Capítulo 2

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La siguiente noche de luna llena era la del sábado. Laura les había pedido a sus padres ir a dormir a casa de su amiga Lilly. Cuando ambas estaban allí y los padres de Lilly se durmieron, ambas salieron de casa a escondidas sin hacer ruido. Aunque sabían que eso no estaba bien, vivían en un pueblo seguro. Aun así dejaron una nota explicando que simplemente habían ido a la cascada del bosque a ver la luna y contarse cuentos la una a la otra, sin hacer locuras ni ponerse en peligro.

El bosque estaba muy cerca de la casa de Lilly, así que llegaron en apenas unos minutos. Siguieron el sendero con la ayuda de una linterna y tras un breve rato andando llegaron al claro frente a la cascada. Se trataba de un claro libre de árboles, con un suave manto de césped verde esmeralda, como si se tratase de una pradera. Frente a ellas se alzaba la cascada, de unos diez metros de altura, cuya agua caía a una piscina natural de agua limpia y transparente. Apagaron la linterna, su luz ya no era necesaria pues la luna llena resplandecía y ya no había árboles que la tapasen.

Laura contempló la luna, absorta, le encantaba mirarla y soñar despierta disfrutando de su belleza y su magia. Le encantaban las historias que hablaban de la luna y de las melodías románticas de un laúd.

- El agua sigue sonando, Lau - dijo Lilly.

Laura dejó de observar la luna, se giró y escuchó durante unos segundos. Miró a su alrededor y finalmente dijo:

- Tumbémonos aquí sobre la hierba y esperemos - dijo Laura.

Ambas se tumbaron. La hierba estaba ligeramente húmeda pero no les importó, era una sensación agradable en esa cálida noche de comienzos de verano. Hablaron en voz muy baja durante un buen rato, aguardando a que el agua se durmiese. La belleza del cielo nocturno, el sonido de la cascada y el croar lejano de algunas ranas llenaban la noche. El tiempo discurría con parsimonia. Ambas habían cerrado los ojos.

Tiempo más tarde, Lilly se desperezó. Creía haberse dormido durante un rato... ¿cinco minutos?... ¿una hora?... Miró hacia el cielo, la luna no se había movido demasiado, no podía haber sido mucho tiempo.

- ¿Lau? - preguntó Lilly, girándose para ver a su amiga. Laura dormía plácidamente, parecía un angelito. Lilly sonrió. Entonces recordó el motivo de su excursión y afinó el oído. El agua de la cascada seguía haciendo su sonido característico. Parecía que la historia del libro no era real, a fin de cuentas. Seguramente se trataba de una leyenda bonita, pero nada más que eso. "No importa", pensó Lilly, "ha sido divertido venir aquí y pasar un buen rato juntas".

Lilly se levantó y se dirigió a la orilla para observar la luna reflejada en el agua, pero enseguida advirtió que algo no marchaba bien. El agua no era tan transparente como siempre, de hecho estaba bastante turbia. Había algo que brillaba en la superficie, aquí y allá, pero no era la luna. Eran peces, peces muertos, quizás una docena de ellos. Lilly se giró hacia Laura, que seguía tumbada sobre la hierba.

- Laura, despierta, ven aquí, ¡tienes que ver esto! - exclamó Lilly.

Laura se desperezó y acudió junto a su amiga, ansiosa de conocer el motivo de la voz alarmada de Lilly.

- Mira esos peces, Lau, es horrible.

Laura observaba los vientres de los peces flotando en al agua, con cara de tristeza, cuando un cambio empezó a producirse a su alrededor. El brillo de la luz de la luna pareció intensificarse, la caída del agua de la cascada pareció ralentizarse. Las ranas dejaron de croar. El cielo se volvió denso y pesado sobre sus cabezas.

Ambas niñas se miraron, alertadas. Sus miradas parecían preguntar "¿Qué está pasando?". De repente, la respuesta se mostró frente a ellas.

La superficie del agua de la piscina natural se quedó inmóvil. Líneas de color comenzaron a dibujarse sobre ella, como si se tratase de un lienzo. Las líneas de colores se iban uniendo aquí y allá, formando un dibujo. Laura y Lilly se cogieron de la mano y observaron la escena con los ojos abiertos como platos. El color predominante en el dibujo era el rojo, como si se tratase de una indicación de peligro.

El dibujo se iba terminando de crear. Se trataba claramente de un edificio que ambas reconocieron enseguida. Era la fábrica que había abierto hace cosa de un año, río arriba.

La superficie del agua dejó de ser inmóvil y las líneas de colores se fueron difuminando entre las ondas del agua. Todo volvió al estado en el que estaba hacía un minuto. Laura y Lilly se miraron, alucinadas por la escena que acababan de contemplar.

Habían entendido la situación perfectamente.

- Tenemos que hacer algo - dijo Lilly.

Laura sonrió. Le encantaban los desafíos.

- Empecemos esta misma noche - propuso Laura.

Y en el camino de vuelta a casa, ambas compartieron ideas para llevar a cabo y salvar al río de la contaminación de la fábrica.

EL AGUA DORMIDA (finalizada)Where stories live. Discover now