The pleasure of your company

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En la ventana se asomaba la luz del atardecer, iluminando el interior de aquella habitación pálida, hacia frío por el aire acondicionado, pero una manta azul evitaba que este calara en su piel, miraba la vista desde donde estaba, acostado en una cama algo incomoda. 

A lado de esta se encontraba sentada en una silla su nieta, quien le sujetaba la mano con firmeza, parecida entretenida mirando esta unión, pues su vista se encontraba estática por varios minutos sin interrupción.

El silencio de la habitación era tranquilo, la puerta se encontraba cerrada y tapaba bien los ruidos que provenían de afuera, haciendo que ese momento fuera relajado para ambos.

Pronto el señor decidió acostarse en la cama, sus ojos pesaban y el cansancio lo vencía, miro a su nieta, quien lo observaba con una ligera sonrisa y ojos brillosos, el hombre le devolvió la sonrisa y con lentitud le puso su mano en la cabeza para acariciarla. 

Tarareo una canción, lenta y suave, aquella que aunque no tenia letra y no existía, solo era de los dos, pues solía cantársela para antes de dormir, pronto ella se unió a la melodía, con lagrimas en sus ojos y un nudo en su garganta que dolía, pero no impedía que pudiera acompañarlo.

Los ojos de ambos se cerraron, disfrutando del momento que tenían, siendo poco o mucho, sabiendo que las cosas eran inciertas en ese momento, pero no era importante después de todo.

Ella abrió los ojos, lo que hubiera soñado lo olvido después de unos segundos,pero la tranquilidad que le había dejado la acompañaba aún, miró a su alrededor, era de noche en aquella habitación de hospital, el aire estaba frío y su piel lo resintió, el silencio era ensordecedor, la puerta continuaba cerrada, pero afuera no había ruido alguno.

Miró a su abuelo, quien parecía dormir y lo recorrió con su mirada llena de melancolía, él había envejecido rápido, su piel había perdido el color desde hace días atrás, su cuerpo se había encogido un poco y aquella sabana que tapaba de su cintura para abajo le recordaba que ya no había nada más, sólo un espacio vació en donde antes se encontraban esas piernas que le ayudaban a andar.

Suspiró profundamente, mientras se acercaba dispuesta a despertarlo, se percató de la verdad.

Nada puede describir del sentimiento que la llenó en ese momento, algo entre la tristeza y el dolor, más allá de la desesperación y el miedo combinado con algo parecido a estar muerto en vida.

Lentamente se acerco y lo tomó del rostro, sus ojos picaban por las lagrimas y le impedían ver con claridad, pero no fue obstáculo para poder besar por última vez su frente, así como hacia él cada vez que la miraba, cuando reía, cuando lloraba, o cuando tenia miedo.

Se había ido su mejor amigo en un suspiro, sin un aviso, aunque las señales estuvieran ahí, en sus narices, ella había creído en las segundas oportunidades. 

Recordó el tiempo junto a él, cada día, cada fecha y hora, cada acto y palabra, eran cosas que difícilmente podría borrar y en realidad no quería hacerlo, a pesar de que algunos recuerdos le dolieran como navajas en la piel, pero al final de cuentas eran parte de su historia.

Él la había acompañado incluso cuando ni ella se tenia para si misma, él la había sostenido por mucho tiempo aunque al final ella terminara llevándolo aunque sea en una silla de ruedas.

No se había dado por vencida sólo por él, no lo había dejado, aunque él se hubiera resignado.

Y pronto sintió que su esfuerzo no había servido, que sus fuerzas se habían esfumado y ahora se encontraba ella sola como siempre pero en un grado superior, sabía que la sensación siempre estaba ahí, pero la dejaba guardada en casa cuando se trataba de ir a visitarlo cada domingo.

Lloró por minutos eternos, tan largos que parecían horas y horas,  pero su llanto ceso al recordar sus  palabras, sobre la fuerza que debía mantener y la sonrisa que debía demostrar, que sin importar lo nublado del día, debía de disfrutar de la lluvia, porque ella era una plantita y la ayudaba a crecer.

Sonrió con tristeza, miro el rostro calmado de su abuelo y lo acarició con cariño, lo acomodo con cuidado y tomo su mano, tarareo en un susurro aquella melodía que nadie conocía, sólo ellos dos, era su despedida, era una promesa eterna.

Ideas CortasWhere stories live. Discover now