Kim Namjoon acepta la invitación de su socio a pasar las vacaciones con su familia, Namjoon accede después de mucho insistir. Cuando su socio le hablaba de su preciado hijo menor se imaginaba a un niño descuidado y sin gracia alguna, pero lo que se...
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Daba vueltas en un mismo lugar en la fría habitación, caminando al borde de la locura, borde que se haría más estrecho si no es que lograba que el desesperado llanto de la otra persona en la habitación cesara. Jin había obedecido en quedarse quieto dentro de la habitación mientras Kim regresaba de buscar algún analgésico para el dolor de cabeza. En cuanto Kim llegó no se hizo presente ningún tipo de alivio en el moreno, ver al rubio en ese estado de verdad le estaba llevando a nadar en un mar de nervios e intranquilidad.
Jin se negaba a tomar cualquier cosa que viniera del hombre que tenía en frente, ya se había rehusado a tomar el analgésico, a tomar solo el agua que se le ofrecía, y hasta se había negado a tomar un poco de jugo. Namjoon entendía que estaba asustado, pero la situación lo estaba verdaderamente enloqueciendo. El rechazo de su rubio para con él y ese llanto tan plañidero le estaban lastimando. Sabía que sería difícil, pero no esperaba que en tan poco tiempo las cosas se tornaran tan poco manejables para él.
Un momento de claridad en su mente le hizo parar en seco y pasar una última vez la mano derecha por su alborotado cabello. Estaba perdiendo el control, no debía ser así; él tenía que llevar bajo control lo que estaba haciendo, el sabía lo que tenía que hacer, y no dejaría que ver sufriendo al muchacho lo dejara entre la espada y la pared.
Encendió el resto de luces en la habitación, hasta el momento solo una lámpara de luz cálida le estaba dando luz a la habitación, en cuanto prendió el resto de luces pudo ver con claridad el resto de lágrimas secas que eran cubiertas por nuevas de estas en el precioso rostro de Jin. Sintió como su corazón y conciencia se retorcían ante tal devastadora imagen.
Con decisión se apresuró a sentarse nuevamente en el lugar que había tomado al inicio de la noche cuando Jin apenas despertaba; en uno de los lados laterales de la cama en la que Jin no paraba de soltar esas gruesas gotas saladas que tanto le dolían al de piel morena.
-Cálmate, por favor -habló primeramente el moreno luego de largos silencios en los que solo se escuchaba el lloriqueo y las quejas del rubio. Ignorando los empujones débiles con los que el menor intentaba alejarlo de él, trató de secar con un pañuelo blanco el rastro de lágrimas que no paraban de mojar las suaves mejillas que acunaba entre sus manos-. Deja de llorar, por lo que más quieras -pidió con las últimas gotas de calma que le quedaban.
Por minutos completos se dedicó a secar cada lágrima que dejaba salir el menor. Si ya le había pedido que se detuviera y no funcionó, lo único que le quedaba era esperar a que se cansara de llorar o algo; aunque la mera idea no le agradaba era lo único que podía hacer mientras tanto.
Los hipidos que antes eran fuertes ahora se escuchaban más calmados, ahí seguían estando pero ya no tan desesperados. Kim suspiró y se atrevió a acercarse un poco más al rubio. Luego de pensarlo un poco, tomó las manos ajenas entre las suyas, no hubieron movimientos bruscos ni esquivos por parte del chico, pero tranquilo no se encontraba.
—Te duele mucho la cabeza, ¿no es así? —preguntó el moreno con suavidad en la voz, recibiendo un asentimiento débil y decaído por respuesta. Con la misma suavidad y delicadeza con la que hablaba acarició el dorso de una de las manos contrarias—. Por eso quería que tomaras lo que te traje, y si te pedí que te calmaras y dejaras de llorar es porque si sigues así te seguirá doliendo mucho más tu cabecita. —Llevó con lentitud dos de sus dedos hasta los finos hilos dorados en la cabeza de Jin, y enrolló en ellos uno de los mechones colgantes.
