Nunca es tarde.

57K 2.9K 1.1K
                                    


—Y bien, ¿qué te parece?

Levanté la vista de mi revista y la dirigí a Izan. El aire se me cortó. El esmoquin negro se adhería a su largo perfectamente. Giró sobre sí mismo, dejándome apreciar los detalles de las prendas, como las solapas de la chaqueta de seda negra, o los botones del mismo color de la camisa blanca. La pajarita a conjunto con el traje rodeaba su cuello fino y esbelto cuello.

¿Qué le podía decir? ¿Qué iba a ser el novio más guapo de la historia? ¿Qué su prometida sería la mujer más afortunada del mundo?

Forcé una sonrisa, esperando que Izan no mi pillara.

—Está muy guapo. Quizás más que la novia.

Soltó una carcajada varonil, de esas que le hacía tirar la cabeza hacía atrás provocando que los mechones rubios de su pelo se movieran. Lo conocía tan bien que podía diferenciar cuando utilizaba una risa o cuando otra. Cuando era autentica y cuando fingida. Podía presumir que conmigo había tenido más que con Cristal, su futura mujer. O al menos eso intuía.

Cristal era la mujer más seria y estirada que conocía. Su pasatiempo favorito era desperdiciar hasta el último euro de la herencia de Izan. Sinceramente nunca comprendí que le vio a ella. Quizás tuviera algo que ver con que era la chica más de guapa del instituto, que es cuando empezaron su relación. Y casi siete años después seguía manteniendo un físico envidiable.

—Señor, ¿todo se gusto?

La costurera me sacó de mi trance y aparté la mirada del rostro de Izan. Él y yo éramos amigos desde que mi memoria era memoria. Sus padres vivían a una casa de distancia, por lo que nos criamos prácticamente juntos. Nunca nos habíamos separado, ni siquiera cuando fuimos a la universidad, dado que terminamos, por casualidades del destino, en la misma. Incluso con la llegada de Cristal a su vida, nuestra relación seguía siendo igual de fuerte que siempre, lo que parecía no gustarle mucho a su estirada prometida.

Izan terminó de revisar el traje con el que iría al altar y se dirigió a los probadores para regresar con sus vaqueros desgastados, una camiseta blanca y su chupa de cuero. Aquel sí era mi mejor amigo. Era guapo con lo que se pusiera, pero con su estilo despreocupado conquistaba a cualquiera que se pusiera por delante.

—¿A dónde quiere ir mi preciosa madrina? —Inquirió pasando uno de sus brazos por encima de mis hombros.

Me sentía un tanto ridícula a su lado. La gente, sobre todo la parte femenina, nos observaba como preguntándose: ¿cómo puede estar él con ella? Izan medía dos metros, sacándome unos veinte centímetros. Su rostro ovalado de pómulos marcados, resultaba angelical mientras el mío era regordete de mejillas sonrojadas. Sus ojos verdes contrastaban de una manera impresionante con su piel morena y luego estaba su boca... ¡Su boca! ¡Y madre mía que boca! Tenía los labios gruesos, me daba la sensación de que si los tocaba sería como tocar las nubes, para luego ser acariciada por aquella barba recortada que tanto cuidaba. Cristal odiaba la barba, le había insistido miles de veces para que se la quitase, recibiendo una negativa rotunda por parte de Izan.

Y luego quedaba su cuerpo. De pequeño lo llamaban el espantapájaros, dado que era muy alto y demasiado delgado. Luego, en el instituto, el patito feo se convirtió en el cisne, sacando músculos donde no los había. Su cuerpo no era muy ancho, pero estaba bien definido. Al contrario que el mío, que parecía una guitarra.

—¿Qué te parece si miramos tu vestido en Ibys? —Continuó él con el parloteo, más alegre que yo.

—Es demasiado caro.

Yayımlanan bölümlerin sonuna geldiniz.

⏰ Son güncelleme: Oct 19, 2016 ⏰

Yeni bölümlerden haberdar olmak için bu hikayeyi Kütüphanenize ekleyin!

Nunca es tardeHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin