Parte II.

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Lo que tengo se llama... bueno, no sé cómo se llama. Pero dicen ser una obsesión con la sangre.

"Esquizofrenica hematofílica" había dicho que era el hombre de bata azul y barba blanca.

Sin embargo aveces tenía brotes sinestésicos: un sonido olía, un color sonaba, las percepciones interactuaban y sentía ser una asesina, ser una canival... Pasaba por arrebatos psicópatas.

Cuando abrí los ojos, ya no estaba en mi monótona habitacion estúpidamente blanca.

Había soñado.  Hacía mucho que no soñaba.

Fue un recuerdo en el extraño y paranoico mundo de los sueños.

En él, vivía cada momento de las personas que desangré.

Recordaba esos preciosos instantes en los que hundía mis manos en sus cuerpos abiertos para jugar con los charcos de sangre.

No hígado. No páncreas. No intestinos. No pulmones ni riñones.

Sangre, sólo sangre. Un cuerpo lleno de sangre.

Recordaba mi sonrisa en el espejo, y los ojos llenos de terror de aquella chica.

¿Como se llamaba?

Yolanda.

Oh. Ella, Yolanda.

Tenía las cuencas inyectadas en sangre... y por ello sus ojos azules resaltaban más.

Qué hermoso recuerdo, qué bonito contraste.

Vi su expresión de dolor al mover el cuchillo por su cuello, sin llegar a degollarla.

No me gusta matalos, al instante claro. Yo sólo quiero jugar con ellos. Y ella fue muy divertida ¡un gran juguete!

Se negaba a gritar cuando cortaba uno a uno sus dedos.

No pronunció palabra cuando tracé aquella hermosa línea en su espalda con el cuchillo.

La sangre empezaba a salir lenta y tentadoramente... bajaba, bajaba y bajaba.

Era relajante sentarse a escuchar cómo las gotas explotaban contra el suelo blanco.

Gotita... gotita.. go-ti-ta... ¡Sangre!

Fue hermoso verla completamente de rojo.

Meterla en la bañera, llena de pequeños y hermosos cortes hechos con una simple cuchilla, y dejar que se desangrara dentro.

Un deleite, poder haberme bañado en esa sangre con su enloquecedor olor y sabor a hierro. Con su textura diferente al resto de líquidos.

¿Y el corazón?

No me olvidé de él. También le robé el corazón.

A lo largo de mi lista de juguetes, me había dado cuenta que había corazones más grandes que otros. El de aquella chica, era más grande que los anteriores.

Eso me molestó.

¿Por qué?

Desencajaba. No era el patrón. Era diferente. No valía.

Ella no valía.

Recuerdo cómo lo lancé contra la pared, era muy delicado. No explotó, como me hubiera gustado, pero quedó diferente.

Me gustaba aún menos.

Recuerdo las súplicas incoherentes e inconexas de aquel chico de carita suave y ojos verdes. El primero de ojos verdes.

Escrito en Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora