VII

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Mañana

me vestirán con cenizas al alba,

me llenarán la boca de flores.

Aprenderé a dormir

en la memoria de un muro,

en la respiración de un animal que sueña.

(Alejandra Pizarnik)

Se sentó en la mesa dispuesta especialmente para él, frente a frente al líder de la secta Nie. Vino oscuro, añejado. Comida abundante. Ofrendas en un simple altar para el nuevo dios del mundo. Se sentía complacido por la adecuada recepción. ¡Si tan solo el resto fueran como él! Casi podía apiadarse y perdonar las vidas de sus discípulos.

Casi.

El silencio era extraño, no opresivo en su peso, pero no ligero con los recuerdos de su vieja amistad compartida.

Los discípulos de la secta estaban alineados afuera, temerosos. Ninguno sabía lo que les deparaba. Ninguno sabía que eran simples corderos de sacrificio para un único deseo.

- Prometiste devolverme a mi hermano

- Prometiste sacrificar a tu secta a cambio. ¿Cerramos el pacto, Huaisang hermano?

- Si.

Se deleitó en los ojos afilados de su viejo amigo, ya sin la inocencia de la juventud, sin la protección de su hermano mayor. Esos ojos habían visto la misma crueldad de la vida que había sufrido en carne propia, habían quemado la misma determinación de venganza.

Huaisang y él siempre se habían entendido mejor.

Unas señas, y los aires se abrieron para liberar a varios demonios que, sin piedad, se arrastraron hacia los discípulos, hacia los sirvientes, hacia todos los seres vivos que había en la fortaleza, devorando todo sin compasión.

Los gritos no inmutaron a ninguno de los dos.

Wei Wuxian sonrió, sus dientes amarillentos y su lengua negra eran meras sombras de su antigua sonrisa solar.

- Ahora, yo te devuelvo a tu hermano.

Tomó su flauta, ofrecida como regalo de bienvenida por el líder de una secta ya extinta, y entonando una canción retorcida, pudo escuchar el arrastre de miembros y el sonido del acero chasquear.

El cadáver de Nie Mingjue caminó lentamente hacia ellos.

- Tómalo y vete lejos, Huaisang. Pronto recuperará la consciencia, y no creo que esté feliz de saber qué hiciste con su secta.

Nie Huaisang sonrió, cerrando su abanico.

- Todo ya está dispuesto para mi huida, no te preocupes. ¿Me seguirá?

- Como un cordero obediente.

- Ah, viejo amigo. Gracias. Sigue adelante por tu camino, y yo iré por el mio.

- Goza de salud y protección.

- Cumple tu venganza.

Arrastrando su túnica por las baldosas ensangrentadas, Nie Huaisang se retiró.

Con un cadáver siguiendo sus pasos, tranquilo como no lo había estado en vida.

Permaneció sentado, hasta que no escuchó ruido alguno.

Sus hijos ya se habían retirado.

No podía sentir más que muerte y sangre rodeándole.

Volvió a sonreír.

Y comenzó a comer.

El viaje a Yunmeng sería un poco largo. Había varias sectas pequeñas, insignificantes, que terminar de borrar camino hacia su viejo hogar.

¿Jiang Cheng lo recibiría con banquetes y música? ¿Jiang Yanli se atrevería a poner veneno en su sopa?

Oh, cuanto deseaba volver a ver a sus queridos hermanos...

Oh, cuanto deseaba dejar correr su sangre frente a las tabletas de Madam Yu...

Pronto.

Muy pronto.





Acheronta MoveboWhere stories live. Discover now