Capítulo 17

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La puerta del despacho se abre de un empujón y la pelirroja se calla rápidamente. Chiara Oliver, todo sol y felicidad, entra saltando prácticamente.

—¡Violeta! ¡No sabes cuan... —la inglesa se detiene al ver a dos chicas desconocidas—. Lo siento, ¿estabas en una reunión?

—No, no, sólo comía con mis amigas —Por reflejo, la andaluza da un paso adelante para besar a la pelinegra en la mejilla, hasta que recuerda la presencia de sus amigas. En su lugar, se conforma con un rápido abrazo—. Kiki, estas son mis amigas. Denna y Bea.

—Hola —dicen a coro.

La ojiverde sonríe, como si le hubieran concedido un gran honor al conocer a las amigas de la pelirroja.

—¡Hola! Soy Chiara. Oh, bueno, supongo que lo ha dicho Violeta. Encantada de conocerlas. Lo siento, no quería interrumpir vuestro almuerzo.

Adelantándose a su amiga, Denna dice:

—En absoluto. En realidad, estábamos hablando de ti. Violeta nos estaba enseñando el vídeo de los patos acapella.

La sonrisa de la menor se agranda ante la mención.

—¿Sí? ¿Te gustó?

—Oh, definitivamente lo disfruté —responde la rubia, con toda sinceridad. Sólo que tal vez no de la manera que Chiara piensa.

Presintiendo el peligro, Violeta busca una forma de terminar la interacción.

—Estas dos ya se iban.

—¿Sí? —pregunta Bea con descaro.

Dando la espalda a la menorquina para enfrentarse a sus amigas, Violeta les lanza su mejor mirada de muerte. Que, la verdad, es aterradora.

—Sí, Bea. Tienes una cita a las dos y media con los representantes de J&J y me gustaría que repasaras los datos con Juanjo antes.

Aunque Denna se burla incrédula, hay una sonrisa victoriosa en su rostro.

—¿De verdad nos estás dando órdenes ahora mismo?

—Bueno, trabajáis para mí.

Parece que la rubia tiene algo más que decir, pero Bea la hace callar cogiéndola por el codo.

—Vamos, anda. Que me acabo de acordar de que tengo un asunto pendiente.

Recogen sus cosas y se dirigen hacia la puerta, Bea primero, seguida de Denna, que se entretiene mirando a la pelinegra. Se dirige a la salida acercándose al oído de la pelirroja.

—Bueno, ya veo por qué aguantas sus tonterías —dice, y se va corriendo, dejando a Violeta con el ceño fruncido.

Chiara espera a que ambas chicas se vayan, cerrando la puerta tras ellas, antes de dirigirse a la mayor.

—No les gustaron mucho los patos, ¿verdad?

La andaluza vacila momentáneamente, y luego dice:

—No exactamente.

—Y tú también lo odias —dice Chiara, más como observación curiosa que como reproche.

Violeta se acerca al sofá para sentarse, aprovechando la oportunidad para pensar en su respuesta.

—Odiar es una palabra muy fuerte. No odio muchas cosas, si te soy sincera. Los aviones. El salmón. El tequila... Los patos cantores no entran en la lista.

La pelinegra la sigue hasta el sofá, eligiendo sentarse junto a ella en lugar de en el otro extremo.

—Vale, sé que es un poco cursi. Pero... Es divertido.

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