Capítulo 5

98 10 0
                                    

Ariadna se deja caer sobre mi cama mientras yo busco, casi con desesperación, el cargador del portátil. Está algo decaída desde que hemos llegado, dice que aún no está psicológicamente preparada para afrontar el año más duro de la carrera.

—¿Te has despedido del chico?

Hace un rato le conté todo lo que ocurrió anoche con Hugo.

La miro por encima del hombro, durante unos segundos, y vuelvo a centrarme en lo mío con un pesado suspiro.

—No. Creo que seguía dormido —comento sin muchos ánimos.

Mentiría si dijese que no me ha importado lo más mínimo no verle una última vez antes de irme. Anoche hubo besos, pero también charlas muy amenas. Es un chico divertido. A pesar de intercambiar números de teléfono y redes sociales, sé que, muy probablemente, no volvamos a coincidir. No conozco a sus amigos, ni él a los míos. Sólo somos dos chicos que se conocieron en una fiesta.

—Yo estuve un rato a solas con un chico que vino a pedirme fuego —comenta—. No tenía, pero aun así estuvimos hablando un buen rato. Rafa se llama.

—¿Pasó algo más entre vosotros? —pregunto con curiosidad.

En el cajón más recóndito de mi habitación aparece el dichoso cargador. Suspiro de alivio, dejándolo sobre el escritorio, y me dirijo hacia la cama para sentarme junto a Ari.

—No —bufa—. Unos amigos vinieron a buscarle y se quedaron con nosotros. Estuve muy bien hablando con ellos, pero yo quería estar a solas con Rafa.

—Me pasó algo parecido. —Hago una mueca al recordarlo y ella me mira con el ceño fruncido—. Una amiga bastante... rara, a decir verdad, se le echó encima y... No sé, fue extraño. Una persona normal no interrumpe a dos personas que están hablando. Se hizo la borracha, como si tuviera que agarrarse a él para mantenerse en pie —intento explicar.

—Qué patética —dice sin cortarse un pelo—. Seguro que le gusta y sólo quería llamar la atención.

Frunzo el ceño.

—Eran amigos, no creo.

—Tú sólo recuerda mis palabras —me advierte, dando por finalizada la conversación.

Meditamos durante varios minutos si ver alguna película o no, hasta que, finalmente, decidimos que no nos apetece estar encerradas en mi habitación. Ari propone ir a la heladería que está a un par de calles de aquí, así que nos levantamos en busca de nuestros bolsos, dispuestas a irnos.

El calor bochornoso que golpea nuestras caras al salir del portal de mi edificio nos hace replantearnos nuestro plan. Tardamos escasos segundos en comenzar a abanicarnos con las manos mientras nuestras pieles brillan, poco a poco, a causa del sudor. Ari me mira, soltando un bufido, sin embargo, ninguna de las dos está dispuesta a dar media vuelta. Caminamos a paso lento, bajo la sombra de los árboles, e intentamos pensar lo menos posible en el calor que pretende derretir nuestros sesos.

Ella viste con un vestido veraniego mientras que yo llevo una falda larga y un pequeño top. De vez en cuando, muevo un poco mi falda, provocando que una ligera brisilla acaricie mis piernas.

—Echo de menos los helados de Italia —suspira mientras caminamos—. Algún día iremos juntas de vacaciones. No puedo permitir que no visites Italia.

Suelto una pequeña risilla a sabiendas de que lo dice totalmente en serio.

—Sabes que soy más de Grecia, pero... no me parece nada mal.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Apr 26, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

La Suerte de Coincidir ©Where stories live. Discover now