2. Eco y Narciso.

35 4 2
                                    

El águila volaba a gran altura, se movía con un ritmo tan ligero que parecía la cosa más sencilla del mundo. Su plumaje marrón brillaba gracias a los rayos de un sol deslumbrante. Se movía por el viento, agradable, aunque un tanto fuerte para aquella altura.

Atenas bajo el vientre del animal era una ciudad tranquila, casi se diría que deshabitada. Pero eso estaba muy lejos de la realidad. En aquellas calles paseaban cientos de personas: niños que corrían por diversión o por haber robado cualquier objeto. Mercaderes gritando el precio de sus productos y políticos debatiendo en el ágora. No era una ciudad despoblada, mucho menos tranquila.

A las afueras, sin embargo, el murmullo y vaivén de personas constante era inexistente. De hecho, pocas eran las casas construidas más allá de la necrópolis. Y aún así, el hombre más guapo jamás visto vivía allí, apartado de todo. Sus músculos parecían haber estado tallados a la perfección, asegurándose de que cada centímetro complementaba al siguiente. En su rostro no se atisbaba rastros de imperfección: ojos verdosos y largas pestañas, pómulos de marfil y labios carnosos, rojizos como fresas. Además, un pequeño rizo castaño caía tímido por su frente.

Así era Narciso, así era para los mortales la idea de Dios, y él lo sabía.

Cada mañana el joven paseaba por los bosques enamorando a cualquiera, encandilando a las hijas de algún pastor o a las ninfas de lagos y ríos. Para cuando llegaba el mediodía se encontraba ante un pequeño estanque, allí se despojaba de su ropa y disfrutaba de un largo baño hasta que el hambre acudía en su búsqueda. Cuando volvía a casa se preparaba un estofado de verduras y descansaba hasta el día siguiente.

Esa era la rutina de Narciso, cada día lo mismo, pero no le importaba, le gustaba pasearse por ahí, le gustaba enseñar quién era.

Un día, no obstante, cuando llegó al estanque, una joven ninfa de cabellos rojizos como el fuego le observaba en silencio. Contemplaba la perfección del muchacho, incluso sentía como el corazón se le aceleraba. Él, sin embargo, estaba ocupado tratando de enamorar a cuantos más, mejor.

Eco, que ese era el nombre de la bella ninfa, no podía acercarse a Narciso pues Hera, la Diosa del matrimonio, la había castigado tiempo atrás, impidiéndole hablar.

Aun así, trató de armarse de valor, quizás una sonrisa bastaría para llamar la atención del chico. Pero la realidad fue otra muy distinta. Narciso comenzó a burlarse de la joven, incluyó palabras despectivas, palabras hirientes que llegaron al corazón de Eco como un puñal afilado. Con las lágrimas en el rostro y la humillación a las espaldas, huyó, acabando refugiada en una cueva oscura y fría. Poco después, la ninfa acabó por desaparecer entre aquella oscuridad, se esfumó como algo efímero, y tan solo quedó lo que una vez había sido su voz, repitiendo las últimas palabras de aquellos que entrasen en la cueva.

Debido a la burla de Narciso hacia la chica, y su actitud despectiva hacia los demás, los Dioses decidieron castigarlo, siguiendo la profecía que decía que, si alguna vez se veía a sí mismo, moriría.

Aquel día, al salir del agua, contempló su rostro en su reflejo. Lo contempló y se enamoró, olvidando cualquier cosa de su alrededor. Su amor por él mismo fue tal que incluso dejó comer o beber, tan sólo quería verse. Dejó de seguir su rutina diaria y finalmente, cuando su cuerpo no aguantó más, el joven murió contemplando su reflejo.

Poco a poco, conforme los días pasaron, una pequeña flor nació allí donde Narciso había muerto. 

Вы достигли последнюю опубликованную часть.

⏰ Недавно обновлено: Aug 08, 2019 ⏰

Добавте эту историю в библиотеку и получите уведомление, когда следующия часть будет доступна!

Los secretos del Olimpo.Место, где живут истории. Откройте их для себя