Soledad de las gotas de lluvia - introducción

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Parecía que el tiempo se había detenido, el sol se ocultaba lentamente tras la montaña y el viento frío comenzaba a estremecer la ciudad temerosa y estoica ante la señal de llovizna; al parecer el frio era cosa de todos los días y a las personas apenas les importaba si llovía.



La ciudad estaba sofocada en el ruido de las sirenas de policía que iban de un lugar a otro, y el eco del vacío en un callejón sin salida que apenas se hacía notar entre el laberinto de avenidas. Las personas salían de su puesto de trabajo y tomaban el subterráneo de vuelta a casa, o simplemente volvían a aquel prostíbulo donde seguramente un día se sintieron bienvenidas, pero ahora, solo volvían porque no sabían dónde ir.



La gente iba de un lado a otro, y el alumbrado público empezaba a encenderse iluminando las calles mientras que las ratas se refugiaban entre las alcantarillas y el asfalto para no ser vistas por los humanos que caminaban por la calle. El viento corría de avenida a avenida, parecía que compitiera con la furia de los automóviles. Las miradas apenas se cruzaban entren los transeúntes y muchos corrían a refugiarse de la lluvia que iba a caer.



Primero una, después tres, y de un solo parpadeo la tempestad empezó a bajar sobre la ciudad. Las gotas caían lentamente, solo se escuchaba el ruido de estas sobre los techos de zinc de los locales. Los paraguas despertaban y renacían para volver a sentir la lluvia sobre ellos. El olor a polvo húmedo ponía en algunos transeúntes una cara de satisfacción y felicidad, como si trajera recuerdos inolvidables; otros solo se cubrían el rostro para no contraer una gripe o simplemente estaban a punto de cometer un robo.



El humo de los carros se había esparcido, solo quedaban las gotas cayendo por todos lados y el ruido apasionado y frágil que estas dejaban. Una pareja se besaba con la tenue luz de un poste de luz. Parecía que el tiempo para ellos no existía, solo el palpitar de sus corazones que corría por sus labios; no les importó el vagabundo que pasaba a tropezones por su lado buscando refugio, subiendo la avenida perdido entre tanta marihuana y desconcertado del espacio que lo rodeaba. Hacía mucho había perdido el apoyo de su familia para salir de su adicción y lo lanzaron a la calle, caminaba sin rumbo, seguramente caminaba para hallar su madriguera, el hueco donde creía que había nacido. Giró a la derecha y entró en un callejón, se sentó en el hormigón y se puso a apreciar cómo caminaba el agua por sus manos; mientras el viento corría y silbaba entre los basureros, el sonido metálico de la lluvia sobre las tapas de basura distraía al vagabundo de su concentración.



Un hombre que pasaba por la calle vio el errático con pesar, pero el sentimiento solo se quedó en eso: pesar. El hombre con su paraguas y su traje negro caminaba sin saber a dónde iba, su mirada se encontraba perdida entre las gotas de la lluvia; se detuvo entonces a esperar que el semáforo cambiara de color para cruzar la calle y se preguntó si la vida era eso, el cambio del semáforo... un momento todo está detenido y las cosas parece que no tienen solución y todo parece tener un color rojizo y vivaz pero de repente todo cambia a un amarillo pálido como si algo estuviera por venir, pero no dura mucho tiempo; ese instante, en el que de repente se enciende el verde golpeando con intensidad, aunque pareciera que da un aire de esperanza, en realidad no es así, todos tienen que seguir el paso o se quedan estancados en la realidad intransigente.



El hombre parpadeó y volvió a la realidad de las luces de un semáforo. Se escuchó el rechinar de las llantas de un coche en el asfalto que se deslizaba por el agua, un carro que se detuvo de golpe, un paraguas que vuela por los aires, y un grito de desesperación que atrajo todas las miradas al lugar. El hombre cayó sobre el asfalto y murió con una sonrisa en su rostro, sin dejar rastro de sufrimiento; no se veía dolor, solo una sonrisa del recuerdo de un ser querido que había muerto ese mismo día.



-Está bien, ya dejaré de escribir creo que necesita algunas correcciones pero supongo que después continuaré -Dijo para ella misma mientras se levantaba de su mesa de trabajo. Dejó su portátil encendido con música que formaba una hermosa melodía con el atardecer y los estruendosos relámpagos que caían en señal de una lluvia inminente. Empezaba a bajar la temperatura y el viento corría libremente por las habitaciones, tomó su abrigo, un paraguas y un sobre, salió a verse con su amante quien la esperaba diez pisos más abajo. Él la beso en la mejilla y ella apenas sonrió.



Ambos caminaron avenida abajo mientras hablaban. Él hablaba de un futuro con ella; no parecía un futuro muy distante, sin embargo, ella trataba de evitar hablar con él. Ella sacó su paraguas y lo abrió, pareció que vio venir la tempestad que estaba a punto de caer, las gotas corrían por el cuerpo del hombre, él solo sonreía, sin embargo ella ni siquiera lo miró.



Empezaban a formarse charcos en el pavimento y las gotas corrían lentamente sobre el paraguas para llegar al hormigón. Él dijo:


- ¿Sabes? No me siento solo cuando llueve, siento que soy otra gota más que cae entre la lluvia.


- ¿Qué quieres decir? Preguntó ella.


- ¿No te has dado cuenta? Las gotas de la lluvia nunca están solas, ellas siempre caen como llovizna pero siempre hay una al lado de la otra, siempre caen juntas, siempre terminan volviéndose una sola.


Ella, desconcertada y con la sensación de ansiedad que la rodeaba, solo sacó el sobre de su abrigo y se lo entregó. Solo dijo adiós, dio las gracias y se fue. Se perdió entre las personas que iban de aquí para allá.



El hombre, confundido abrió el sobre que contenía una carta escrita a mano que decía: "después de nuestra caminata y la corta conversación, lo que dijiste me dejó con una gran incertidumbre que no ha dejado de invadir mi mente en cada espacio libre que tengo para analizar ciertos aspectos de una gran variedad de cosas. Estoy perdiendo mi estado de tranquilidad.



Trato de fundamentar mi fe desde un punto filosófico y de fortalecer mi esperanza desde una manera espiritual, pero no logro conseguir lo que tanto busco y que en realidad necesito. Estabilidad. Me da pena pensar que aún me falta mucho por conseguirlo y me aterra pensar que mi alma se desgasta cada vez más que lo analizo. No sé hasta qué punto es bueno, porque canso mi mente y al hacerlo desgasto mi alma. Aquí como me "ves" estoy mareada, me siento desconcertada, fuera de mi órbita. No es tristeza, no es ansiedad, no es enojo, incluso podría jurar que no es frustración, pero es algo distinto a todo lo demás que he experimentado. Creo que es una serie de cosas, un cúmulo de sentimientos que forman ese estremecimiento en especial. Aún no le he encontrado un nombre pero cuando lo haga te lo mencionare.



Lo único tangible en mí, lo que me mantiene aquí, es mi pulso, el pálpito. Es lo único real aquí."



El hombre confundido, sacó su paraguas, ya no quería sentir la lluvia sobre su cuerpo, no quería dejar que las gotas corrieran sobre él y lavaran sus pensamientos. Caminando calle arriba vio como un vagabundo admiraba la lluvia que él tanto amaba y al cruzar un semáforo parecía que el tiempo se había detenido.

Cuentos bajo la lluviaWhere stories live. Discover now