La estrella Polar

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Su atuendo era impecable, su traje negro y camisa blanca no tenían la más mínima arruga. Su cabello blanco muy bien peinado hacia atrás y me sorprendió comprobar que tenía una complexión gruesa y musculosa, imponente incluso para alguien de su edad.

Bajé la vista y me quise alejar de nuevo, mas no me lo permitió.

Mi corazón se detuvo en seco cuando tomó mi brazo con sutileza y pronunció mi nombre.

—¡Aléjate de ella! —mi padre corrió hacia nosotros y se interpuso entre ambos.

De estar detenido, mi corazón pasó a latir a mil por hora, tomé a papá del brazo y le pedí alejarnos. Él se mantenía firme, mirándolo directamente a los ojos, con furia. El otro hombre, por el contrario, mantenía una expresión neutra.

La gente volteó a vernos. Yo seguía insistiendo, quería sacar a papá de ahí.

—Me alegra ver que mi nieta está sana y viva. Hace mucho que le sigo el rastro —dijo con cierta petulancia en sus palabras.

—Viva, porque la mantuve alejada de ti. Y no vas a correr con esa suerte si te le acercas de nuevo.

—¿Es esa una amenaza? —sonrió, yo no dejaba de mirar al rededor, el salón de golpe se puso en silencio.

—Hicimos un trato, más te vale cumplirlo —mi padre añadió entre dientes, dándole la espalda y poniéndome delante de él de manera protectora.

—Si la quieres mantener a salvo, no lo vas a lograr con quienes se está juntando. Pronto vas a venir a buscar mi protección.

Nos detuvimos un segundo a escuchar lo que dijo y retomamos el paso, saliendo de la fiesta.

—Papá, tranquilo. Fue mala suerte encontrárnoslo —le dije afuera, él lucía tan enojado.

—Sabe quién eres, te está vigilando. Sabía que debíamos escondernos de nuevo —exclamó, frustrado.

—No, papá, no vamos a renunciar a nuestras vidas por el capricho de un viejo loco. Solo quiere asustarnos.

—No quiero que vayas sola a ningún lado. Si no estás conmigo, ve con Ian y veré de comprarte un arma —expresó, contrariado.

—Si eso te calma, está bien. Pero solo... no dejes que eso perturbe nuestra paz —le pedí abrazándolo con cariño.

Insistió en acompañarme hasta la torre de 3IE, donde Ian vivía. No quería dejarme a solas ni con el chofer. Me costó convencerlo de no ir con él a su casa. Necesitaba ver a mi novio. A veces salía de las cápsulas como si nada, otras en muy mal estado y no sabía cómo se encontraba en ese momento.

Ni bien entré, me saludó Aaron, el ente, al final no había crecido demasiado y controlaba su tamaño a voluntad. Podía estirarse como un caballo o hacerse pequeño como un gato. En dos años no nos había intentado devorar, así que ya tenía la plena confianza de Ian.

TransalternaWhere stories live. Discover now