a recogerlo; el auto no era muy grande, estaba hecho de tres pisos de madera, cada uno haciéndose más pequeño según subía y pintado de rojo, verde y amarillo. Busqué al que pensaba era el dueño del juguete. 

Nada.

Esta vez si comprobé la calle. La ventana de donde yo asumía que era el cuarto de Lorena seguía teniendo las cortinas corridas. Ella se iba a demorar, cuatro citas me hicieron dar cuenta de eso. Mi mano libre la metí en el bolsillo acercándome al patio cubierto por una cerca igual de desaliñada que todo el vecindario.  En lo que era el patio trasero de la casa no había nadie. Absolutamente nadie. 

Breawittcism.Where stories live. Discover now