Ella es rosa.

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A ti no te he olvidado. Siempre te recuerdo en los momentos menos esperados. No te he visto en mucho tiempo desde ese día. Siempre te agradeceré haberme hablado esa tarde, y en haberte convertido en mi mejor amiga.

Me siento en el suelo y me recargo contra la pared. Me coloco los audífonos y le doy play a la canción. Busco una que vaya con el momento, una que trate sobre odiar la soledad y el silencio. Miro la hora en el teléfono y faltan 30 minutos para la clase.

¿Qué puedo hacer en 30 minutos?

Saco mi cuaderno de dibujo y comienzo a hacer garabatos. Prefiero parecer ocupado que solo estar sentado como un idiota mirando a las personas pasar.

Reviso la hora otra vez: faltan 5 minutos. Decido levantarme, y esta vez, estiro mis piernas antes. Tomo mi mochila y avanzo por entre las personas.

Subo la mirada y él está a unos metros de mí, de pie en el umbral, hablando con la misma chica.

Siento ansiedad. Él está en la esquina donde doblo para ir a mi clase.

Paso por un lado y me mira a los ojos. Siento el tiempo transcurrir más lento. Le sostengo la mirada por unos segundos: suficiente tiempo para notar que sus ojos son muy oscuros, casi negros. Él deja de hablar y las palabras quedan a orillas de su boca. Cuando no puedo sostenerle por más tiempo la mirada, bajo la vista y doblo rápidamente.

Avanzo por entre las personas tropezándolas. Quiero voltear pero no me atrevo. Me aproximo a la puerta del salón, no veo a nadie. Reviso nuevamente la hora y falta un minuto. Miro alrededor y no reconozco a nadie de la clase.

-¿No ha llegado el profesor?- una dulce voz llega hasta mí de la nada. Volteo y una linda chica me sonríe. De estatura baja, su piel es muy blanca, tanto como la nieve. Su cabello es largo, liso y muy negro.

-Ehm, no ha llegado - respondo. Era la primera persona en hablarme. Había olvidado como se habla con alguien desconocido.

Ella parece muy conversadora, de esas personas que no les cuesta hacer amistades; que pueden sacar cualquier tema de conversación y hacer hablar a un mudo. Sin darme cuenta estaba hablando con ella.

-¿También estudias diseño?.- fue la pregunta que lo inició todo.

El profesor llega y todos comienzan a aparecer de la nada. Al entrar me siento en la primera fila, cerca de la puerta. Ella se sienta junto a mí.

- ¿Cómo te llamas? - pregunta la chica mientras salimos del salón, ya terminada la clase.

- Carlos - respondo - ¿Y tú?

- Soy Sara - responde mientras me da la mano como saludo. Está fría y suave.

Cuando pienso en ella, es rosa. Delicada y femenina. Alegre y tierna.

- Voy a almorzar con mi hermana ¿nos acompañas? - su propuesta suena bien. Almorzar solo es patético. No puedo negarme.

- Claro, vamos.- accedo sonriente. No había almorzado en el cafetín.

Recuerdo que una vez compré un jugo; me senté en la mesa cerca de la puerta y me relajé mientras lo bebía. Miré a mi alrededor y todas las mesas estaban ocupadas por estudiantes. Todos estaban en grupo charlando, riendo y gritando. Algunos se compartían el almuerzo, otros, los chismes. Me sentí aislado. Inadaptado. Entonces un extraño anciano de ojos saltones se sentó en mi mesa, frente a mí, se quedó mirándome el suficiente tiempo como para espantarme y obligarme a huir.

Me prometí no volver allí sin compañía.

- Ella es Nina - la voz de Sara me saca del ensimismamiento.

Una muy coqueta chica me saluda. Es muy parecida a Sara, pero un poco mayor y alta, con cabello color rojizo oscuro.

Nos presentamos y luego nos sentamos en una de las mesas junto a los ventanales. El día está muy soleado. Por suerte, el cafetín está fresco. Hay mucho ruido, muchas voces mezcladas. Miro a mi alrededor y todos están hablando, riendo y gritando; menos comiendo. Lo usual.

Me vuelvo hacia las chicas y están riendo. Me siento ligeramente incómodo. Una parte de mí se sentía bien con aquella soledad que compartía con el rincón del pasillo. Entonces comenzamos a charlar, y luego de unos minutos, termino riendo también.

Luna AzulWhere stories live. Discover now