CAPÍTULO 3: LARA

43 1 0
                                    

CHAT LARA Y PEDRO

Lunes, 27 de enero

PEDRO: ¿Cómo ha dio la entrega del proyecto?

Era hoy, ¿verdad?

LARA: Sí. Era hoy. Ha ido bastante bien, gracias por preguntar

PEDRO: De nada, artista

Pedro siempre me llamó artista, incluso antes de saber que estaba estudiando Bellas Artes y que mi vocación es esa. Me llamaba artista por inventarme excusas para torear a Joaquín, nuestro jefe en el restaurante en el que ambos trabajamos, no, mejor dicho, trabajábamos, porque yo ya no trabajo ahí. Una artista por el modo en el que vacilaba a mi hermano Mateo y hacía que se pusiese rojo. Era una artista por cómo jugaba con él, cómo lo tenía en el bolsillo, consiguiendo que estuviese dispuesto a hacer la locura más estúpida: meter un ingrediente secreto en todos los menús del día, escaparnos para ir a correr bajo la lluvia en mitad de la noche o hacer que llevase mi ropa interior durante un turno entero.


Decía que era una artista porque lo había enamorado con mis trucos, con mi sonrisa y con qué se yo.

Ahora sé que el de los trucos siempre fue él.


Pedro no es más que un mentiroso. Un falso y un mentiroso.

Nos conocimos, como digo, en Pizza Pasta Presto, el restaurante italiano en el que yo empecé a trabajar hace dos años. Me cayó bien desde el primer instante. No sé transmite algo que te hace pensar que es un buen chico (pero no tonto), alguien a quien merece la pena conocer y en quien podrías incluso llegar a confiar. Siempre supo decir lo que quería oír en el momento en el que necesitaba hacerlo. Ahora lo pienso y probablemente solo imitaba diálogos de sus películas favoritas, convirtiéndose en un estereotipo de lo que él consideraba el chico perfecto.


El caso es que sabía cómo hablar conmigo, cómo tontear conmigo, y entendió y respetó siempre dónde estaban mis límites: cuándo quería que insistiese y cuándo quería que no lo hiciera; cuándo debía contarme una anécdota triste de su infancia, cuándo debía decirme que detestaba su carrera y cuándo debía comentar que me admiraba por perseguir un sueño con tanto ahínco.

¡Incluso le cayó bien a mi hermano y pasó el filtro de mi amiga Mei Ling!


Aunque eso de caerles bien fue solamente al principio, porque ahora Pedro es persona non grata para ambos.

El día en el que nos dimos nuestro primer beso, una vez en la que él tuvo que cerrar y yo me quedé un poco más tarde para hacerle compañía, no pude dejar de pensar en las ganas que tuve de llegar a casa para escribir sobre lo sucedido en todos mis cuadernos, buscando entre mis pinturas los colores que reflejaran exactamente lo que me hizo sentir: una mezcla de púrpura y naranja atardecer.
Llevamos un año juntos. Nunca hemos hablado de ser «novio» y «novia», no nos hemos presentado a nuestros padres ni hemos hecho planes de futuro. Nunca nos hizo falta. Yo le he dicho «te quiero» y él me ha dicho «te quiero». Él conoce mis miedos y mis rarezas, yo podría dibujar el mapa de sus pesadillas y de sus anhelos.


Me paso de cursi, lo sé; siempre me he pasado de cursi estando con él.

Pero nuestra relación empezó a ir mal hace un tiempo y se torció de manera definitiva el día en el que me fui del restaurante. El día en el que me echaron del restaurante. El día en el que me echaron del restaurante por culpa de Pedro. Pedro era el que me llamaba artista y en realidad era él quien jugaba conmigo; quien jugó conmigo desde el principio.


Operación Cliché | PUBLICADA COMPLETA CON SELECTAWhere stories live. Discover now