𝑬𝒍 𝒎𝒐𝒏𝒔𝒕𝒓𝒖𝒐 𝒅𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐 #1

67 4 14
                                    

La primera imagen que vislumbré fue la de Mason, mi compañero de guardia, enfrente de mí, con la mitad de su cerebro fuera, cubierto de larvas y hormigas, las cuales llevaban una caminata focalizada desde su pierna hasta su cabeza.

Incuestionablemente, llevaba al menos un día en ese estado de descomposición debido al hedor que emanaba.

Sin embargo, mi impresión no fue sólo causada por esto; porque no solo mi amigo estaba en esta condición, sino también el resto de mi equipo.

Gracias a la sangre de sus cuerpos y a la arena, se había formado una masa rosada que los cubría como una costra; todo gracias al viento característico cuando amanecía, y el calor abandonaba la zona.

Me escabullí, arrastrándome como pude, además que desde lejos se aproximaba uno de los tantos animales mutados que, de no ser por nuestro escondite, hubiéramos sido engullidos en un abrir y cerrar de ojos, y no escatimaba que algún ser humano, bajo el mismo entorno hiciera lo mismo conmigo.

Un enorme oso hormiguero venía hacia mí, lanzando y pateando tanto las vísceras como las extremidades de mis colegas, como si se trataran de piedras, solo para despejar su camino y poder atacarme.

Mientras intentaba reptar por la arena, cogí una de las botellas con agua que estaba sostenida solo por una mano cersenada, cargada de agua, lo que me hizo maldecir ese momento.

Pese a ello, se la lancé, lo más fuerte que pude, logrando que la criatura arrancara espantada del perímetro, refunfuñando y emitiendo un quejido descomunal, que hizo que las pocas aves que me sobrevolaban, también huyeran despavoridas.

Me hizo un favor, ya que estas esperaban mi último suspiro para también devorarme.

Cerré los ojos por un momento, intentando recuperar el aliento. Debía tranquilizarme porque, entre más jadeaba, más mi necesidad de líquidos precisaría, además que el calor se intensificaba cada vez más.

Toqué mi cuello cubierto de sudoración, sintiendo cómo la arenilla quemaba mi cuerpo, intensificándola gracias a la transpiración, por más que mi traje intentara protegerme.

Luego de eso, me erguí para calcular la distancia que me separaba de la cúpula de Nova, mi hogar, desde que la tormenta atacariana afectara a cada uno de los continentes, reduciendo la visibilidad, como disminuyendo de manera considerable el oxígeno, debido a que la polvadera, que terminaría de contaminar en gran magnitud la flora y fauna de la tierra.

De todas formas, quienes logramos sobrevivir por mucho que las condiciones climatológicas fueran extremas, nos adaptamos a este sistema de vida, recomponiendo lo perdido, o gran parte de ello, construyendo un albergue como una especie de un nuevo Edén o el Arca, como era llamada por los más ancianos; sin embargo, el Consenso lo había bautizado, tan sencillamente como Nova; el empezar de cero.

No obstante, por más el decoro y el abastecimiento rescatado desde la tormenta, los depredadores anidaban como las moscas al excremento.

Muchas de las especies desprovistas de alimento, comenzaron a cambiar y a adecuarse a este nuevo sistema de vida, provocando que muchos de ellos arrasaran con tribus y caminantes que atravesaban el páramo.

Mi respiración se estabilizó, todo gracias a que logré esconderme detrás de una roca félsica, que gracias a su silicato claro, me ayudaron a mimetizarme.

De a poco me saqué mi casco, aprovechando que la oxigenación se mantenía a temperatura ambiente, desprovista del polvillo, saqué de mi chaqueta una cantimplora de vino, recordando que, antes de mi guardia, habíamos festejado el cumpleaños de nuestro jefe. Y, como militar, guardé mis ansias de un brindis, ocultando la petaca para una ocasión especial, sin sospechar nuestra desgracia.

Preservé el frasco con torpeza dentro mi bolso, aprontándome para regresar a Nova; que, de no ser así, sería engullida por el desierto y sus criaturas, además que, por mucho se nos extrañase, nadie más que nosotros estábamos capacitados para transitar el monstruo de polvo que era el yermo cuando las estrellas se presentaban, anunciando la oscuridad.

Acomodé mi carcasa y me dispuse en marcha, sabiendo que me separaba al menos dos kilómetros de mi hogar. Ahora, si tenía suerte, podría llegar al mar de Birbalt , el cual estaba rodeado de dunas y algunos recovecos que me permitirían resguardarme hasta llegar a la cúpula de Nova.

Pasé por entremedio de los cuerpos desperdigados de mis amigos, sin poder contener las lágrimas, aunque aprovechando de recoger una botella con la que parecía ser de leche.

Si bien empecé a caminar sin dejar de sostener mi arma, preguntándome qué era lo que había ocurrido, no sospeché que por dentro de la arena, un reptil venía directo hacia mí.

Debía escapar del desierto lo antes posible.

𝐑𝐞𝐭𝐨𝐬 𝐞𝐱𝐜𝐥𝐮𝐬𝐢𝐯𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐖𝐚𝐭𝐭𝐩𝐚𝐝Where stories live. Discover now