Capítulo 2

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Me despierto por los rayos de Sol que entran por la ventana y me veo atrapada bajo el cuerpo de Christina. Se ha llevado toda la noche dándome patadas y algún que otro puñetazo esporádico, lo cual hace que mi cabeza tiente a explotar. Creo que no volveré a beber en toda mi vida y aún menos cerveza. ¿Cómo aguantarán los universitarios una resaca cada fin de semana?

     Me intento quitar a Christina de encima, pero no hay manera. La zarandeo un poco e intento llamarla, pero me entran náuseas y me duele demasiado la cabeza. Resoplo, desesperada por quitarme a mi amiga de encima, y barajo la idea tirarla de un buen empujón. Mientras dormía me ha aprisionado contra el filo de la cama y, con tan sólo dalearme un poco, puedo tirarla al suelo. Por lo visto, una cama de matrimonio es demasiado pequeña para las dos. Debería haberme ido hacia la habitación de invitados, pero no estaba en las condiciones adecuadas como para ponerme a buscarla.

     El móvil de Chris empieza a pitar y gimoteo al escuchar tal estruendo. Nunca me había dado cuenta de lo horriblemente mal que suena cuando recibe un mensaje. Christina hace una mueca de dolor y abre los ojos lentamente. Me sonríe divertida cuando ve que me está aplastando y se aparta, dejándome respirar.

     Entierro la cabeza bajo la almohada mientras ella habla por WhatsApp con a saber quién. Noto palpitaciones en las sienes, que debe ser la misma sensación que se tiene al morir lenta y dolorosamente. La bilis sube y baja por mi garganta, abrazándola por completo. Me revuelvo, haciendo que las sábanas se me enrollen en las piernas, impidiendo que pueda separarlas.

     —Mi hermana me ha preguntado que si vamos a la playa con ella y con los demás —me dice Chris.

     —¿Cuándo? —pregunto—. ¿Por la tarde?

     —No —responde—. Nos recogen en media hora.

     Abro los ojos como platos al escucharla. ¿Pretende que yo, que estoy resacosa a más no poder, vaya a mi casa, coja un biquini, ya que los suyos me quedan grandes, y que me vaya a la playa? ¡Está loca!

     —Pero, Chris, ¿cómo pretendes que ahora vaya a ningún lado si todavía sigo borracha? —le digo mientras me desenrollo las sábanas de las piernas.

     —¿Crees que yo no lo estoy? —pregunta, levantándose de la cama.

      Salgo de la habitación, dejando a Christina eligiendo el biquini y la ropa que va a ponerse, y voy al baño. Intento despejarme echándome un poco de agua en la cara, pero de nada sirve. A pesar de la fatiga que tengo, soy incapaz de vomitar y librarme del mal cuerpo que tengo. Beber será divertido y todo lo que tú quieras, pero no compensa nada. Mi cabeza está a punto de explotar y tengo que ir a un sitio que es la playa.

     Cuando vuelvo al cuarto Chris ya se ha vestido y se dirige al cuarto de baño para peinar esos pelos de loca que tiene. Cojo ropa limpia de la bolsa y meto el pijama hecho una bola, junto al vestido de ayer. Un momento… No tengo zapatos.

     Voy hacia el baño y me apoyo en el marco de la puerta, haciendo una mueca de dolor al notar una punzada en la sien.

     —Chris, ¿me dejas unos zapatos?

     Ella asiente con la cabeza y hace otra mueca. Al parecer no soy la única resacosa.

     Escojo unas vans negras y me recojo el pelo en una cola baja, ya me peinaré en mi casa. Christina y yo salimos del recinto de su casa y nos encaminamos hacia la mía. Supuestamente vivimos al lado, pero los chalets tienen tantos metros de parcela que nos podemos tirar un buen rato caminando. Nuestros padres son aliados empresariales, que tienen a medio Miami en el bolsillo.

¿Se Puede Perdonar Todo? © [UME #1]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें