Capítulo 2: El testamento

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Jay



La muerte era una porquería.

Siempre lo he sabido y estoy seguro de que todos lo sabemos perfectamente, aunque solo lo llegas a entenderlo bien cuando se vive algo relacionado con ello. Lo acabo de vivir y es horrible.

Me sorprendió la reacción que tuve hace unos días en el apartamento de Matt y Kim, pero me sentía tan frustrado que no pude manejar mis emociones.

Mi padre no fue el mejor de todos ni tampoco el peor. Se mantuvo neutro.

Pero eso no era lo que yo quería. Yo quería a un padre con el que pudiera hablar de chicas y de juegos de fútbol. Quería que me aconsejara sobre alguna relación y que me apoyara cuando tomara una decisión. Sin embargo, eso no lo obtuve ni lo obtendré.

Lo más importante para papá fue su trabajo. No me gustaba pensar que mi mamá y yo no le interesamos lo suficiente, pero era inevitable hacerlo porque era la verdad. Para él nosotros no éramos lo primordial.

Suspiré con pésame y me senté en la orilla de la cama con los codos apoyados en las rodillas. Una mano delgada empezó a acariciar mi espalda y me estremecí.

—Vamos, Jay. Todavía es temprano. —Era cierto. Eran las siete de la mañana, pero yo no quería más de ella—. Ven, bebé. Sé que quieres...

Rodé los ojos y me paré de la cama, sin importarme que aquella chica tuviera una buena vista de mi trasero desnudo. Me dirigí al baño y cerré la puerta con pestillo para prevenir.

Después de ducharme, me enrosqué una toalla en la cintura y salí del baño. Me sorprendí al no ver a la chica en la cama, pero escuché unos ruidos en la cocina, así que supuse que allí estaría. Fue una gran noche con ella, sin embargo, no quería una relación por ahora.

Saqué una camisa negra del armario, un jean desgastado y me puse los zapatos cafés de siempre. Cogí unas gafas y bajé al primer piso.

—Jay, ¿por qué no me esperaste? —La chica no-tengo-idea-de-su-nombre hizo un puchero que la hizo lucir realmente sexy—. Quería bañarme contigo.

Pasé mis brazos por su pequeña cintura y la atraje a mí en un beso desmedido. Al separarnos, bostecé, no con intención de ofenderla, sino más bien porque acababa de despertarme y no había desayunado aún. Pero al parecer ella no lo entendió.

Se puso furiosa.

—Eres un idiota —masculló y se separó de mí enojada. Apenas me había percatado de que solo traía mi camisa puesta, solo eso. Nada debajo de ella—. ¿Es que acaso te aburro?

Suspiré y me dirigí al refrigerador a sacar algo para saciar el hambre que traía conmigo.

—Claro que no, nena —respondí con voz monótona. La chica era muy guapa y experta en... eso, aunque eran de esas personas que solo quieres para un momento nada más. Pensar de esa forma sabiendo que tan solo hace unas horas estaba revolcándome de placer en la cama con ella era grosero de mi parte, pero bueno... yo era grosero.

—¿Y entonces? —Quiso saber y yo cerré el refrigerador porque su voz me distraía.

—¿Y entonces qué? —pregunté tratando de estar serio, aunque mi tono decía claramente que me estaba burlando.

Ella suspiró y al parecer pensó en olvidar mi actitud porque se acercó y rodeó mi cuello con sus brazos con dificultad, ya que era de baja estatura. Oh no, eso sí que no.

¿Matrimonio falso? |¿MF? #1|Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu