DIECINUEVE: La casa de sus padres

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Me levanto muy temprano y busco qué ponerme

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Me levanto muy temprano y busco qué ponerme. Hugo no me dijo si el desayuno era casual o no, pero ir de jeans no me late tampoco. Busco entre mi ropa para encontrar un vestido y una falda, y en vista de que al parecer no tengo nada adecuado, decido acercarme a mamá.

—Tengo un par de vestidos que te pueden quedar —dice emocionada.

Creo que es la primera vez que le pido ayuda con la ropa, y más que nada, cuando le pido prestado algo. Mamá y yo somos más o menos del mismo talle. Yo tengo un poco más de busto y cadera que ella, gracias a los genes de mi padre que es más llenito, supongo, porque ella es muy delgada.

Me pruebo un par de vestidos y me decido por uno amarillo con flores. Es largo, pero tiene un corte con una caída con algunos pliegues grandes, y es muy cómodo. Y tiene bolsillos. Es lo primero que me dice mi madre. Como alguien que usa siempre jeans con bolsillos, es lo más normal del mundo, pero para mamá es como el punto extra del vestido. A mi me gusta más que me queda entallado en la cintura, y siento que me favorece un poco. Decido ponerme unas sandalias blancas, y dejarme el cabello suelto. Casi nunca lo hago, pero esta vez decido ponerme mousse y dejarlo secar al aire, logrando enmarcar las pequeñas ondas que se me forman en el cabello de manera natural.

Para cuando llega Hugo, estoy lista. Saluda a mis papás con una sonrisa, agradeciéndoles de nuevo por todas las atenciones de ayer. El ojo ya no está cerrado, pero sí se le formó un moretón alrededor. Tomo la cajita de panquecitos que preparamos mamá y yo un día antes para la ocasión, y me despido de mis padres para poder irnos.

—Te ves preciosa con el cabello suelto, Sofi.

—Gracias —sonrío, tímida—. Creo que me lo dices bastante.

Hugo me da un beso en la mejilla, para no estropear mi maquillaje.

—No lo digo lo suficiente, porque creo que aún no te lo crees.

Nos subimos al auto. Esta vez cuando enciende el auto comienza a sonar la música que venía escuchando antes, y me volteo sonriendo.

—¿Te gustan los Jonas Brothers?

—Tienen canciones divertidas.

—Yo soy mega fan de los Jonas.

—Genial —dice, subiéndole el volumen a la canción y tomando mi mano.

Nunca le pregunté dónde viven sus papás, pero llegamos a un fraccionamiento que solo he visto por afuera. Es de esos que se conocen en la ciudad como ‹‹fraccionamientos de ricos›› porque tienen una entrada espectacular, con palmeras, flores exóticas y fuentes. Tienen también una casa club y un campo de golf integrados.

Me empiezo a sentir chiquita. Mi casa nada tiene que ver con las casonas por las que estamos pasando.

Hugo se estaciona en una casa de dos pisos, pero que, por momentos, siento que mi casa completa cabe en la cochera. Me siento algo incómoda, porque en realidad nunca me fijé si Hugo es un chico de dinero o no, creo que, hasta este momento, no me había dado cuenta tal cual.

Convenio sin acuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora