Capítulo 2

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Ajenos a lo que acababa de ocurrir en el castillo, Andrés y Laura continuaban paseando, entre ambos siempre había existido una especie de conexión; Laura sentía una gran atracción hacia él desde muy joven, casi desde que era todavía una niña, en realidad, estaba enamorada de él; sin embargo, al conocerse desde niños y ser Laura cinco años menor que Andrés, éste siempre la había visto como a la niña pequeña que protegía en el patio del colegio, cuando los tres vivían en Vinaròs. Allí es donde se conocieron en el patio de un colegio. Habían pasado los años y Andrés les consideraba, al igual que ellos a él, como parte de la familia. Pero esa misma mañana, cuando la vio llegar a la conferencia de su hermano, se dio cuenta que ya no era aquella niña, que tenía ante sí a una mujer muy atractiva.          

Llegaron a la altura del castillo, viendo las luces de los coches de policía y una multitud de gente que allí se aplegaba, lo cual les pareció extraño por la hora que era. Se acercaron para ver que ocurría. Le preguntaron a una mujer qué  había pasado.

—Han matado a un tipo —respondió la mujer—, pero ya se han llevado al asesino. Es un hombre muy conocido aquí... según me han comentado. No recuerdo como han dicho que se llama, pero lo que sí que sé es que esta mañana ha hablado sobre el Papa Luna en el Palacio de Congresos.

Andrés y Laura se miraron. Sin despedirse de aquella mujer, salieron corriendo, en busca de las dependencias policiales; por lo que la mujer les dijo, estaban prácticamente seguros de que se trataba de Jaime Ribas. 

Llevaban una hora en las dependencias policiales, les habían confirmado que el hombre que había sido detenido era Jaime Ribas, al oír aquello Laura rompió a llorar. Andrés intentó tranquilizarla.

—Todo se solucionará, ya lo verás, seguro que se trata de un error.

Laura se quedó atónita al ver entrar a Luis, el abogado de su hermano, era un poco más mayor que Ribas, pero siempre habían sido buenos amigos —aunque no tanto como con Andrés—; así que, cuando éste terminó la carrera, Ribas le pidió que fuese su abogado y el de Laura. Rápidamente se acercó a él.

—¿Qué ocurre?

—No lo sé —respondió Luis—. Lo único que sé es que tu hermano a sido detenido y que ha pedido que yo estuviera presente en su declaración. Tranquila, cuando salga te informaré de todo lo ocurrido.

Los dos vieron como Luis se alejaba por el pasillo, acompañado por un policía, que le guiaba hasta la sala en la que se encontraba Jaime Ribas. El abogado se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa a Laura para tranquilizarla; pero no surgió efecto. Andrés y Laura se miraron.

—¿Cómo puede estar pasando esto? —preguntó Laura.

—Debes tranquilizarte —dijo Andrés—. A tu hermano no le gustaría saber que estás tan preocupada. Todo se solucionará, te lo prometo.

Hora y media después, salió el abogado de los Ribas.

—Su declaración no se sostiene demasiado, lo tiene crudo.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Andrés, acercándose.

—Que se había citado con la víctima, pero que cuando llegó ya estaba muerto. Lo malo es que lo encontraron registrando los bolsillos del muerto. También debo añadir que hay algo bueno, no han encontrado la pistola con la que se disparó. Jaime no la tenía en su posesión; creen que pudo haberla tirado al mar. Si el arma no se encuentra, aún tendremos posibilidades.

Laura se dio cuenta de que el abogado creía que Jaime era culpable y que la única oportunidad de que un juez no le declarara culpable era que no hubiera pruebas suficientes. 

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2013 ⏰

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El anillo perdido del Papa LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora