La chica del café

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¿Quién lo diría? Tal vez era cuestión de tiempo o simplemente era lógico terminar así después de una vida deplorable, hoy, que estoy a punto de morir quisiera contarte una breve historia que le ocurrió a la persona que debía ser la más importante para mí, no sé por qué pero siento que al contarla, mi mente se apaciguará y tendré un poco de paz, esa que no he tenido desde hace varios años.

¡Bien! No sé cómo iniciar esto, no sé si comenzar con aquella chica de cabello chino o con el joven extranjero que vino a este país buscando una oportunidad de superarse, quizá deba empezar hablándote de aquella pequeña colonia calmada y sin ningún tipo de disturbio.

Corría el año de 1932 en la ciudad de South Bank, Inglaterra, una ciudad donde se respiraba serenidad y era muy raro que ocurriese algún tipo de disturbios, el robo de un bolso era lo más grave que había sucedido durante años, pero yo no vengo a hablarte sobre lo hermoso de esta ciudad, de su cultura y mucho menos de su gente, mi historia se centra en aquella cafetería en la esquina de la 5° y Stamford, ahí comenzó todo. Adele, una bella joven de cabello rizado y ojos claros como la miel, era la encargada de atender a los clientes de aquel lugar, una chica amable sin duda, feliz a la vista de cualquier persona, pues siempre portaba una gran sonrisa en su rostro, pero escondía un pasado desgarrador, su madre la había abandonado cuando era niña y su padre, bueno su padre la prostituyó, hasta hace cuatro años justo cuando cumplió 16 y ella decidió huir de casa para valerse por sí misma.

A unos cuantos metros de la cafetería se encontraba Vincent, un excelente escritor francés de cabello castaño y tés clara que había venido a Inglaterra buscando oportunidades para superarse, pues en Francia no había podido triunfar como novelista.

Caminando, buscando algún tipo de inspiración que lo motivara a escribir sobre algo, sin querer cruzó la vista con Adele, fue ahí donde todo comenzó; se dirigió hacia la primera mesa vacía que pudo observar y se sentó a leer su periódico, esperando a que aquella hermosa mujer tomara su orden.

-¿Qué va a tomar caballero?- Preguntó ella sonriente.

-Un descafeinado por favor- Respondió él con una sonrisa coqueta pero discreta.

-En un momento se lo traigo- dijo mientras daba la vuelta y se iba.

Adele era amable pero por alguna razón era muy seca y distante con los hombres, tal vez era el hecho de que su pasado la seguía acosando. Pasó el tiempo y Vincent visitaba todos los días aquella cafetería, se sentaba, leía el periódico y de vez en cuando escribía en su pequeño cuaderno sobre la bella dama que ahí laboraba, bebía su taza de café, después pagaba y charlaba con Adele un rato, ella poco a poco era más cálida con él, hasta pareciese que todo el pasado obscuro jamás hubiese existido; semanas después ya no era raro ver a Vincent y Adele caminando por el parque en las tardes.

El 22 de enero de 1933 Vincent recibió una oferta de trabajo

-¡Por fin!- Dijo alegrado- Por fin cumpliré mi sueño de ser un novelista famoso y reconocido-

Es increíble lo que pasa en un año o en menos; no lo he mencionado pero Adele y Vincent tenían planes de casarse, eran felices juntos y se sentían como si nada malo hubiese sucedido en el pasado.

- Acepta la oferta mi amor, esta es la gran oportunidad que esperabas ¿Es tu sueño!– le dijo Adele emocionada.

Vincent decidió aceptar aquella tentadora propuesta, tal vez fue su peor error, o tal vez fue no saber apreciar lo que tenía.

El tiempo siguió corriendo, y su carrera como novelista iba creciendo a un ritmo sorprendente, pronto empezó a ser reconocido, a tener fama y un poco más de dinero, fue entonces cuando Adele notó algo extraño

- Ya no es el mismo - se decía a sí misma

De aquella hermosa relación sólo quedaba el recuerdo, Adele trabajaba todos los días en el café esperando a su prometido pero siempre se quedaba esperando. Un día el café cerró temprano y ella decidió dirigirse al parque donde solía pasear con su prometido, muchos recuerdos vinieron a su mente, desde el día en el que conoció a Vincent hasta el momento en que le propuso matrimonio en el Waterloo Bridge

-¡No! Me rehúso a perderlo- Se dijo a sí misma con tal entusiasmo que contagiaría a cualquiera- Voy a intentarlo una vez más, voy a prepararle una cena, con velas y música de su país, voy a reanimar la llama de la pasión- Se decía al tiempo que se dirigía a su hogar pero al llegar a casa todo cambió de golpe, al parecer Vincent estaba ahí, había señales de que alguien había estado cenando y bebiendo vino, el cigarro que yacía en el cenicero aún desprendía un poco de humo, lo cual indicaba que no tenía mucho tiempo, Adele, nerviosa, se dirigió a la habitación, aquella donde por primera vez, se entregó con amor y con su total consentimiento a un hombre.

-Solo son ideas mías- Repetía una y otra vez en su cabeza tratando de calmar sus nervios.

Al abrir aquella puerta de madera vieja, todo aquel odio que existió alguna vez en ella, volvió de golpe, todo el dolor revivió nuevamente, al abrir la puerta de la habitación encontró a Vincent recostado con otra mujer, abrazados y sudorosos, una botella de alcohol y ropa tirada en el piso eran la señal que confirmaban que Vincent tenía una amante, tal vez fue el coraje de la traición, o quizá fue el saber que tanto tiempo se había ido a la basura por culpa de un novelista famoso, puede que haya sido un poco de las dos lo que provocó que la mente de Adele se nublara y tomara entre sus manos el cenicero y lo reventara en la cabeza de aquella chica desconocida provocando que su cráneo se hundiera y dejara a la vista parte de su materia cerebral. La sangre salpicaba toda la habitación, mientras que para Vincent fue peor, pues sin tener duda alguna se dirigió a la cocina y con un cuchillo cortó sus genitales para después terminar con su vida cortándole la garganta, todo aquello era un mar de sangre, Adele pasó de tener un hermoso vestido amarillo a uno de color rojo; de su cabello escurrían pequeñas gotas de sangre y sus manos apenas podían percibirse, pues estaban completamente tintadas de sangre.

Cuando reaccionó y volvió en sí ya era demasiado tarde, un juez la condenó a la horca por doble homicidio y aquella chica risada de ojos claros ahora sólo quiere volver a ese café, aquel donde conoció a la persona que fue su salvación y al mismo tiempo fue su perdición ¿Qué cómo lo sé? Bueno, porque yo soy aquella chica del café.

La chica del caféWhere stories live. Discover now