PROLOGO

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PROLOGO

Sus gemidos se escuchaban a media cuadra desde donde parquearon el auto. Ya él no aguantaba prolongar más el momento de quitarle ese uniforme de falda ceñida al cuerpo color azul y blusa blanca transparente la cual hacían sobresalir sus rosados pezones duros por el frío de la oficina.

Cada día, repetidamente iba al baño para tocarse en secreto, desde que Ashley llegó a la compañía era como si rociaran afrodisíaco en la central de aire acondicionado. Deseaba poseerla, tenerla en sus brazos de una manera salvaje. Estaba seguro que ya ella notaba el bulto que se alcanzaba a ver desde el escritorio del frente, al menos eso quiso imaginarse para fantasear.

No recordaba la última vez que una película porno lo calentaba hasta los ligamentos de los pies, ni siquiera las constantes modelos que recibía para las campañas publicitarias, de todo tipo y formas, nada como el cuerpo voluptuoso de esa venezolana. Las latinas le hacían brotar el tigre que llevaba por dentro.

Era un martirio respirar el olor a manzanas verde de su cabello, ¿qué loción usaría esa mujer para causarle tanto placer? Su trabajo se había convertido en un lugar en el que añoraba estar, al contrario de meses atrás, tenía que calarse el rostro arrugado de esa mujer que por obligación le guardaba “fidelidad”.

Ashley: Su cuerpo rozaba con el mío y su miembro latía en mi vientre, no podía pensar en otra cosa que en esa droga con aroma de hombre que desprendían sus poros. Una de sus manos aterrizó en mi muslo a punto de destrozar mi ropa interior de un tirón, lo frené impulsivamente. Debíamos ir a la oficina antes que llegara la jefa.

LOS PEDIDOS DE MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora