Una mañana monotona

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Yo estaba ahí, sentando, mirando cualquier cosa que pudiese captar mi atención a través de la ventana de ese colectivo, el interno 86 de la línea 176, -a veces los eventos traumáticos ayudan a agudizar la memoria- era una mañana fría y aburrida, otro día mas en la rutina mía de aquellos días, escuela secundaria a las siete de la mañana, el mismo colectivo a la ida que a la vuelta. Entre el colectivo y la escuela me separaban siete cuadras, a veces sumamente oscuras durante las mañanas y otras sumamente solitarias durante las tardes, siempre me sentí inseguro transitándolas y más de una vez apresuré la marcha ante alguna mirada sospechosa o un movimiento de índole similar. Pero el colectivo, era otra historia, me sentía seguro en él, como si fuera un refugio impenetrable, hasta confiado diría. Vaya ironía seria que, en los cuatro años de desconfianza, ni una sola vez haya tenido accidente grave en aquellas calles, pero que, si lo tuve en aquel colectivo confiable, accidente que pudo costarme la vida.

Retomando lo que dije al principio, estaba ahí, sentado esperando que los 20 minutos que siempre calculaba para el viaje acabaran para llegar a la plaza de san miguel, 20 minutos que yo siempre aminoraba con un poco de música, mis auriculares de segunda mano estaban puestos en mis odios, ambos, a pesar de que el izquierdo no funcionase hace tiempo.

El viaje transcurrió sin ningún cambio, igual de similar a todos los años que lo hacía, pero cuando el colectivo agarro la conocida vuelta del túnel de José C paz subieron apresurados tres o cuatro jóvenes, bastante parecidos, de toda la experiencia lo único que pude deducir fue que eran hermanos los cuatro.

Le dijeron algunas palabras al colectivero, me disculparan, pero mi atención a todo era remota así que mucho de esto está perdido para mí, estaba enfocado, como siempre, en cualquier cosa diferente que pudiese observar en la ventana, cualquier cosa que cambiase la monotonia del paisaje que venía observando 4 años en cada viaje igual.

De repente, tenía una pistola apuntándome, la única vez en mi vida que tuve una pistola tan cerca, una real, no a través de una pantalla, no en el pantalón de un policía, un arma verdadera estaba apuntándome, lista para darme fin sin hacia algo indebido para los que ahora eran mis asaltantes.

Todos estaban tranquilos, no solos los asaltantes, la gente se ve que solo había entregado sus pertenencias de valor sin ninguna resistencia, era, casi rutinario para ellos, como de aceptación sin más.

Mi mente era obstinada, era todavía un joven de secundaria, me creía listo, que podía comerme el mundo, demasiado confiado se diría. Entregue mi billetera, alegando que sencillamente no tenía más, ahí fue cuando mi confianza se derrumbó levemente, cuando aquel tipo se rio, era una risa casi cruel, lo que dijo luego hizo que mi confianza se derrumbara por completo, me hizo quedar como un niño que sabía que la mama lo iba a retar.

- ¿No? ¿Entonces de que son esos auriculares?

comencé a temer, a temer de verdad, las palabras no salían de mi boca y antes de que intentase hacerlas salir, aquel malviviente -por no decir algo peor- me tomo del brazo con fuerza y me tiro al piso.

Desde el piso, observe a la gente, pero ellos a mí no, todos seguían con lo suyo, habían pagado con lo suyo, no era el problema de ninguno de ellos, incluso el colectivero seguía manejando.

Yo solo cerré los ojos, ni siquiera rece, no porque no sea un hombre demasiado religioso -en ese tiempo lo era incluso menos- si no porque no sabía ni que hacer, solo llore.

Lamento que, si esperaban un final heroico, de mi parte o de algún buen samaritano los voy a decepcionar, luego de un llanto patético para un joven de mí en ese momento edad -no estaba precisamente en los primeros años de secundaria- solo escuche las puertas del colectivo abrirse, a los tipos diciéndose cosas bajando y eso fue todo, como pude me incorpore y afortunadamente para la poca vergüenza que me quedaba mi parada era en dos cuadras más. Nadie me pregunto si estaba bien nadie me ayudo a incorporarme, nadie nada, diría que muchos lo tomaron como algo justo, por hacerme el listo con esa gente....

Luego de todo ello, solo me baje del colectivo, secándome las lágrimas y maldiciendo tanto a los que hacen el mal como a los que lo dejan hacer, aquellos que lo aceptan como parte de su propia y casi maniaca monotonía

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⏰ Last updated: Feb 25, 2017 ⏰

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Una mañana monotonaWhere stories live. Discover now