Parte 2: Desenlace

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Abrió la puerta para encontrarse a Carmen tirada en el suelo, inconsciente sobre un charco de sangre. Mercedes estaba a su lado, temblando y apuntándole con el rifle a la cabeza.

—¿Qué... qué está pasando aquí? —La voz de Lidia fue un susurro difuso. Su hermana no pareció escucharla; mantenía la pose y sollozaba—. Mercedes, ¿qué está pasando? Baja el rifle, por favor.

Pero Mercedes se enjugó las lágrimas con una mano y negó con la cabeza.

—No puedo —contestó con la voz rota—, no puedo. Ha vuelto a por nosotras. —Dio un respingo—. Tengo... tengo que matarla para que no se la lleve.

Lidia miró el cuerpo inmóvil de su hermana pequeña; de su pierna derecha no paraba de brotar sangre. El salón entero olía a sangre.

Mercedes recargó el arma.

—¡Espera, espera! ¿Que no se la lleve quién? —preguntó Lidia. Necesitaba ganar tiempo—. Aquí no hay nadie, Mercedes. Estamos solas. —Su hermana no paraba de llorar. Vio como agarraba con más fuerza el arma; seguía apuntando a Carmen—. Mercedes, ¡joder! Sé que mataste al abuelo, pero no me importa. ¡Baja el puto rifle de una vez! Carmen no...

—El espantapájaros... —Mercedes bajó el rifle y le dirigió una mirada cargada de tristeza; luego rompió a llorar—. Él lo mató. Los mató a todos y enterró sus cuerpos. El abuelo solo trataba de protegernos. Siempre trató de...

—Está bien, está bien, te creo, pero deja el rifle en el suelo, por favor.

Mercedes dudó un instante, pero finalmente abrió la mano y el rifle cayó al suelo. En ese momento su llanto se descontroló y trató de ocultarse el rostro con las manos.

Entonces Lidia se abalanzó sobre ella.

El primer puñetazo iba cargado con tanta fuerza que ambas cayeron al suelo, muy cerca de Carmen. Lidia se las ingenió para apoyar las rodillas sobre el pecho de Mercerdes y comenzó a golpearla. Puñetazo tras puñetazo tras puñetazo.

—¡Maldita loca hija de puta! —Dejó que toda la rabia que sentía aflorase mientras golpeaba el rostro de su hermana—. ¿Qué le has hecho a Carmen? ¿Qué les has hecho a todos?

Hubiera seguido golpeándola de no haber sido por la risa que le llegó amortiguada a través de una ventana. El vello de la nuca se le erizó cuando la volvió a oír, una risa aguda, estridente. Se incorporó de inmediato y miró hacia todos lados. Fuera de la casa se escuchaban pasos rápidos; alguien que corría. Miró con rapidez a un lado y luego a otro. A través de una de las ventanas le pareció ver una silueta. Esperó un instante. Silencio.

Empezaba a creer que se lo había imaginado todo cuando la risa volvió a sonar.

—Viene a por nosotras.

La voz de Mercedes la sobresaltó. Lidia volvió a recorrer el salón con la mirada; los ojos le bailaban nerviosos en las cuencas.

—¿Quién coño viene a por nosotras? —preguntó a su hemana tras comprobar que allí no había nadie—. ¿¡Quién coño viene a por nosotras!? —Mercedes, con el rostro ensangrentado, comenzó a llorar de nuevo—. No. Esto tiene que ser una broma. ¡Una puta broma!

—Dispara a Carmen.

—¿Qué?

—El espantapájaros tiene ropa y se cree humano de nuevo. Si de verdad quieres a tu hermana, mátala. No dejes que se la lleve.

—¡Calla! —gritó Lidia. Carmen continuaba perdiendo sangre a su lado; el charco que la rodeaba era cada vez mayor—. ¡Calla y dime qué coño está pasando! —Fue hacia su hermana pequeña y trató de taparle la herida de la pierna con un trozo de tela que arrancó de su vestido. Tenía un tajo horizontal de gran tamaño hecho, seguramente, por un cuchillo. «O una hoz», pensó. No había ni rastro del balazo perteneciente al disparo que había escuchado en los trigales.

Paja quemada (Relato corto)Where stories live. Discover now