Capítulo 3 - El lamento de Alan

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BORRADOR

Una figura tan alta como los árboles se presentó ante mí. Se trataba de un ente delgado, de unos tres metros. Una sombra negra que decidió abrazarme y atormentarme en mi visita al hospital. El humanoide tenía la espalda encorvada, huesos marcados en su cuello y unos largos brazos que casi rozaban las baldosas de aquella sala de espera. Pero no era su sombra deforme ni su mirada profunda lo que me llamaba la atención. Lo extraño de aquella figura eran los dos largos cuernos que asomaban por su cabeza, puntiagudos y estrechos, decididos a romper el techo en mil pedazos. ¿Qué era él? ¿El mismísimo diablo, vacilante?

En sus diminutos ojos pude ver a la perfección quién era él. Eran dos perlas brillantes, sin párpados, ni iris ni forma de un ojo humano siquiera. Eran simplemente dos círculos perfectos que emitían la luz más blanca de todo el hospital. Tanto, que cegaban y eclipsaban los ridículos focos de luz del techo. En mi búsqueda de rostros humanos por aquella sala de espera, la cual resultó fallida porque apenas me levanté de mi silla, encontré un par de carteles pegados en la pared. En ellos no pude encontrar más que manchas deformes que se derretían y caían al suelo. Se movían como insectos. Se arrastraban por el suelo como gusanos y subían por mis piernas como arañas.

-Nos toca.

La única voz en el mundo que podía irrumpir mis pensamientos era la voz dulce de Luca. Aquella armoniosa sensación cada vez que le escuchaba era pura música para mí. Y aunque una parte de mí se sentía molesta cada vez que cortaba mis pensamientos de una forma tan directa, a la otra parte de mí le encantaba.

La imperfecta figura negra de los ojos brillantes se desvaneció junto a las palabras de Luca, y los insectos volvieron a convertirse en letras y se colocaron en sus respectivos carteles. Definitivamente, las invenciones de mi cabeza eran tan sorprendentes como inciertas. Eran fantasiosas, retorcidas y oscuras. Pero, de alguna forma, eran parte de mí.

Luca y yo nos encontrábamos en la sala de espera del hospital de Luft, tan frío e intoxicado como cualquier otra calle de la ciudad. Y con intoxicado quería decir abandonado. Luft era el lugar más desierto que había visto jamás. Nunca había vivido en ningún otro sitio. A pesar de mi amor incondicional hacia el hielo de las calles y la ausencia de vida humana por las aceras, era como si la ciudad escondiera algo. Como si las personas huyeran de un ente que atormentaba, o como si ellos mismos escondiesen un secreto. Para mí, Luft estaba intoxicado. Y aún más lo estaba el hospital, ya que había más personas que en las calles, lo cual repudiaba. La sociedad estaba podrida.

Nos levantamos de nuestros asientos y accedimos a entrar a la habitación que teníamos enfrente. El doctor nos dio permiso a Luca y a mí para entrar, ya que en ella se encontraba nuestra vecina, Dörte. En una primera impresión, verla sin su vestido negro y su maquillaje impoluto me entristeció. Ni siquiera sabíamos si ella estaba consciente, pero si de algo estaba segura era de que a Dörte no le hubiese gustado verse en esas condiciones. A pesar de que la conocí apenas en el accidente, era como si la conociera de toda la vida. Y aun pensando que su rostro era de un hombre mayor, sus obras de violín siempre han estado presentes para mí.

Su pareja, Alexander, a la cual no había visto anteriormente, no se encontraba en la sala. Simplemente estábamos Dörte, Luca y yo. Él dejó unas flores sobre la mesilla triste de hospital y yo me ocupé en buscar un baño fuera de aquella sala, el pitido de las máquinas a las que Dörte estaba conectada empezaba a agobiarme. Era el sonido claro y bello de la muerte. Pi... pi... pi...

-Denisse, por favor, vamos a quedarnos un rato con ella. Quizá nos escuche, y sería de mal gusto dejarla aquí sola. –Luca se fijaba en las bolsas de sangre colgadas.

-No sabemos qué tiene, seguramente no nos oiga.

-Bueno, ¿a dónde quieres ir?

-Al baño. ¿Vienes? –encontré una puerta al final del vacío pasillo con posibilidades de ser un baño.

SchizeinWhere stories live. Discover now