CAPÍTULO 63.

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La luz del contestador parpadeaba cuando llegué a casa. Había estado casi toda la mañana vagabundeando por mi ciudad en busca de buenas fotografías para tomar. Había tomado sólo tres en casi seis horas. Me acerqué y apreté el botón para oír el mensaje, mientras iba por un vaso de agua.

Oh, buenos días señorita Howe, o buenas tardes según escuche mi mensaje. 

Su fotografía nos ha fascinado y queremos que nos muestre toda la colección. Hay algo especial en esa imagen y, estaríamos muy honrados en ver su trabajo para si usted quiere, hacer la exposición.

Comuníquese en cuanto oiga el mensaje. Ya sabe el teléfono de la compañía, pregunte por el señor Blade.

Que pase buen día, hasta luego.

El pitido que anunciaba el final del mensaje me hizo aterrizar. ¿Cuál fotografía? ¿De qué exposición está hablando? ¿Qué señor Blade? Corrí hasta el teléfono y garabateé el número de esa llamada en un papel, luego lo marqué.

Una voz femenina me contestó al segundo timbre. 

-Olmos estudio, ¿en qué puedo servirle?

-Amm… ¿hay allí un señor Blade con quien pueda comunicarme? –pregunté, terriblemente confundida.

-Claro, enseguida.

-Gracias –tamborileé los dedos en la mesita mientras escuchaba la fastidiosa melodía a través de la bocina del teléfono.

-Oficina del señor Blade, ¿en qué puedo ayudarte? –me contestó otra voz más aguda que la primera.

Fruncí el ceño. ¿Qué allí todo mundo contestaba de la misma manera?

-Hola, ¿podrías comunicarme con el señor Blade, por favor?

-¿Quién lo busca?

-______ Howe.

-Oh, claro. Enseguida –dijo y transfirió la llamada por un lapso de tiempo más corto que el anterior.

-Señorita Howe, es usted –dijo la voz de hombre, ronca y amable.

-Eh… sí, pero aun no entiendo quién es usted –musité, con franqueza.

-Bueno, soy el presidente de las exposiciones fotográficas de esta empresa. Thomas Blade.

Los ojos se me abrieron como platos. Thomas Blade, había leído de él hace bastante tiempo; era el “productor” de las exposiciones fotográficas que tuvieron más fama en el país y no sólo allí.

-¿Señorita Howe? –preguntó, ya que me había quedado muda.

-Estoy aquí –farfullé-. Pero aun no entiendo por qué me llamó.

-Pues vimos su fotografía. Nos ha encantado y…

-¿Qué fotografía? –lo interrumpí.

-Un joven vino el día de ayer mostrándonos una fotografía que usted tomó en su viaje a Venecia, Italia, según nos contó él muchacho.

El corazón comenzó a latir debajo de mi pecho. Todo estaba cobrando sentido de pronto.

-A decir verdad, la fotografía es muy buena y pensamos que una exposición con ese tipo de fotografías sería magnífico, pero antes queremos ver todas.

-Ah…

-Si se pregunta cómo conseguimos su teléfono y su nombre, pues déjeme decirle que tiene un amigo muy… insistente –soltó una risita gutural.

Me quedé en silencio por un momento, sintiendo cómo encajaban todas las piezas del asunto de Michael. Él había tomado una de mis fotos ayer, y ese mismo día la había llevado con Thomas Blade –una persona que jamás me había visto pero que tenía que ver conmigo- para que me diera la oportunidad de una exposición de arte, de fotografías. Por eso no quería decirme, por eso esa mirada misteriosa cuando vio el sobre… mataría a Michael.

Manual de lo prohibido / Luke Hemmings y tú.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum