Azúcar y Sal.

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Yo soy  azúcar,  pero…

No te pido canciones de amor. No quiero chocolates caros en cajas de corazón. Tampoco quiero palabras dulces, ni rosas todos los viernes. No quiero que pruebes la destreza de tus letras, ni tu inspiración armónica en versos caídos, que sin estructuras a lo Becker, Valdelomar o Alegría, me roban el alma en pequeños suspiros arrítmicos, como tus pausas. Tampoco pienses regalarme relatos incompletos de doncellas encerradas, donde soy tu Dulcinea y tú mi demente  Quijote de brillante armadura plateada.

No quiero estereotipos, no quiero cuentos de hadas. Contigo los clichés que brotan de la cabeza de una romántica quedan anulados. No importa si son baratos o demasiado caros, no pretendo que los compres, ni que los hagas realidad. Porque lo que a otros le costaría riqueza, se va contigo por dos centavos de una devaluada moneda. Y es que entre nosotros nada puede ser considerado común y corriente, no puede ser normal… pero sí fluido y danzante como el río al buscar su camino serpenteante al mar.

Tampoco quiero al hombre perfecto; lo perfecto aburre. No es más que la disculpa para aquel que  se ama demasiado para reconocer lo basura que puede llegar a ser. No te quiero de traje y corbata, de cabello engominado y jazmín en el ojal. Te quiero así, con vaqueros, con camisetas oscuras… con la sonrisa de niño, con la mirada traviesa. Y es que me di cuenta que eres de esa especie de artículos de colección que son de edición limitada, que son invaluables. A ti solo te hicieron una vez; luego rompieron el molde porque el mundo no estaba preparado para un ejército igual a ti. No lo consideres un halago, porque no lo es. No eres perfecto. No, no lo eres. Distas mucho de serlo y para mi maldita buena suerte tampoco lo intentas. Solo eres tú de inicio a fin, respetando tus formas, tus ideas, tus conceptos y aquel filoso-puntiagudo sentido de lo hilarante; ese  que suele llegar casi a lo perverso,  que me encanta.

Porque al no ser tú «Don Perfecto» no tengo que jugar a ser «Miss Simpatía» para mantener este tango a un ritmo equitativo. No debo cuidar mi lenguaje aristocrático porque hasta las bobadas son motivos de festejos. Y debo reconocer que me encanta la cara que pones cuando hago el tonto contigo. Es como si no te pensaras que pudiera lanzar al viento cualquier locura, como si aquello no estuviera escrito entre las líneas de mis formas, mis maneras… Te sorprendes, y eso te agrada tanto como a mí. Me encanta girar la llave del cofre de tus sonrisas, de tus risas sonoras tan radiantes como el sol del verano. Reírme contigo me es más fácil que respirar y se ha vuelto una necesidad agobiante, un deseo intransmisible que nos arrastra al inicio de un túnel de gusano que nos lleva a otra dimensión temporal. Una en la que yo soy para ti y tú…


Bueno, Tú eres la sal…

Eres un bloque blanquecino de sal del que la brisa va desprendiendo frescura y motivación. Eres ese bosque verde y frondoso  que golpea tu nariz al recordar un día en la montaña. Eres la esencia masculina, viril; más fascinante que ha logrado embriagarme y nublarme hasta que me he sentido inconsistente e insustancial a tu lado. 

Lluvia… también te pareces a la lluvia. 

Cada vez que osas escurrirte por la línea de mis pensamientos, te siento como la lluvia. Inconfundible. Enigmática. Solitaria y agresiva. Libre. Y te resbalas como las gotas por el cristal de mis sueños, e ingresas sin ser invitado como el más importante aristócrata al baile de inicio de temporada de sociedad.

Un espíritu gitano que se ajusta tanto a agradarse a sí mismo que resulta libre y espontáneo para los demás. Un semental de galope firme y apresurado, cauto pero impulsivo. Y también un cazador con una lista interminable de disecciones en su camino, cada uno más fácil que el anterior… sin nada por lo que luchar realmente, solo recogiendo lo que se le es ofrecido como un don de la naturaleza.

El caballero que mata dragones, tiene pinta de bufón. Oculta sus nobles sentimientos tras el maquillaje blanquecido y los ojos delineados que aunque parecen grotescos; agradan. Pero esa vena late en tu garganta dispuesta a salir en el momento menos pensado, y cortar las cabezas  de medusas venenosas o reyes tiranos. Y me da risa, me causa mucha gracia que quieras esconder aquello que está tan en tu esencia, como si no te sintieras demasiado a gusto con aquello que está inmerso en ti como los arrecifes en el mar. 

Las historias de amor, pintan siempre a apostar por lo contrario. El cóncavo y convexo; el agua y aceite. Hasta la ciencia apunta a ello al afirmar que «los opuestos se atraen» En nosotros eso funciona; la mayoría de las veces, porque somos los antónimos perfectos: Somos nada y todo. 

Y es que no existe un juntos, donde se cuentan dos.

El nosotros es así, no existe. Es un amor que no llega a ser amor; un querer que no es querer, un beso que no traspasa las líneas del tiempo ni del espacio. Lo de «tú y yo» es sinónimo de seguridad, de necesidad, de espontaneidad. De encontrar siempre un lugar fijo y constante al cual volver, pese a todo. Cuando sientes la garganta bloqueada, atragantada; el corazón en la pista de carreras de los fierros más rápidos del mundo, buscas confort. Tú confort, mí confort. Una sensación de calor que traspasa las fronteras de lo lógico y nos hace pensar que no somos tan diferentes como pensamos. 

Jajajaja… Y no lo somos. No, no lo somos. En el fondo soy la estúpida doncella que espera a su caballero y tú eres el galante caballero que mata dragones por la doncella. ¿Para partirse, no?

Quizá solamente en ese túnel de gusano en el que nos arrastramos mutuamente, sea el único lugar del mundo en el que el «nosotros» existe. Una dimensión externa al tiempo y al espacio que nos mantiene unidos a pesar de las distancias. Simplemente nos conocimos a destiempo, aun cuando merodeábamos el mismo universo. Pero nos encontramos, aun jugándole mal al destino, le hicimos un jaque mate y ganamos la partida. 

Una partida que tiene grandes obstáculos y una meta  con un camino inseguro… 

Algo de los Dos (Historias cortas e individuales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora