DONDE NADIE TE OYE... ¡¡GRITAR!!

561 31 48
                                    

Martes, 12 de diciembre de 1492... o quizás miércoles 13 de diciembre, no lo sé bien:

Nuestros esfuerzos por regresar están siendo infructuosos. Cuanto más lo intentamos, más nos perdemos. En estas oscuras aguas infernales el Señor no puede escucharnos. Navegamos en unas tinieblas eternas, y sólo la noche es tan despiadada. Empiezo a convencerme de que no hay salida.

Desde que hace dos meses decidimos volver, han sucedido multitud de desgracias: el mes pasado comenzó a propagarse una epidemia de Peste Negra que, sumada con un caso grave de escorbuto, ha reducido al subsiguiente número de la tripulación a seis miembros. Hace poco éramos siete, pero tres días atrás llegó la última noche del Sr. Ruiz de Gama, el piloto de esta nave y un viejo amigo muy cercano. Su pérdida fue un duro golpe para todos, pero llevaba desde hacía una semana convaleciente. Justo ayer fue entregado al mar, como sé que le habría gustado... Al menos ahora tiene la suerte de poder descansar en paz.

También hemos recibido una serie de ataques por parte de depredadores diabólicos. Hemos podido rechazar dos gigantescas serpientes marinas, pero ya casi nos estamos quedando sin pólvora. Cuando nuestras lombardas se vacíen, estaremos desvalidos ante lo que pueda caer sobre nosotros.

Sin embargo, lo peor de todo es el hecho de que tan sólo nos queda un barril de vino y que toda la comida ha terminado por pudrirse. He ordenado que sacrifiquen a los dos caballos que llevábamos en la bodega. Dadas las circunstancias, es lo único que puedo hacer para que lo poco que queda de la tripulación sobreviva... Aunque apenas sirva para alargar nuestra esperanza de vida durante unas pocas semanas más.

Maldito seas, genovés. Nos has condenado a todos.

Ojalá te pudras en el infierno...

El capitán de la Santa Clara,

al servicio del Reino de Aragón.


Era desesperante. En aquellos instantes, poco podía pesar tanto como esa calma macabra e impía. En otras circunstancias habría supuesto una razón más para enamorarse del mar, pero ante tal cuadro...

Sólo podía tratarse de obra del Diablo.

En medio de aquellas aguas eternas, donde ni hombre ni bestia engendrada por Dios había logrado poner el pie encima, una calma como esa sólo podía profetizar un mal terrible. El grumete oía como las fatuas y primigenias olas, rojas como la sangre, impactaban contra el casco de proa. De todas formas poco podía ver en mitad de una bruma tan densa, y esa era la razón por la cual no estaba realizando sus labores de vigilancia en la zona del palo mayor. El viento apenas soplaba, por lo que las velas no conseguían un impulso lo suficientemente pronunciado como para poder avanzar a una velocidad mínima; estaban atrapados y había pocas posibilidades de escape. Y en un ambiente como ese, se tenía demasiado tiempo para pensar. Nada de lo que era capaz de concebir en mitad de tanta oscuridad y silencio resultaba tranquilizador...

Entonces, fue cuando la vio.

Al principio era difícil distinguirla. A través de la blanca neblina parecía tan sólo una mancha desdibujada y borrosa en pleno caldo oceánico, como salido de lo más profundo de una pesadilla irracional, o del más cruel de los espejismos. Nervioso ante la idea de que pudieran ser las primeras señales de otro monstruo marino, el muchacho abrió el catalejo. Sus manos temblaron en el proceso... Pero encontró otra cosa:

¡Una chica! ¡Una pobre y convaleciente chica en el interior de una tartana!

Aún a pesar de la distancia y el grado de oscuridad, era posible identificarla: su piel tersa y desnuda temblaba a causa del frío y la humedad a la que estaba expuesta. Era difícil ver sus rasgos, pero parecía joven: quizás con quince o dieciséis años. Como toda mujer de semejante edad, era hermosa.

DONDE NADIE TE OYE... ¡¡GRITAR!!Where stories live. Discover now