Demonalia

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Sucubus in Musica

So Blonde

«Hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.»

Pitágoras de Samos

Lo que se llamó Big Bang, en realidad no fue ningún «bang», no. Fue un Re sostenido parido desde una Fender Stratocaster del cincuenta y cinco tocada por un guitarrista negro de Seattle. Por supuesto, ni la cuna del grunge, ni Jimi, ni siquiera el bueno de Leo sabían nada de esto, pero el tiempo y el espacio tienen caprichos, delirios y extraños amigos.

Por eso, nuestra historia empieza hoy, quizás mañana o puede que ayer, pero lo que es indiscutible es que el escenario es  Madrid. Oh, esa ciudad.

 Y Emilio, sí, ese de la furgoneta blanca abollada y al que le están poniendo una multa, la cuarta esta semana, por dejar la kangoo, rotulada con un nombre comercial arruinado,  en carga y descarga en plena calle de los Milaneses, es tan corriente y vulgar como la erección matutina de un chaval de veinte años.

Los hombres vulgares y corrientes tienen deseos vulgares y corrientes y también problemas vulgares y corrientes, aunque a ellos les parezcan pruebas propias de Job. Pero los problemas de los mortales, aparte del problema que supone en sí la propia mortalidad, no son problemas reales si se pueden solucionar con dinero y hay mucho, mucho que el dinero puede hacer por alguien.

En algunos hospitales cuando se da el diagnóstico de un cáncer de esos que ha alcanzado hasta la linfa de la médula, la angustiada y tópica pregunta del paciente: «¿Sobreviviré?» Es respondida por otra calculada y calculadora: «¿Cuánto dinero tiene?»

Pero Emilio no ha llegado a eso, no, toquemos madera. Emilio, que ahora enfila en dirección a la entrada de la M-30 de Príncipe Pío, lo que está, es encadenado por argollas de metal precioso que en realidad no existe. Su mordaza es una lista de ceros digitales e intangibles que aparecen en el lugar equivocado de la coma y que vuelven su economía color rojo y su vida  gris. Pero hoy, o quizás ayer o mañana, ese gris va a dejar su soso y recatado color para tornarse en un negro brillante, elegante como un vestido de coctel de Givenchy, y cruel y frío como el acabado estándar de una Glock 17. Porque alguien se ha cansado de jugar sin garantías, porque alguien se ha cansado de que le arranquen tres pelos y de responder a acertijos absurdos.

Pero no todo comienza en esta bonita tarde de junio, día seis, dieciocho horas. Hubo una primera ficha que cayó hace ya algunos años, en aquel día en el que Emilio cambió su crucifijo, recibido como presente de primera comunión, por una púa de guitarra con las fuentes del logo de The Doors. Adoró a falsos ídolos y escuchó a profetas sin reputación que predicaban desde un escenario sobre amores imposibles en cadillacs solitarios. Colgó los libros y se  lo jugó todo a la carta del arte, de la música, del pantalón pitillo y el toquecito de gomina. Emilio quería ser una rock and roll star y tener la suerte de llegarse a conocer. A quien  conoció fue a Berenice, Bere, el  culo más duro y altivo de todo el sarao de salas cutres, garitos sin acústica .... más en http://www.cazadorderatas.com/

Sucubus in MusicaWhere stories live. Discover now