2

4 0 0
                                    

Mi padre tenía una rutina. Se levantaba y desayunaba viendo el informativo. Después, habiéndole espetado entre refunfuños sus penurias económicas al político corrupto del día a través del televisor, se despedía y se iba. ¿Pero cómo nos vamos a comportar ahora? No me extrañaría que actuáramos como si nada hubiera pasado. Es lo que hacemos con todas las situaciones que pueden ser tensas. Pero el despido nos va a afectar demasiado como para tomarnos la comodidad de no hablarlo.

Salgo de mi cuarto y huele a café. Hay pocas sensaciones que me sepan tanto a casa como el olor a café. Me reconforta esta calma. En la cocina está mamá, con su bata rosa llena de pelotillas, de pie (ella siempre está de pie, de aquí para allá) ¿Papá? Aún no se ha levantado.

- No puedes seguir así toda tu vida, -me recrimina con pena- en algún momento tendrás que ordenar tus horarios. No puedes levantarte a estas horas con esa cara de alelada. ¿A qué hora te dormiste anoche?

Me dormí cuando mi cabeza estaba agotada de plantear posibles escenarios terribles e intentar planificar soluciones. No sé si voy a poder seguir estudiando. No sé ni si en dos semanas podré empezar a ir a clase. No sé si ya debería haber buscado un trabajo serio para arrimar el hombro en casa. Los que tenemos los recursos justos para este mes, y no sabemos qué tendremos el mes que viene, nunca estamos tranquilos. Nos consume una inseguridad constante que se hace especialmente insoportable por la noche, cuando todo está en silencio y nos asaltan los pensamientos. No me puedo imaginar las noches que estará pasando papá.



PARADO. El sistema ya no cuenta contigo.Where stories live. Discover now