uno.

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Los últimos rayos de sol de la tarde le estaban quemando los brazos mientras tiraba de su maleta, medio rota de los años que tenía, por el camino de tierra que llevaba a la entrada del campamento. No había dejado que su madre le acompañara, en parte porque sabía que se emocionaría por despedirse de ella, aunque solo iban a estar separados por tres meses y en parte porque estaría recriminándole no haberse llevado la crema de sol.

Iba perdido en sus pensamientos, por eso no escuchó ni el sonido de la gravilla ni la maldición en un idioma diferente al español antes de que un cuerpo impactara con el suyo. Al no esperárselo, tropezó con su maleta y agradeció mentalmente a su agilidad física para mantener el equilibrio solo con una pierna.

- Wow. - exclamó, girándose hacia la persona que había chocado contra él. A su lado había una chica que sería más o menos de su edad, pelo negro cayendo por sus hombros y unas gafas que la propia chica rescató de que cayeran al suelo por el impacto. - ¿Estás bien?

- Sorry, sorry, digo, perdón. - la chica se disculpó, aún recuperando la respiración. - Me puse a caminar para dar una vuelta y cuando me quise dar cuenta estaba perdida. Además, escucha un ruido y... god. Estoy hablando demasiado, right? - Martin abrió la boca para responder, pero ni siquiera tuvo tiempo - Perdón, es que estoy nerviosa. Soy Chiara, aunque mis amigas me llaman Kiki.

Martin dejó escapar una risa airada y se pasó una mano por el pelo. Después del susto inicial por el golpe, al menos podía decir que estaba conociendo a alguien. Y es que el miedo que tenía a no encajar o a que la timidez le ganase la partida, era superior a las ganas de estar allí.

- Encantado, Chiara. O Kiki, es bonito apodo. Yo soy Martin, sin tilde. Sé que suena un poco friki, pero es así.

- Martin, qué nombre más chulo. Acabas de llegar, ¿no? - comprendió la chica, señalando la maleta con la cabeza. Ante el asentimiento del chico, sonrió. - Entonces si quieres te acompaño a la recepción, ellos te dirán el número de tu caseta.

Fue así como ambos retomaron el camino hacia la entrada del campamento. Martin se enteró, porque Chiara no se calló en todo el trayecto, de que era medio inglesa medio menorquina, y que solía mezclar tanto el mallorquín, como el inglés, como el español, sobre todo cuando estaba nerviosa. También hablaron de cantantes favoritos, y mientras Martin tenía predilección por cantautores españoles, ella le descubrió nombres que no conocía de cantantes internacionales con poca proyección.

En lo que sí encontraron un nexo de unión fue en el gusto por los musicales, y estaban discutiendo sobre si Chicago era mejor que Moulin Rouge justo para cuando llegaron a la recepción.

- Bueno, te dejo con todo ese rollo del papeleo, yo voy a ver si mis compis de cabaña han llegado. - explicó la morena, dedicándole una sonrisita. - Nos vemos para la cena de introducción, ¿no?

- Claro, nos vemos en un rato, Kiki.

Tras despedirse, Martin golpeó con suavidad la puerta de la recepción y pasó cuando una voz femenina se lo pidió. Al otro lado del escritorio se encontraba una mujer que él conocía bien: Noemí Galera, la dueña del campamento de artistas más famoso del país. Con la charla con Chiara había perdido algo de nervios, pero una vez ahí, frente a la mujer de gafas, su corazón se aceleró.

Estaba ahí, por fin después de haber soñado durante años, había logrado una plaza en el campamento. Por culpa de no haber tenido la edad mínima no había podido presentarse antes al casting, pero en cuanto pudo lo hizo, y ahí estaba. Sonrió de forma estúpida antes de sacudir la cabeza para reaccionar. La mujer le había hecho una pregunta que ni había escuchado.

ALORS ON DANSE | juantinWhere stories live. Discover now