Capítulo 9

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Escuché un ruido ensordecedor proveniente del lado derecho de la cama, lo cual hizo que me sobresaltara.

- Despierte, señorita. - El elfo doméstico que anoche me trajo a la habitación, había descorrido las cortinas dejando paso a una luz muy tenue. - El desayuno está listo.

Con los ojos llenos de legañas y la comisura de los labios algo humedecida a causa de haber dormido toda la noche con la boca abierta, no pude evitar girar sobre mí misma en la cama y observar alrededor. 

- ¿Qué...? ¿Qué hora es...? - Froté los párpados con el dorso de la mano, bostezando.

- Son las seis en punto, señorita.

La boca se desencajó. ¿Las seis? Ahora entendía porqué ni siquiera el Sol estaba despierto. ¿A qué mente perturbada se le ocurre levantarse a una hora tan temprana? No tenía que ir a trabajar, pero se sentía como si tuviera aún más obligaciones sobre la espalda. Refunfuñé mientras volvía a rodar en aquel colchón tan mullido y deslicé los pies hasta tocar el suelo, buscando las zapatillas. El elfo se acercó rápidamente y me las ofreció. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

- No, no hace falta que hagas eso.

- Claro que sí, es mi deber, señorita. 

El elfo se ponía nervioso, sin saber cómo reaccionar. Estaba claro que no estaba acostumbrado a un trato cercano y... mucho menos, amable.

- Puedes llamarme Adelaide. - Sonreí ampliamente, poniéndome de pie y dirigiendo los pasos hacia el vestidor. Podía encontrar toda mi ropa perfectamente ordenada. El elfo aún se encontraba frotándose las manos, sin saber qué hacer. - ¿Cuál es tu nombre?

- Lein, señor... Adelaide. - Hizo una gentil reverencia. - El desayuno está listo, en el salón principal. Es la puerta de la derecha que se encuentra al principio del pasillo inferior. 

Asentí y desapareció. Respiré hondo. Definitivamente, esa casa estaba llena de seres que hacían las tareas de la familia Malfoy. A su madre no parece que se le cayeran los anillos precisamente por limpiar un poco. La nobleza... 
De nuevo, aquel periódico inundó mi mente, toda la fortuna que poseían giraba como estrellitas alrededor de mi cabeza. Resoplé para dejar de pensar en algo tan banal y continué curioseando el armario. Me decidí por unos pantalones tejanos y una camiseta negra de media manga. Si iba a entrenar, no tenía que ir precisamente formal. 

Agradecía de que la habitación tuviera baño propio, fue un baño bastante rápido, ni siquiera pude apreciar lo suficiente los magníficos olores que poseían los frascos de gel que ahora impregnaban mi cuerpo. Ni siquiera iba a necesitar perfume. Intenté secarme el pelo dando ligeros toques con la toalla, éste cayó en cascada tras la espalda al dar un pequeño golpe de cuello para evitar que tocara la cara. Caminé por la habitación con la toalla enrollada en el cuerpo, recogiendo la varita que había dejado sobre el pequeño mueble al lado de la cama. Di un pequeño giro de muñeca, subiendo y bajando por el largo pelo. Poco a poco, de la varita comenzaba a emanar un pequeño aire cálido y la melena se secó en un abrir y cerrar de ojos. Quité la toalla y me puse rápidamente la ropa, guardando la varita en un pequeño bolsillo específico en el pantalón. Antes de abandonar la habitación, Lein estaba acomodando todo el estropicio que había dejado tras de mí. Me golpeé la cabeza contra la palma de la mano. Estaba tan absorta que ni me había parado a ordenar. Luego le pediría disculpas. 

Bajé casi dando saltos por la enorme escalera, como una niña juguetona. Comencé a dar vueltas sobre los talones, contemplando el majestuoso lugar. Los periódicos se habían quedado cortos con la fortuna, casi podía apostar a que, rascando un poco aquellas paredes, se podía esconder tablillas de oro. Sonreí para mí misma hasta que encontré el salón principal. 
Y allí estaba él, sentado al final de una larga mesa de madera, con las manos cruzadas. No tenía ningún plato, pero en la esquina contraria, se encontraba un festival de comida. El estómago rugía y me hizo ruborizar.
El señor Malfoy se giró rápidamente hacia la entrada, mirándome de abajo arriba, suspirando. 

- Buenos días también a usted. - Resoplé acercándome a la silla y contemplando con los ojos como platos toda aquella comida. Me decidí por una tostada, la cual casi me llevo a la boca si no fuera porque, de repente, el señor Malfoy me lanzó un hechizo que hizo que la comida saliera volando contra la pared y se pegara en ella. Anonadada, le miré fijamente. Otro elfo doméstico apareció rápidamente y se dispuso a limpiar la tostada que había sido asesinada cruelmente. - ¿Qué hace? - Intenté agarrar un croissant, pero recibió el mismo destino que la tostada. Furiosa, mis manos se deslizaban por cada uno de los alimentos, pero, uno tras otro, fueron desechados por la varita de Malfoy. - ¡Basta! ¿Qué le pasa? ¿No me deja desayunar?

- No hay desayuno para una persona que llega tarde a una reunión. - Sonrió maliciosamente mientras de fondo, el pobre elfo limpiaba todo el estropicio. - Ha estado remoloneando y llega casi una hora tarde, señorita Nardinia, son las siete. Ordené que se despertara a las seis y creía que, como mucho, estaría aquí sentada cuando la manecilla grande llegara a y cuarto. Quería debatir con usted sobre su entrenamiento, pero parece que deberé de pasar directamente a la práctica. 

Se puso de pie, sin darme opción a rebatirle nada. Murmuré unas palabras de hastío hacia él y tuve que seguir su ejemplo. Me dispuse a caminar a su lado, sin casi mirarle... casi. La verdad es que no pude dejar pasar por alto aquella gabardina de color verde oscuro que danzaba con cada uno de sus pasos. Un guante de terciopelo negro sujetaba con firmeza la varita y el peinado que llevaba, lleno de brillo y vida, peinado delicadamente hacia atrás, deslizándose algún mechón por la frente. Mordí el labio inferior, acompañándole hasta una puerta trasera, dejando al descubierto un precioso jardín lleno de árboles y flores. Respiré hondo, aunque no demasiado, un poco de frío se instaló en la garganta. Aún hacía frío, pero iba tan dormida, que no me percaté del detalle. 

- Ya se calentará cuando estemos entrenando. - El soberbio rubio se deshizo de la gabardina, dejándola caer al suelo, pero, antes de que si quiera pudiera rozar la fina hierba, el elfo doméstico que se encontraba en la cocina, sujetó la prenda y desapareció con ella. - Primero quiero comprobar de qué es capaz.

Hizo un gesto con la mano, alzando la varita delicadamente, sin apartar su mirada de la mía. Sonreí triunfante, le iba a terminar borrando esa soberbia de su cara. Encaré al señor Malfoy tras haber sacado la varita del pequeño bolsillo, ambos comenzamos a dar vueltas, sin desviar los ojos. 

- ¡Expelliarmus!

- Confringo.

Abrí los párpados por completo al ver el chispazo de color carmesí aproximarse hacia mí con gran velocidad. Instintivamente, repelí el ataque como pude. Un pequeño sudor empezó a asomar sobre mi frente. 

- Pero bueno, ¿qué hace? ¡Casi me mata! 

- ¡Vaya! - Sonrió con malicia. - Efectivamente, casi la mato. Creía que tenía destreza, señorita Nardinia, ¿ni siquiera hubiera sido capaz de repeler un simple hechizo? ¿Qué pensaba que era esto? ¿Un paseo por un campo de flores? 

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⏰ Last updated: May 06, 2023 ⏰

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PERFECTA CONDENA 【 Draco Malfoy 】「 +18 」Where stories live. Discover now