La mirada perdida

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Abrí mis ojos en mitad de la noche, no podía conciliar el sueño ya que sentía la necesidad de ir al baño. Me desperecé y a continuación salí de la cama sin siquiera molestarme en encender la luz. Caminé lentamente hasta la puerta de mi habitación y, sin estar todavía despierta del todo, abrí la puerta.

Nada más hacerlo me dí cuenta de que algo fallaba. Tras fijarme mejor pude darme cuenta de que en vez de el suelo de madera al que estaba acostumbrada, unas largas y viejas vías de tren se extendían a lo largo de mi pasillo, el cual ahora parecía interminable.

No lograba comprender lo que sucedía y dirigí mi mirada hacia la puerta del baño, es decir, a mi destino. Al hacerlo me lleve una sorpresa aún mayor que la anterior. Allí, quieta, con la mirada perdida se encontraba una niña en mitad de las vías bloqueando la entrada. Me fije mejor en ella, era delgada y pálida como la nieve y tenía una larga y lacia melena marrón cayéndole en frente de la cara. Era pequeña, un par de años menor de los que yo tenía en aquel entonces, diría que unos siete. Parecía que no tenía vida, simplemente estaba de pie sin moverse ni un ápice, como si no tuviera alma. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Giré mi cabeza todavía más, guiada por la curiosidad y la incertidumbre, apartando mis ojos de aquella escalofriante niña. Me encontré con un largo y oscuro túnel en el lugar en el que debería haber estado la habitación de mis padres. La situación comenzaba a superarme, el aura a mi alrededor era siniestra y sabía que algo malo iba a ocurrir.

Entonces sucedió. Una luz saliente de aquel túnel me cegó obligándome a apartar la mirada. Al escuchar el traqueteo del tren sobre las vías entré en pánico. Empecé a gritar. Le gritaba a aquella niña que se moviera. Que se quitara de ahí. Que reaccionara. La luz se hacía cada vez más grande. ¡Fuera, muévete!, grité con lágrimas en los ojos. El sonido del tren se escuchaba cada vez más cerca, más ensordecedor. La niña no se movía, seguía allí, sin reaccionar. Un sentimiento de impotencia y desesperación inundaba todo mi ser y yo lo exteriorizaba a base de gritarle a aquella condenada niña que se pusiera a salvo, que saliera de allí. El ruido del tren retumbaba en mi cabeza. La niña no se movía. Yo lloraba.

Bum. Ocurrió.

El tren llegó, llevándose a la niña por delante.

Todo parecía moverse a cámara lenta.

La sangre salpicaba lo que se suponía que era mi pasillo.

Mis gritos cesaron.

El tren se alejó.

Me quedé sola, con lágrimas recorriendo mis mejillas manchadas de sangre y sin saber reaccionar.

Miré al frente y me quedé allí, quieta, con la mirada perdida.

El tren volvió a escucharse a lo lejos.

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Esta historia está basada en una pesadilla que tuvo mi amiga <3

Relatos CortosWhere stories live. Discover now