Trip

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'Llegué, ¿bajás?', decía el mensaje de Flor. El Buda bajó a abrir. Fuera del edificio lo esperaba Flor. Sonriente, con una mochila a colores y calzas negras con dibujos geométricos.

—Llegó el día, Budita —le dijo Flor—. Cuando me mandaste las primeras fotos de los primordios saliendo de la bandeja, morí de amor. Son como nuestros hijitos.

—Sí, son hermosos —le respondió el Buda mientras llamaba el ascensor—, y salvo porque nos los vamos a comer, sí, son como nuestros hijitos —le dijo arqueando las cejas.

—Me suena feo decir que nos los vamos a comer, digamos mejor que nos vamos a enlazar con ellos, ¿te parece?

—Sí, mejor —le respondió el Buda mientras abría la puerta del ascensor—. Pasá, ¿cuánto hace que estás en ayunas?

—Desayuné algo y desde ahí que no como nada, eso fue como hace siete horas, ¿vos?

—Yo comí una ensalada al mediodía. ¿Y estás bien?, ¿no tenés hambre?

—Un poco sí, pero estoy tan entusiasmada que no lo siento. Igual ahora podemos comer un poco de chocolate cuando nos 'enlacemos con ellos' —le dijo Flor entrecomillando con los dedos.

El Buda se rio y abrió la puerta del ascensor. Cuando entraron al departamento olía a sahumerio de sándalo y se escuchaba música hindú de cuerdas y flautas. Pasaron a la cocina y sobre la mesa había una balanza de precisión y dos servilletas de papel, cada una con un puñado de hongos secos.

—Hay dos gramos y medio en cada una. Probablemente a vos te saque a pasear un poco más que a mí, pero a vos te gustan las experiencias más intensas, ¿está bien? —le preguntó el Buda.

—Me parece perfecto —respondió Flor. Sacó de la mochila una bolsita transparente con láminas de chocolate, le dio una al Buda, agarró otra para ella y le puso un par de hongos secos encima—. Bueno, ¿vamos?

—Dale —respondió el Buda. Se metió el chocolate con los hongos en la boca, los masticó y frunció la nariz—. ¡Ah, qué asco!, ¿todo esto hay que comer?

—Dale, flojito, comelo, no lo saborees, masticalo un poco y mandalo nomás. Tomá agua —le dijo Flor y le acercó un vaso.

El Buda comió el último bocado con un trago de agua.

—Bueno, ya está. Vamos a poner el cronómetro para llevar un registro.

El Buda prendió unas velitas en el comedor y se sentó en el sillón. Flor se sacó las zapatillas, se sentó al lado de él y apoyó los pies en un banquito. Los dos se quedaron unos minutos en silencio chequeando sus celulares.

—¿Y ahora? —preguntó el Buda.

—Ahora a esperar, se supone que entre media hora y cuarenta minutos tiene que empezar a hacer efecto.

—¿Querés poner música?

—Dale, tengo algo que estuve escuchando y se me ocurrió que podría servir para esto.

—Ponelo, dale. Lo bueno de que hayas hecho más ayuno que yo es que sos como el pajarito que ponen en las minas, ¿viste?

—¿Qué pajarito?

—En los túneles de las minas, ponen jaulas con pajaritos. Si hay una fuga de gas, como son más sensibles, se mueren y los mineros salen corriendo.

—¿Y yo que tengo que ver con eso?

—Que a vos te va a pegar antes y yo voy a ir viendo lo que viene. Sos el pajarito de la mina —le dijo el Buda. Flor se rio—. Me muero de frío, ¿vos no?

Código FuenteWhere stories live. Discover now